miércoles, 6 de febrero de 2019

Todos queremos ser felices.


Todos queremos ser felices.
No conozco a nadie que quiera ser infeliz.
Entonces las personas comienzan a buscar la felicidad.
Compran libros sobre la felicidad.
Hacen cursos sobre la felicidad.
Siguen a maestros espirituales que les prometen la dicha si siguen sus enseñanzas.
Y como el deseo es tan grande pagan cualquier precio para obtenerla.
Muchos renuncian como Buda en su juventud a los placeres de este mundo porque creen que por ahí hallarán la ansiada y esquiva felicidad.
A los 16 años no era feliz.
Mis padres y hermanas tampoco.
Íbamos a la iglesia cada domingo pero luego de unos momentos de elevación espiritual volvíamos a la vida rutinaria y triste de siempre.
Luego de la misa del domingo, nuestros padres nos llevaban a una cervecería a tomar unos hot dogs y un vaso de deliciosa cerveza.
Mi padre estaba teniendo éxito en su profesión y nos dábamos esos gustos de comer fuera.
Pero era un premio por haber ido a misa.
Entonces asociábamos la misa con el premio y asistíamos gustosos los domingos a la misa de 20.30 hs.
Mi padre había pasado mucha pobreza de niño y estaba acostumbrado a repartir parejo para todos porque había crecido en una familia numerosa.
Entonces a todos nos daba un vaso bien grande de cerveza deliciosa y no había dos.
A mi hermana de 6 años le daba tanta cerveza como a mí que era mucho mayor y a mi me parecía injusto.
Pero no se admitían los reclamos.
Era la celebración del domingo y todos estábamos "felices" durante esa hora en la cervecería bajo el efecto relajante de la cerveza alemana y luego de la elevación espiritual de la misa.
Era lo mejor del domingo.
Pero al otro día era lunes y ya empezábamos a pensar en lo desagradable que era levantarse temprano el lunes para hacer cosas que no amábamos.
La repetición de cada domingo va imprimiendo en la mente de los niños y jóvenes un mensaje sutil.
Cuando tomas cerveza con la familia te sientes feliz.
Y al salir de la iglesia y cantar los himnos a Dios te sientes feliz.
Y el día de tu cumpleaños cuando todos te saludan, te miman y te hacen regalos te sientes feliz.
Vamos asociando lentamente la felicidad con cosas externas que nos dan o que adquirimos.
Algunos creen que la felicidad es viajar y gastan fortunas en excursiones de turismo y cruceros.
Pero la verdadera felicidad no es así.
No depende de cosas externas y no es tan fugaz.
Tarde o temprano el alma se cansa de esa felicidad falsa y negociable y comienza a anhelar la verdadera felicidad que no es negociable.
Y gracias a mi infelicidad estaba abierto a experimentar algo diferente y en ese estado de vacío estaba abierto a lo que el destino me trajera.
Entonces encontré la asociación macrobiótica y las enseñanzas de Ohsawa.
Sentí que ahí estaba la puerta que había estado buscando durante tanto tiempo.
Encontré mi misión en este mundo.
Ser un profesor de macrobiótica.
Saltaba de felicidad y quería ir a todos los cursos y a todas las escuelas del mundo.
Ohsawa lo dejó bien claro: la felicidad está íntimamente ligada a la salud absoluta.
Cuando tienes ese entusiasmo poderoso, esa intensidad, esa energía inagotable y esa pasión te sientes de maravilla.
Y cuando consagras toda esa fuerza al servicio de la felicidad del mundo haciendo aquello para la cual fuiste enviado.....ya está....no busques más.
La felicidad no está en el futuro, porque no puede estar en algo que no existe aún.
Tampoco en el pasado porque por más que lo añoremos no volverá.
Nadie puede volver a sus 18 años por mucho que lo desee.
Si tienes 40 no puedes volver a tener 20.
Por mucho que lo intentes, por mucho que lo lamentes y por muchas vitaminas o drogas que tomes ello no es posible.
Entonces los sabios de todos los tiempos nos dicen.....
ríndete....no busques más...acepta el ahora con sus imperfecciones y defectos.
Abraza el ahora así tal cual es.
Fúndete en el momento presente porque allí está ocurriendo la vida.
Y allí se halla tu única oportunidad de ser feliz.
Y cuando nuestra salud es fuerte esta conexión se hace fácil y espontánea.
Pero cuando perdemos energía y nos debilitamos físicamente nos quedamos agotados.
Y desanimados nos resignamos a esperar que vengan mejores tiempos

-Martín Macedo-

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