lunes, 11 de febrero de 2019

El ego


Hace mucho tiempo...un príncipe colmado de oro y riquezas, decidió redimirse y compartir parte de lo que tenía para mitigar el hambre de su pueblo...durante años, hizo mucho bien, y fue agradecido por sus gentes, pues había ayudado a paliar tanto sufrimiento...era un Alma buena...todos los días, llevaba un cuenco de arroz y agua a una anciana que nada tenía, la mujer se lo agradecía, y aceptaba la comida y el agua...aceptaba la bendición con humildad y agradecimiento, pues, nada tenía la anciana con qué devolverle tan noble acción más que sus propias palabras...un día...aquél hombre todavía colmado de oro, fue dejando de recibir los agradecimientos a su solidaridad, simplemente, aquellas pobres personas aceptaban la comida y el agua...cuando el hombre llegó a su morada llena de oro, sintió que su Alma estaba vacía, a pesar del bien que estaba haciendo con sus obras, si bien, sabía en su corazón que aun acciones puras del corazón haya hecho, y mitigado el hambre y sed de su pueblo, no necesariamente es de un corazón puro, pues para él no suponía una verdadera acción abnegada desprenderse de una ínfima parte de sus riquezas, y al llegar a su morada, se aferraba a sus cosas, que en el fondo de su corazón sabía que amaba por encima de todo...el príncipe, se dio cuenta que ya no le hacía sentir bien su obrar, y que un halo de vacío le envolvía el Alma, y no sabía la respuesta a su pesar, pues su corazón le decía que el ego lo estaba empezando a consumir...que ya no era la buena acción de ver humildemente los rostros de esas buenas y pobres personas agradecidas y satisfechas de colmar su hambre y sed con sus víveres, sino que lo que empezó como buenas acciones, se convirtieron en una llama de insatisfacción al observar que sus buenas obras no eran reconocidas. Su buena Alma se estaba consumiendo en el ego y en su sentir del "Yo" como indispensable...sentía, que sus buenas obras eran una acciones grandes pero no abnegadas, y que había perdido el horizonte de la razón de ser y el camino de luz de sus buenos actos...sentía, que un gran acto de bondad no se manifiesta en su cantidad, sino en su pureza de obrar por pequeño que sea...así...decidió emprender un viaje en busca de respuestas por el desierto...para reencontrarse con su soledad...con su Alma...el destino, quiso que se le acabasen los alimentos y el agua, y en el refugio que halló en la fría noche, se le apareció aquella anciana que a diario ofrecía víveres...el príncipe, no sabía cómo había llegado, ni por qué se encontraba allí, lo que sí sabía, es que estaba agradecido por su presencia...la anciana, en aquella gélida noche, únicamente tenía una pequeña onza de pan, una vieja y fina túnica sobre sus ropas para protegerse del frío, y una poca de agua...el príncipe con los ojos apagados y a punto de desfallecer de sed, hambre y frío, pudo observar como la anciana se le acercó y le ofreció la vieja túnica para que le protegiera del frío, le ofreció la pequeña onza de pan que tenía para mitigar su hambre, y la escasa agua que portaba para que saciara su sed...el príncipe la observó asombrado mientras la anciana, con una leve y casi apagada sonrisa, abandonaba muy débil el lugar sin esperar nada a cambio, más que salvar la vida de la persona que más necesitaba en ese momento resguardarse del frío, comer y beber...la vida había girado de repente...entonces, el príncipe entendió que el cáliz más puro, a veces se halla en las Almas más pobres, y 
en las acciones más sencillas y sinceras, que las acciones abnegadas por pequeñas que sean, si se hacen de corazón y sin esperar nada a cambio, son al menos tan bondadosas como las grandes acciones...se dio cuenta que una pequeña onza de pan, una gota de agua y una vieja túnica, pueden ser pequeñas cosas más valiosas, que toda el agua de un río, si esa gota de agua es toda la posesión de esa persona...y a pesar de ser lo único que tiene en ese momento, lo ha ofrecido para salvar la vida de quien más lo necesitaba...carente de ego y sin esperar nada a cambio, ofreció su escaso cáliz de generosidad y amor, que brilló con más intensidad que la abundancia de las buenas acciones sumidas en el océano del ego...

Por poco que hagas, si lo haces de corazón y supone un esfuerzo muy grande para ti porque poco tienes, en verdad te digo, que esa gota de cáliz de buen obrar que sale de tu Alma, es pura.
Carlos Cuello Clemente

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