CAPITULO 3: LA PERCEPCIÓN INOCENTE
VI.LOS JUICIOS Y EL PROBLEMA DE LA AUTORIDAD.
1. Hemos hablado ya del juicio
Final no habrá ningún otro. 3Dicho juicio es simbólico porque más allá de la percepción no hay juicios. 4Cuando la Biblia dice "No juzguéis y no seréis juzgados" lo que quiere decir es que si juzgas la realidad de otros no podrás evitar juzgar la tuya propia.
2. La decisión de juzgar en vez de conocer es lo que nos hace perder la paz. 2Juzgar es el proceso en el que se basa la percepción, pero no el conocimiento. 3He hecho referencia a esto anteriormente al hablar de la naturaleza selectiva de la percepción, y he señalado que la evaluación es obviamente su requisito previo. 4Los juicios siempre entrañan rechazo. 5Nunca ponen de relieve solamente los aspectos positivos de lo que juzgan, ya sea en ti o en otros. 6Lo que se ha percibido y se ha rechazado, o lo que se ha juzgado y se ha determinado que es imperfecto permanece en tu mente porque ha sido percibido. 7Una de las ilusiones de las que adoleces es la creencia de que los juicios que emites no tienen ningún efecto. 8Esto no puede ser verdad a menos que también creas que aquello contra lo que has juzgado no existe. 9Obviamente no crees esto, pues, de lo contrario, no lo habrías juzgado. 10En última instancia, no importa si tus juicios son acertados o no, 11pues, en cualquier caso, estás depositando tu fe en lo irreal. 12Esto es inevitable, independientemente del tipo de juicio de que se trate, ya que juzgar implica que abrigas la creencia de que la realidad está a tu disposición para que puedas seleccionar de ella lo que mejor te parezca.
3. No tienes idea del tremendo alivio y de la profunda paz que resultan de estar con tus hermanos o contigo mismo sin emitir juicios de ninguna clase. 2Cuando reconozcas lo que eres y lo que tus hermanos son, te darás cuenta de que juzgarlos de cualquier forma que sea no tiene sentido. 3De hecho, pierdes el significado de lo que ellos son precisamente porque los juzgas.
4Toda incertidumbre procede de la creencia de que es imprescindible juzgar. 5No tienes que juzgar para organizar tu vida, y definitivamente no tienes que hacerlo para organizarte a ti mismo. 6En presencia del conocimiento todo juicio queda, automáticamente suspendido, y éste es el proceso que le permite al conocimiento reemplazar a la percepción.
4. Tienes miedo de todo aquello que has percibido y te has negado a aceptar. 2Crees que por haberte negado a aceptarlo has perdido control sobre ello. 3Por eso es por lo que lo ves en pesadillas, o disfrazado bajo apariencias agradables en lo que parecen ser tus sueños más felices. 4Nada que te hayas negado a aceptar puede ser llevado a la conciencia. 5De por sí, no es peligroso, pero tú has hecho que a ti te parezca que lo es.
5. Cuando te sientes cansado es porque te has juzgado a ti mismo como capaz de estar cansado. 2Cuando te ríes de alguien es porque has juzgado a esa persona como alguien que no vale nada. 3Cuando te ríes de ti mismo no puedes por menos que reírte de los demás, aunque sólo sea porque no puedes tolerar la idea de ser menos que ellos. 4Todo esto hace que te sientas cansado, ya que es algo básicamente descorazonador. 5No eres realmente capaz de estar cansado, pero eres muy capaz de agotarte a ti mismo. 6La fatiga que produce el juzgar continuamente es algo realmente intolerable. 7Es curioso que una habilidad tan debilitante goce de tanta popularidad. 8No obstante, si deseas ser el autor de la realidad, te empeñarás en aferrarte a los juicios. 9También les tendrás miedo, y creerás que algún día serán usados contra ti. 10Sin embargo, esta creencia sólo puede existir en la medida en que creas en la eficacia de los juicios como un arma para defender tu propia autoridad.
6. Dios ofrece únicamente misericordia. 2Tus palabras deben reflejar sólo misericordia porque eso es lo que has recibido y eso es lo que deberías dar. 3La justicia es un expediente temporal, o un intento de enseñarte el significado de la misericordia. 4Es juzgadora únicamente porque tú eres capaz de cometer injusticias.
7. He hablado de distintos síntomas, y, a ese nivel, la variedad de los mismos es casi infinita. 2Todos ellos tienen, no obstante, una sola causa: el problema de la autoridad. 3Ésta es "la raíz de todo mal". 4Cada síntoma que el ego inventa es una contradicción debido a que la mente está dividida entre el ego y el Espíritu Santo, de tal modo que cualquier cosa que el ego haga es parcial y contradictoria. 5Esta posición insostenible es el resultado del problema de la autoridad que, al aceptar como premisa el único pensamiento inconcebible, sólo puede producir ideas que a su vez son inconcebibles.
8. El problema de la autoridad es en realidad una cuestión de autoría. 2Cuando tienes un problema de autoridad, es siempre porque crees ser tu propio autor y proyectas ese engaño sobre los demás. 3Percibes entonces la situación como una en que los demás están literalmente luchando contigo para arrebatarte tu autoría. 4Éste es el error fundamental de todos aquellos que creen haber usurpado el poder de Dios. 5Esta creencia les resulta aterradora, pero a Dios ni siquiera le inquieta. 6Él está deseoso, no obstante, por erradicarla, no como un castigo para Sus Hijos, sino tan sólo porque sabe que les produce infelicidad. 7Las creaciones de Dios disponen de la verdadera Autoría, mas tú prefieres permanecer anónimo cuando eliges separarte de tu Autor. 8Al no tener certeza con respecto a Quién es tu verdadero Autor, crees que tu creación fue anónima. 9Esto te pone en una situación en la que lo único que parece tener sentido es creer que tú te creaste a ti mismo. 10La disputa acerca de quién es tu autor ha dejado a tu mente en tal estado de incertidumbre que ésta puede incluso llegar a dudar de que tú realmente existas.
9. Sólo los que abandonan todo deseo de rechazar pueden saber que es imposible que ellos puedan ser rechazados. 2No has usurpado el poder de Dios, pero lo has perdido. 3Afortunadamente, perder algo no significa que haya desaparecido. 4Significa simplemente que no recuerdas dónde está. 5Su existencia no depende de que puedas identificarlo, o incluso localizarlo. 6Es posible contemplar la realidad sin juzgar y simplemente saber que está ahí.
10. La paz es el patrimonio natural del espíritu. 2Todo el mundo es libre de rechazar su herencia, pero no de establecer lo que ésta es. 3El problema que todos tienen que resolver es la cuestión fundamental de la autoría. 4Todo miedo procede en última instancia, y a veces por rutas muy tortuosas, de negar la verdadera Autoría. 5La ofensa no es nunca contra Dios, sino contra aquellos que lo niegan. 6Negar Su Autoría es negarte a ti mismo la razón de tu paz, de modo que sólo te puedes ver a ti mismo fragmentado. 7Esta extraña percepción es el problema de la autoridad.
11. No hay nadie que de una manera u otra no se sienta aprisionado. 2Si ése es el resultado de su libre albedrío, tiene, por ende, que considerar que su voluntad no es libre, o, de lo contrario, el razonamiento circular de esta premisa sería evidente. 3El libre albedrío no puede sino conducir a la libertad. 4Los juicios siempre aprisionan, ya que fragmentan la realidad con las inestables balanzas del deseo. 5Los deseos no son hechos. 6Desear implica que ejercer la voluntad no es suficiente. 7Sin embargo, nadie que esté en su mente recta podría creer que lo que desea es tan real como lo que su voluntad dispone. 8En vez de "Busca primero el Reino de los Cielos" di: "Que tu voluntad sea antes que nada alcanzar el Reino de los Cielos" y habrás dicho: "Sé lo que soy y acepto mi herencia”.
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