lunes, 11 de febrero de 2019

La sociedad de la transparencia

LA SOCIEDAD DE LA TRANSPARENCIA (2012 – EDICIÓN ORIGINAL: 2012)

La utopía de una sociedad o una persona transparente no es más que eso: una utopía. El sujeto necesita espacios para estar consigo mismo, lo cual exige una membrana impermeable que lo aísle del entorno. Según Byung-Chul Han “es imposible establecer una transparencia interpersonal. Y esto tampoco es deseable. Precisamente la falta de transparencia del otro mantiene viva la relación” (p. 15).
La sociedad de la transparencia lleva a la información total, “no permite lagunas de información ni de visión” (p. 17) y se acelera rechazando todo tipo de negatividad. De frente al avance del Big Data y la avalancha de datos empíricos -que amenaza con arrasar con toda teoría- Byung-Chul Han reivindica el pensamiento negativo: “la teoría como negatividad hace que la realidad misma aparezca en cada caso y súbitamente de otra manera, bajo otra luz” (p. 20). 

La sociedad de la transparencia también amenaza a la política, un tipo de acción estratégica que incluye una dimensión o esfera secreta. Si toda la política se reduce a una escenificación de la transparencia, el “final de los secretos sería el final de la política” (p. 21).

Pero volvamos al repliegue de la negatividad en la sociedad contemporánea: “el veredicto general de la sociedad positiva se llama ‘me gusta’. Es significativo que Facebook se negara consecuentemente a introducir un botón de ‘no me gusta’. La sociedad positiva evita toda modalidad de juego de la negatividad, pues esta detiene la comunicación. Su valor se mide tan solo en la cantidad y la velocidad del intercambio de información. 

La masa de la comunicación eleva también su valor económico. Veredictos negativos menoscaban la comunicación. Al ‘me gusta’ le sigue con más rapidez la comunicación conectiva que al ‘no me gusta’. Sobre todo, la negatividad del rechazo no puede valorarse económicamente” (p. 23). El “Yes, We Can” de Barack Obama también forma parte de esta hegemonía de lo positivo.

“El mundo no es hoy ningún teatro en el que se representen y lean acciones y sentimientos, sino un mercado en el que se exponen, venden y consumen intimidades. El teatro es un lugar de representación, mientras que el mercado es un lugar de exposición.” (p. 68)

La sociedad de la transparencia valora la exposición. Cada sujeto “es su propio objeto de publicidad. Todo se mide en su valor de exposición. La sociedad expuesta es una sociedad pornográfica” (p. 29). Vivimos en un mundo que tiende a la hipervisibilidad, un espacio sin secretos ni misterios ocultos. A la sociedad de la transparencia “toda distancia le parece una negatividad que hay que eliminar: constituye un obstáculo para la aceleración de los ciclos de la comunicación y del capital” (p. 32).

En sintonía con los argumentos de Eli Pariser (autor de The Filter Bubble) Byung-Chul Han denuncia la construcción de burbujas de información personalizadas por los algoritmos. 

Estos sistemas -como el PageRank de Google- “presenta(n) al participante tan solo aquellas secciones del mundo que le gustan. Así, desintegra la esfera pública, la conciencia pública, crítica, y privatiza al mundo” (p. 69). Para terminar este volumen Byung-Chul Han se interna en territorios foucaultianos y nos habla del nuevo panóptico digital, un dispositivo que “carece de perspectiva en el sentido de que no es vigilado desde el único centro por la omnipotencia de la mirada despótica. Desaparece por completo la distinción entre centro y periferia, que era constitutiva para el panóptico de Bentham (…) los que habitan el panóptico digital se creen que están en libertad” (p. 88).


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