jueves, 28 de febrero de 2019

Misión de las almas

Todas las Almas que encarnan en la Tierra o en planetas de tercera dimensión, desde antes deciden y planifican su misión de vida. Cada Alma en esta vida tiene un plan diseñado por su Ser Superior (para algunos el Yo Superior o Gran Espíritu), el cual las guía a realizar desafíos a cumplir.
Algunas vienen para aprender cosas que no pueden en otras partes o para experimentar algo. Es digamos la misma razón por la cual una persona ve películas o juegos que no puede experimentar de otra manera. La vida es una musculación para el Alma, por lo que los desafíos que se les ponen adelante son los pesos que deben construir nuestros músculos espirituales, si es que tenemos la fuerza para manejarlos.
Puede ser difícil estar aquí, pues la vida está llena de obstáculos, así como de retos muy desagradables y difíciles de lograr. Existe la alegría, pero también la ira, el sufrimiento y el miedo, y precisamente esas cosas negativas hacen que el juego sea más desafiante.
Muchos se preguntarán:

¿Por Qué Un Alma Decide Venir A Este Planeta A Experimentar Una Vida De Dolor Y Sufri-miento?

Existen algunas almas que requierien vivir experiencias de alto nivel de dificultad, pues es la única manera de sanar aquellos karmas que fueron acumulándose de vidas pasadas, cuando encarnaron como seres humanos e incluso como seres de segunda dimensión. Estás les permiten dar un enorme salto cuántico en su evolución multidimensional.
Otras Almas vienen a culminar procesos o metas que quedaron inconclusas. Requieren cerrarlos para poder transcender definitivamente a niveles o esferas más sutiles y etéreas de luz y vibración.
Las Almas tienen misiones muy especiales, cuya función principal es amar y apoyar a despertar las consciencias de quienes estamos dormidos, ya sea de forma amorosa y sutil, tal como algunos maestros de la historia de la humanidad: Jesús, Buda, Krishna, entre tantos avatares, o personas que llegan a nuestras vidas en cualquier circunstancia para obsequiarnos todo su amor y apoyo incondicional.
Otras Almas tienen como tarea despertar la consciencia de las personas de manera abrupta, tal como lo han hecho los grandes dictadores de la historia pasada y de la era presente para remover las consciencias colectivas dormidas de millones de habitantes, ya sea en poblaciones, ciudades o países, así como personas allegadas o conocidas que nos tratan con crueldad a través de la agresión física y la agresión mental tales como: maltratos directos, insultos o palabras duras y frías que hieren en lo más profundo del corazón.
En tal sentido, todas las Almas, hasta las más sabias, elevadas y antiguas están propensas a contaminarse, sobre todo cuando el Alma no se reconoce a si misma como ser de luz o chispa divina, y se apega al cuerpo físico, nuestro vehículo que es el canal de conexión con los planos de alta densidad.
Si creemos que somos el cuerpo físico, más complicado será desprendernos de todo concepto material.
La historia del hombre evidencia como grandes seres lumínicos, que de acuerdo al Plan Divino de Almas encarnados como grandes maestros, se desviaron de dicho plan cuando fueron expuestos a las tentaciones y deseos humanos.
Sin embargo, todas las Almas, sin excepción, incluso en las encarnaciones de este presente sostenido, pueden sanarse ya que son apéndices del Gran Espíritu, y por tal razón, nunca nos separamos de él; siempre estamos conectados a esa Consciencia Cósmica que es incontaminable debido a su Gran Pureza Divina y Amor Incondicional.

Todos Somos Uno

Definitivamente, cada Alma elige vivir la experiencia que está al alcance de sus posibilidades y de lograr los objetivos planificados, pero al llegar aquí, todo se olvida. El juego Cósmico o juego de Dios consiste en descubrir “Quienes somos realmente”, “Para que vinimos” y “Que debemos hacer para cumplir con nuestra misión de Alma”.
No se puede, ni se debe forzar nada; cada cual evoluciona cómo y cuándo puede o le corresponde, en su Infinito Amor. Una vez que entendamos el juego y descifremos todas las incógnitas e interrogantes, empezaremos a encontrar sentido a nuestra vida.
Por Marco Fajardo

Carl Jung: el arte de dejar ir

Jung reveló que esto era la clave o secreto para la liberación o la integración total de la psique. En la conformación de su propia teoría psicoanalítica, Carl Jung estudió las más diversas culturas, desde la alquimia occidental hasta el taoísmo, entre muchas otras corrientes un tanto oscuras para el pensamiento moderno.
Notablemente, en su comentario al texto de alquimia interna taoísta “El secreto de la flor de oro”, el psicólogo suizo revela lo que podríamos considerar el secreto para la integración de la psique humana, algo así como el mecanismo que conduce a la piedra filosofal que es el alma en su estado individuado.
Esta forma de operar de la psique es paradójicamente un no-hacer, lo cual es, como famosamente expresó Pascal, lo más difícil que podemos hacer: no interferir, dejar que la naturaleza corra su curso, que se autorregule y que la luz de la vida se actualice en nosotros. Este concepto se encontraba claramente en el wu wei taoísta, pero también en la teología del dominico alemán Meister Eckhart, quien enseñó que al anular la propia voluntad, la divinidad se asentaba en el alma y la creación (el Logos) perpetuamente se rehacía en toda su gloria.
Como dice el teólogo Matthew Fox, Jung aprendió de Meister Eckhart el significado de “la liberación en un contexto psicológico”. El mismo Jung en el siguiente párrafo nos revela las claves de su famosa técnica de la imaginación activa la cual usaba para extraer del inconsciente algo así como la materia prima de los alquimistas pero en un sentido psicológico:
¿Qué hicieron estas personas para hacer posible el desarrollo que las liberó?
En tanto lo que puedo ver, no hicieron nada (wu wei) sino que sólo dejaron que las cosas sucedieran. Como el maestro Lü-tsu enseña en el texto, la luz circula conforme a su propia ley si uno no abandona su propia vocación.
El arte de dejar que las cosas sucedan, la acción a través de la no-acción, dejar ir el propio yo, como lo enseña Eckhart, fue para mí la llave que abrió la puerta hacia el sendero. Debemos dejar que las cosas sucedan en la psique. Para nosotros, esto es de hecho un arte del cual casi nadie conoce nada. La conciencia siempre está interfiriendo, ayudando, corrigiendo y negando, nunca dejando que el proceso psíquico fluya en paz…
Podemos encontrar en esto, que Jung nos dice es lo más simple (pero lo más simple es lo más difícil), la clave abierta al acertijo de la psique. Desde la misteriosa filosofía de Lao-Tse hasta la genial síntesis de racionalidad e intuición que es la obra de Jung.
Nos dice el Tao Te King que “el sabio busca no-hacer y deja que las cosas sigan su curso”. Es de sabios no interferir, pero para poder lograr realmente no interferir es necesario un gran entendimiento de la realidad, un conocimiento de los mecanismos de la mente y de la naturaleza, una confianza en esa naturaleza, en el universo, en la inteligencia cósmica, dios, etc., y la calma y tranquilidad que da ese conocimiento para simplemente observar e incluso disfrutar desapegadamente del flujo.
Este conocimiento no es fácil de adquirir (aunque a la vez es lo más sencillo, es nuestra propia naturaleza) y solemos esforzarnos demasiado en intentar lograrlo… mientras tanto, podemos confiar en sabios como Eckhart o Jung y en nuestra misma intuición e intentar no aferrarnos a los sucesos y dejar que todo ocurra por sí solo, como si las cosas fueran en sí mismas perfectas y milagrosas.
Fuente: Pijama Surf

El amor no es control ni exigencia, es libertad y confianza

La esclavitud emocional es algo mucho más común y complejo de lo que nos atrevemos a reconocer. Vivimos sometidos a los demás o a nuestros sentimientos, pues nos intentamos convencer de que el amor necesita de sacrificio.
Cuando nos percatamos de esto algo se rompe en nuestro interior sentimos como si una ola de negrura se abalanzase sobre nosotros y nos ahogara. Esto nos hace tener la sensación de estar inmersos en un océano de dependencia y de incertidumbre que bloquea nuestra capacidad de reacción.
Sin embargo, este es un primer y necesario paso, a partir del cual llega el momento de dejar en libertad lo que atábamos y lo que nos ata, pudiendo recomponer nuestros pedazos y volviendo a montar nuestra vida.
No obstante, en ese momento es natural no sentirnos capaces de avanzar ni de ir más allá, por lo que podemos sentir un bloqueo lleno de incertidumbre que nos somete.

La Esclavitud Emocional

“Durante toda mi vida he entendido el amor como una especie de esclavitud consentida.
Pero esto no es así: la libertad sólo existe cuando existe el amor. Quien se entrega totalmente, quien se siente libre, ama al máximo.
Y quien ama al máximo, se siente libre. Pero en el amor, cada uno de nosotros es responsable por lo que siente, y no puede culpar al otro por eso.
Nadie pierde a nadie porque nadie posee a nadie.
Y esta es la verdadera experiencia de la libertad: Tener lo más importante del mundo sin poseerlo.”
En Once Minutos, de Paulo Coelho
Lo cierto es que la única manera de ser feliz con alguien es comprender que nosotros somos nuestros únicos dueños. Por eso, es indispensable trabajar con la comodidad de estar solo y poder mantener un diálogo interno saludable.
De esta manera, la compañía se convertiría en elección y no en necesidad, ya que entonces nuestros pensamientos ya no serían en términos de “te necesito en mi vida”, sino de “te prefiero en mi vida”.
El amor no se basa en el sacrificio, sino en la paz y en la libertad de quien se ama a sí mismo. Atender a estos sentimientos y necesidades de posesión nos ayudará a frenar las ideas de sometimiento y dependencia que tan normales vemos y con las que convivimos a diario.

Eliminar Las Expectativas, La Clave De La Liberación Emocional

Nuestra libertad emocional comienza cuando empezamos a comprender quiénes somos y de qué somos capaces sin la ayuda o el apoyo de nadie. O sea, la única manera de alcanzarla y poder vivir con plenitud es deshacernos de nuestras cuerdas y mirar hacia adelante.
El objetivo es no tener esa sensación de poseer o de que nos posean. Nadie pertenece a nadie y, si no entendemos eso, viviremos mermados toda nuestra vida.
Dejamos de ser dueños de nuestro destino en cuanto dependemos de la alabanza, del cariño o de la atención de otra persona. Visto así no es un panorama muy alentador, por eso debemos evitar vivir al lado de la esclavitud.
En definitiva, nuestra autoconfianza y nuestra autoestima son las herramientas ideales para respetarnos y decir adiós a los apegos insanos e innecesarios, pues ayudarán a crear un mundo más acogedor y saludable.
“Sigo mal, y seguiré peor, pero voy aprendiendo a estar sola, y eso ya es una ventaja y un pequeño triunfo” – Frida Khalo

miércoles, 27 de febrero de 2019

Una vida sin planes ni objetivos. Ahí se encuentra el sentido de existencia

¿Qué significa ser uno mismo? Esta pregunta es relativamente reciente en la historia de la humanidad, pues las ideas de “individualidad”, “identidad” y aun otras como “realización” y “cambio personal” no tuvieron en épocas pasadas el mismo valor que ahora se les concede. La existencia siempre ha sido un enigma para el ser humano o, dicho de otro modo, una condición a la cual se busca entender y otorgar un significado, y es posible que actualmente experimentar la vida como un “proyecto” a desarrollar sea una forma en que se intenta responder esa pregunta. En este contexto vale la pena, sin embargo, dar un paso atrás para considerar ciertas cosas con mayor detenimiento y reflexión, particularmente aquello que corresponde a la singularidad del tiempo y las condiciones que vivimos.
Con lucidez, el filósofo Byung-Chul Han ha señalado uno de los riesgos de plantearse la vida como una “empresa”, pues entre otras implicaciones, la existencia se convierte en una competencia frenética y un tanto ciega en la que el sujeto es al mismo tiempo “esclavo” y “amo”, esto es, una persona explotada por sí misma, exigiéndose siempre más en el intento insuficiente de conseguir un logro inalcanzable.
Este diagnóstico puede sonar exagerado a algunos, pero basta mirar un poco la sociedad en la que cada cual vive para, al menos, concederle el beneficio de la duda al filósofo. Personas “adictas” a su trabajo, otras sedientas insaciablemente de “nuevas” experiencias, algunas más con decenas de propósitos planteados y quizá iniciados pero al final dejados en el abandono. Socialmente se insta al sujeto a “ser más” o “ser mejor”, a considerar su vida como un proyecto (con objetivos, planeaciones, control de riesgo y todo ese vocabulario propio del manejo de un negocio capitalista, ahora cada vez más trasladado y aplicado a la existencia), a progresar y evolucionar, y el sujeto toma dicho mandato un tanto inconscientemente, lo obedece y se esfuerza, pero sin entender por qué ni cómo, esto es, sin preguntarse por los motivos que lo llevan a ello ni la forma en que ejecuta la orden. Y en esa confusión, cuando se da cuenta de que no alcanzó el objetivo propuesto, experimenta dicho resultado con frustración, como un “fracaso” personal o como una falta de capacidad de sí mismo. Y repite el ciclo: si no lo logró es porque no se esforzó lo suficiente.
¿Qué significa “ser más”, después de todo? ¿Qué significa “ser mejor”? ¿Y dónde terminan ese “más” y ese “mejor”?
Dostoyevski, en Los hermanos Karamazovescribió que “vivir es más importante que buscar el sentido de la vida”. A esa consideración podrían sumarse la de Kierkegaard y la de Alan Watts, entre varios otros, quienes coincidieron con el maestro ruso en cierta idea de sencillez desde la cual es posible acometer la existencia. Para Kierkegaard, la vida no es un problema que deba resolverse, sino una realidad que necesita experimentarse; y Alan Watts dijo, en una de sus conferencias, que “el significado de la vida es únicamente estar vivo”, a lo cual añadió: “es tan simple, tan obvio y tan sencillo; sin embargo, todos viven apresurados y en gran pánico, como si fuera necesario lograr algo más allá de sí mismos”.
¿Qué tienen en común estas ideas? Más allá de la lectura que cada cual puede darles, estos autores coinciden en la primacía del vivir sobre los significados que intentamos darle a la existencia. De hecho, si reflexionamos con atención, en muchas situaciones es esa acumulación de sentido la que provoca cierta sensación de pérdida, confusión o entorpecimiento, pues en el esfuerzo de imponer un significado a algo que no lo tiene, la conciencia comienza a dividirse y complicarse, a enredarse en sí misma, a fragmentarse hasta disolverse en una y mil ocupaciones.
Valdría la pena preguntarse por qué en ocasiones la tarea de vivir no nos parece suficiente por sí misma y por qué nos sentimos impelidos a añadir “objetivos” suplementarios. No se trata de tener una vida vacía o carente de sentido. Esta no es una crítica que busque conducir a cierto nihilismo pesimista o, peor aún, conformista, en donde parezca que es mejor aceptar la vida tal y como la tenemos y vivir así hasta el final de nuestros días, resignados al vendaval y la corriente. Nada de eso. 
En cambio, quizá podamos considerar que vivir es su propio propósito, esto es, entender la vida como una tarea que en su propio desarrollo nos plantea las posibilidades y las alternativas. Frente al agobio de vivir una vida llena de objetivos, planes y proyecciones, es posible plantear en cambio una existencia en donde únicamente la vida en sí, el vivir experimentado con plenitud, sean la sola orientación, el único sentido, pero entendido éste no como un significado, sino como una fuerza que conduce y que guía, que indica hacia dónde persistir y hacia dónde continuar.

Juan Pablo Carrillo

El trabajo no es una obligación, es una forma de realizar la existencia

¿Qué es el trabajo? Contrario a lo que pueda pensarse, esta no es una pregunta sencilla y mucho menos ingenua. Si así parece, es porque quizá no hemos tenido ocasión para reflexionar sobre la importancia que el trabajo tiene para la existencia humana.

Para comenzar, pensemos solamente en la cantidad de tiempo que un ser humano dedica a trabajar. En el caso de una persona adulta promedio, por lo menos una tercera parte de su día, y en muchos casos se trata de una media que se sobrepasa fácilmente, por distintas razones. Tan sólo por eso, el trabajo ya debería parecernos una actividad que es necesario entender, en términos generales o estructurales y también desde una perspectiva subjetiva.

En un nivel general, no es del todo sorpresivo que el ser humano reflexione poco o nada sobre el trabajo, sobre todo en la época moderna. Como señaló Karl Marx, una vez que se instauró la división del trabajo y el trabajador se vio separado del proceso que conduce a la fabricación de un producto terminado, el trabajo adquirió un carácter alienante, es decir, comenzó a experimentarse como algo que se hace pero sin saber por qué o para qué, con la misma enajenación con que se haría cualquier otra cosa de escasa o nula importancia, sintiéndose el trabajador la pieza minúscula (y reemplazable en cualquier momento) de un mecanismo más complejo e importante.

Este cambio que ocurrió en el marco del desarrollo del capitalismo despojó al ser humano de la experiencia del trabajo como una actividad propia de su naturaleza. De todos los animales de los que tenemos conoci-miento, nuestra especie es la única que desarrolló la capacidad de transformar el entorno para su beneficio. Ahí donde todos los otros seres vivos se adaptan a las circunstancias existentes, nosotros en cambio somos capaces de cambiarlas. De ahí que nuestros antecesores hayan sobrevivido y evolucionado. Así como las aves vuelan y los peces nadan, el ser humano trabaja. El trabajo es nuestra actividad distintiva.

Ese es el principio del trabajo, en un doble sentido: como origen y como eje rector del desarrollo humano. El trabajo es en última instancia transformación y, por otro lado, en tanto actividad propia del ser humano, existente únicamente en nuestra especie, se trata de una actividad capaz de definir lo mismo al individuo que al colectivo.

Por eso el trabajo es tan importante: porque es capaz de definir la existencia del ser humano. Y por eso también es tan importante reflexionar al respecto, pues en última instancia la reflexión sobre el trabajo conduce a la reflexión de la existencia en sí.

En el nivel subjetivo, la reflexión sobre el trabajo puede comenzar por preguntarse por el lugar que éste ocupa en la vida de cada cual. La mayoría, en un contexto capitalista y moderno, pensamos que trabajamos porque hay que hacerlo, porque aprendemos a creer que es la única manera de asegurarse un salario (y, por consecuencia, todo lo que éste implica) y también porque representamos ciegamente el papel que creemos que se nos asignó en el teatro del mundo.

El trabajo se experimenta entonces como una obligación y como un pesar, también lejanamente, como algo que se hace sin ganas ni deseo, más bien por inercia o a la manera de los mecanismos autómatas, que repiten una y otra vez la misma acción para la que fueron diseñados.

¿Qué pasaría, sin embargo, si el trabajo pudiera entenderse de otra manera? Qué tal si el trabajo no se experimenta como algo dado sino, más bien, como algo en desarrollo; no como un objeto, sino como un recorrido. En vez de mirar el trabajo como una tarea que alguien nos asignó (aunque no sepamos quién) y que hay que hacer (aunque no sepamos por qué), el trabajo podría convertirse en una actividad que se inventa y toma forma al mismo tiempo que se descubre y se explora.

En ese sentido, el trabajo dejaría de ser la actividad alienante que solemos experimentar y se convertiría, poco a poco, en el campo donde es posible dar cauce a las cualidades, habilidades, conoci-mientos, recursos, preguntas, errores e intentos de cada cual. En otras palabras, el trabajo sería expresión de la existencia en sí, en todas sus posibilidades.

Considerar el trabajo como un proceso implica, por un lado, que al menos hipotéticamente cada persona podría ser capaz de crear el campo de acción acorde a sus recursos. Pero también, en otro momento, que el trabajo sería así una actividad en sentido estricto, es decir, un movi-miento activo para el ser humano, que naturalmente lo llevaría a poner en marcha sus recursos, a enfrentar desafíos, a adaptarse, a aprender de sus errores, a crear, a imaginar, a inventar.

¿Que eso es deseable pero no es posible en las circunstancias actuales? ¿Y no hemos dicho que el ser humano se distingue porque es capaz de transformar a su favor las condiciones del entorno?

Del Cándido de Voltaire se ha dicho que comienza como una variación del relato bíblico de la expulsión del Paraíso. Los críticos y estudiosos de la obra de Voltaire aseguran que el protagonista del relato es de inicio un muchacho inocente (como su nombre lo indica) que sólo después de que es echado del castillo donde servía, conoce la maldad que reina en el mundo, la naturaleza ruin del ser humano, el egoísmo, el dolor, la violencia y la muerte. Voltaire, en efecto, no duda en hacer un inventario de todas las vilezas y contrariedades experimentadas en la Europa del siglo XVIII, siempre en guerra, sumida en la enfermedad y la ignorancia. 

Con todo, al Cándido no suele catalogarse como una obra cruel. Satírica sí, pero no cruel. De hecho, el título completo que le dio Voltaire fue Cándido o el optimismo, quizá sólo porque a lo largo de casi todo el relato no deja de burlarse del optimismo inherente al aspecto más conocido de la filosofía de Leibniz (“este es el mejor de todos los mundos posibles”), sino cabría pensar también que fue porque a final de cuentas es un relato esperanzador.

“Hay que cultivar el jardín” es la frase final de Cándido. En el último episodio del relato, después de pasar por una y mil vicisitudes, Cándido recala en un campo junto con sus amigos de aventuras. Todos viven juntos, lamentándose por la existencia que les tocó en suerte, sintiendo sobre sus espaldas la obligación de trabajar para ganar su sustento y continuar así su existencia. A lo cual Cándido responde: “Hay que cultivar el jardín”.

Si mantenemos la interpretación general de la obra, el jardín al que hace referencia Cándido no sería otro más que el Jardín del Edén, el Paraíso Terrenal, pero considerado ya de otra manera. No como el jardín que nos provee de todo sin esfuerzo ni fatiga, sino como el jardín que es necesario cultivar para obtener frutos. 

Y éste a su vez no es otro más que el jardín de nuestra propia existencia.

Juan Pablo Carrlllo

Somos vida eterna, somos inmortales.


Nuestro cuerpo físico, es una maravilla de la ingeniería biológica. Está constituido por 50 trillones de unidades funcionales altamente inteligentes y evolucionadas, llamadas células.

A partir de una célula se puede crear un clon de nosotros. A partir de 50 trillones de células se podrían crear trillones de clones nuestros y se necesitarían varios planetas para alojar a todos nuestros "hermanos gemelos".

Nuestro cuerpo físico está destinado a ser luz, belleza y salud divina. La célula está hecha de moléculas. Y las moléculas están hechas de átomos. Los átomos están hechos de partículas sub atómicas. Las partículas sub-atómicas viven sólo una millonésima de segundo. Surgen y desaparecen millones de veces en un segundo.

Es decir que nacen y mueren millones de veces por segundo.
Y de esto está hecho nuestro cuerpo. De materia inestable que aparenta ser estable. Por lo tanto morimos y nacemos millones de veces por segundo.

Los antiguos sabios del oriente ya lo sabían. Decían que yin y yang están siempre juntos Vida y muerte coexisten en cada una de nuestras moléculas. Abracemos la vida y la muerte como quien abraza las fortalezas y debilidades de nuestro ser amado. Vida-muerte-vida-muerte se suceden a una velocidad infinita.

Lo importante no es vivir o morir. Lo importante es experimentar lo infinito en nuestro cuerpo finito. Lo importante es comprender que somos vida eterna. Que somos inmortales y que las infinitas vidas e infinitas muertes son sólo los valles y las crestas de las olas de la eternidad.

-Martín Macedo-

Tu vida es un reflejo de cuánto te amas

No existe tal cosa como "la vida es así", "todo no se puede" o "son épocas difíciles"; sólo existe cuán digno te sientes de todas las maravillas de la vida Ahora. 

Cuánto más caos haya afuera, más debes afirmar tu poder espiritual. Como las personas han olvidado quienes son (hijos del "Creador que todo lo es") y creen que estas son sólo palabras de un texto de auto ayuda, no llevan a la práctica su conoci-miento. 

Todo está bien hasta que generan perder su trabajo o gastan sus últimos ahorros, allí el fantasma del miedo los acosa y roba toda su tranquilidad. Entonces comprenden que esa tranquilidad era falsa.


El más poderoso imán de atracción es la dignidad. Esta surge del conoci-miento acerca de quien eres en esencia y de la desidentificación con lo que te enseñaron a ser. 

Somos dueños absolutos de nuestra realidad y tenemos el poder de moldearla a nuestra voluntad. pero para ello es necesario liberarnos del miedo. El mundo es sólo un escenario donde representamos un papel; jamás le otorgues más poder que este. 

Las personas están demasiado acostumbradas a vender su alma al sistema y adaptarse a condiciones que no tendrían por qué hacerlo; condiciones que están por debajo del verdadero amor. 

Cada uno tiene en su vida lo que siente que se merece. El Universo funciona como una máquina fotocopiadora; fotocopia tu vibración y te da sólo lo que tú le propones sin saberlo. 

Amarse a uno mismo es mucho más que elevar la autoestima, sino enaltecer tu alma hasta recuperar el trono de la libertad que has dejado que te usurpe tu mente, tu familia y la sociedad.



El amor no permite nada en la vida que no sea amor, entonces todo comienza a cambiar. La gente piensa "la vida es así", pero no son cocientes de que sólo sus vidas "son así". 

Hay personas que viven en abundancia, felicidad, en constante paz interior, sin trabajar, con mucho tiempo libre, sin limitaciones, sin conflictos de ninguna clase y sin preocupaciones. 

Yo soy uno de ellos. Esto no te lo digo para glorificar mi ego, sino para que entiendas que no hablo desde la teoría: somos capaces de elegir exactamente la vida que deseamos vivir. 

Cuando Jesús dijo: "la fe mueve montañas", no lo dijo en forma de metáfora. Él podía efectivamente con sólo un pensa-miento mover una montaña, porque había encontrado a Dios. 

Si tú aumentas tu fe, verás que puedes lograr todo lo que te propongas. Pero mientras sigas creyendo que la sociedad, la situación económica y el mundo tienen algún poder sobre ti, serás solo una oveja más del rebaño. Libérate de tus limitaciones y recupera tu poder innato espiritual. 

A partir de esto entonces podrás apoyar a otros a despertar de este engaño.

🌀 Lic. Fernán Makaroff

Los libros que requieres leer para entender ésta época

En Pijama Surf hemos hemos seguido con atención la obra y la trayectoria de Byung-Chul Han (1959-), uno de los filósofos más importantes de nuestra época, en buena medida porque ha sabido enlazar corrientes y autores decisivos de la filosofía del siglo XX con algunos de los problemas más urgentes de nuestra época.
Han es surcoreano de nacimiento y su formación universitaria la comenzó en su país en el sector metalúrgico. A los 20 años emigró a Alemania para estudiar literatura, pero al final se decantó hacia la filosofía. Algunos comentadores han señalado que su particular estilo de escritura –con frases cortas, casi telegráficas, pero profundamente significativas– es resultado de la adopción del alemán como idioma de expresión. 

Vale la pena señalar, además, en este mismo aspecto, que ante los ensayos y libros de Byung-Chul Han podemos juzgar erróneamente su brevedad y confundirla con ligereza o sencillez, pues si bien no son ni extensos ni en apariencia complicados (difícilmente llegan a las 100 páginas), sí son sin embargo densos, y en unas pocas líneas el filósofo es capaz de bosquejar ideas que a otros les toma cientos o miles de palabras exponer y que, por otro lado, son fruto de la discusión que Han sostiene con autores capitales de la filosofía occidental, de Hegel y Nieztsche a Michel Foucault o aun otros más recientes como Giorgio Agamben.

Entre los temas de los que se ha ocupado Byung-Chul Han con lucidez se encuentran el sistema de rendimiento permanente en que vivimos, cómo la sociedad pasó de la vigilancia y la disciplina al poder y la autoexplotación (y la relación de esto con la "epidemia" de ansiedad, depresión y agotamiento que se vive actualmente); también ha escrito sobre la adversidad que enfrenta ahora el amor y por qué casi siempre termina agonizando, por qué la expulsión de la diferencia y la positivización del mundo nos han orillado a vivir en el “infierno de lo igual”, cómo el capitalismo se ha transformado a partir del llamado “Big Data” o por qué parece que hemos perdido la capacidad para apreciar “el aroma del tiempo”. Todo esto Han lo suele exponer con inteligencia, sencillez y a veces también cierta belleza, la cual, en nuestro caso, debemos agradecer a la labor de los traductores que han vertido su obra al español.
Por los temas señalados y por esa asombrosa capacidad de síntesis es que nos atrevemos a decir que Byung-Chul Han es el “primer” filósofo que se necesita leer para entender esta época, pues al tiempo que nos señala algunas de las situaciones subjetivas, sociales y humanas que merecen una reflexión urgente, muestra también el camino para emprender ese mismo proceso de crítica y cuestionamiento.

A continuación, so pretexto de una nota publicada en el diario El País a propósito de la visita reciente de Han a Barcelona, compartimos algunos subrayados de dicho texto y las referencias de los libros de Byung-Chul Han que se encuentran disponibles en español.
Autoexplotación. Se ha pasado, en opinión del filósofo, “del deber de hacer” una cosa al “poder hacerla”. “Se vive con la angustia de no hacer siempre todo lo que se puede”, y si no se triunfa, es culpa de uno mismo. “Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando; es la pérfida lógica del neoliberalismo que culmina en el síndrome del trabajador fundido”. Y la consecuencia, peor: “Ya no hay contra quién dirigir la revolución, no hay otros de donde provenga la represión”. Es “la alienación de uno mismo”, que en lo físico se traduce en anorexias o en sobreingestas de comida o de productos de consumo u ocio.
Comunicación. “Sin la presencia del otro, la comunicación degenera en un intercambio de información: las relaciones se reemplazan por las conexiones, y así sólo se enlaza con lo igual; la comunicación digital es sólo vista, hemos perdido todos los sentidos; estamos en una fase debilitada de la comunicación, como nunca: la comunicación global y de los likes sólo consiente a los que son más iguales a uno; ¡lo igual no duele!”.

Jardín. “Yo soy diferente; estoy envuelto de aparatos analógicos: tuve dos pianos de 400 kilos y durante 3 años he cultivado un jardín secreto que me ha dado contacto con la realidad: colores, olores, sensaciones... Me ha permitido percatarme de la alteridad de la tierra: la tierra tenía peso, todo lo hacía con las manos; lo digital no pesa, no huele, no opone resistencia, pasas un dedo y ya está... Es la abolición de la realidad; mi próximo libro será ese: Elogio de la tierra. El jardín secreto. La tierra es más que dígitos y números”.

Otros. Es la clave de sus reflexiones más recientes. “Cuanto más iguales son las personas, más aumenta la producción; esa es la lógica actual; el capital necesita que todos seamos iguales, incluso los turistas; el neoliberalismo no funcionaría si las personas fuéramos distintas”. Por ello propone “regresar al animal original, que no consume ni comunica desaforadamente; no tengo soluciones concretas, pero puede que al final el sistema implosione por sí mismo... En cualquier caso, vivimos en una época de conformismo radical: la universidad tiene clientes y sólo crea trabajadores, no forma espiritualmente; el mundo está al límite de su capacidad; quizá así llegue un cortocircuito y recuperemos ese animal original”.

Tiempo. Es necesaria una revolución en el uso del tiempo, sostiene el filósofo, profesor en Berlín. “La aceleración actual disminuye la capacidad de permanecer: necesitamos un tiempo propio que el sistema productivo no nos deja; requerimos de un tiempo de fiesta, que significa estar parados, sin nada productivo que hacer, pero que no debe confundirse con un tiempo de recuperación para seguir trabajando; el tiempo trabajado es tiempo perdido, no es tiempo para nosotros”.

Evitó comer carne para no dañar a los animales y se dañó a si mismo.


Muchos vegetarianos creen que han dado un salto gigantesco hacia la salud.

Pero en realidad, si no comprenden los principios básicos de la fisiología y la biología lo que hacen es dar un gran salto hacia la enfermedad degenerativa.
Y su evolución es más acelerada que la de los que consumen carne con moderación.
Una vez conocí a un gerente de un canal de televisión por cable que se cuidaba desde su infancia, porque fue criado como vegetariano.
Toda su vida fue vegetariano y como consecuencia de su buen estado de salud hizo una carrera exitosa en los medios de comunicación hasta que tuvo un infarto a los 65 años.
Fui a hacer una nota para la TV por cable y me contaron las maquilladoras sobre este caso.
"Si este señor se cuidó toda la vida y es vegetariano y termina con la aorta totalmente bloqueada...no vale la pena".
" Me voy a comer un gran bife de carne".
Ese era el tema del día en la sala de maquillaje antes de salir ante las cámaras.
Luego de la nota en la TV me quité el maquillaje y fui a verlo.
Entonces se armó una especie de reunión informal porque todos querían saber qué le iba a preguntar.
Me dijo que era vegetariano desde la infancia, pero que desde hace años y como vivía solo y llegaba tarde a su casa por la noche, su comida era 3 huevos fritos.
Eso cenaba cada noche.
Y llevaba varios años haciéndolo.
Los vegetarianos comen sólo cosas yin.
Verduras y frutas y casi todo crudo porque tiene más "alimento".
El cuerpo y sobre todo el cuerpo masculino necesita yang para sentir fuerza y calor.
En los meses fríos los vegetarianos comen lo único yang que su filosofía los autoriza : queso y huevos.
Su hambre de yang es inmensa.
En el Uruguay los vegetarianos tienen el hábito de tomar yerba mate.
La yerba es muy yin, se origina en los trópicos y originalmente era un brebaje que tomaban los indígenas del Paraguay y otras zonas calientes.
Es un potente diurético y laxante.
Y el poco yang que los vegetarianos consiguen en su limitada dieta se les escapa por la orina y por el tubo digestivo hiperactivo por el efecto laxante.
Este señor comía huevos y acumulaba grasas densas en sus arterias.
Generó una cardiopatía isquémica donde el estrechamiento progresivo de los vasos no se nota mientras no sea crítico.
Cuando aparecen los síntomas, el daño está hecho y muchas veces hay que operar o colocar un stent.
Evitó comer la carne para no causar daño a los animales.
Pero se dañó a si mismo.
Entonces su filosofía de no violencia terminó por generar una ultraviolencia contra si mismo.
Las culturas tradicionales satisfacen la necesidad de yang con cereal integral cocido con sal.
Durante miles de años fue así y aún hoy en día en las zonas donde los nativos viven según sus antiguas tradiciones.
Si necesitan un poco de yang animal será en cantidades mínimas y sólo en forma ocasional.
Como tienen una actividad física intensa nunca llegan a crear depósitos duros de grasas animales en sus arterias.
Sus arterias se mantienen jóvenes hasta edades avanzadas.
Los huevos tienen colesterol en cantidad en sus yemas.
Y la crianza industrial de las pobres aves lleva a un aumento del porcentaje de grasa saturada en relación a las aves que viven en libertad. 
Aves prisioneras.
Aves infelices.
Su venganza está en sus yemas anormales.
Que muchos consumen en cantidad en las grandes urbes.
Donde no hay tiempo para cocinar ni para comer lentamente.

-Martín Macedo-

martes, 26 de febrero de 2019

Los desafíos y las personas que enfrentas no son nuevas




- Todas los desafíos y personas que enfrentas en este aquí y ahora son de vidas pasadas. Es una pérdida de tiempo preocuparse y evitar la confrontación, así sólo empeoras las cosas. El momento no durará por siempre.

-  La hora de resolver los conflictos es ahora. Hoy, siente la fricción. Deja que las chispas vuelen. Llega al fondo de los asuntos. De lo contrario, vas a tener que enfrentarlos nuevamente.

Al fin y al cabo, la clave para la plenitud es tomar la máxima responsabilidad por tus reacciones a todas tus experiencias: las que te gratifican y las caóticas.

- Cualquier cosa que entre en tu vida (por otro lado tu ya sabes que fuiste tu que lo generaste), es algo que requiere acoger por completo.


-Aunque algún suceso en tu vida interpretes que no tiene sentido en el contexto de esta experiencia de vida, requieres comprender que es una lección de la cual requieres re-aprender y que viene del pasado.

-Incluso puede ser una lección acumulada de una encarnación anterior. Comprender  completamente y aceptar la responsabilidad, son la única manera de encontrar la felicidad, la plenitud y tu propósito durante este viaje.

Lo que vemos no es la realidad

Tendemos a suponer que nuestras percepciones son una representación exacta del mundo real y, de hecho, lo que percibimos nunca es el mundo directamente sino una conjetura de nuestro cerebro... como una simulación interna de una realidad externa que, sin embargo, seguimos viviendo como real.

Por un lado, los neurocientíficos se esfuerzan por comprender cómo puede existir una realidad en primera persona y, al mismo tiempo, los físicos cuánticos se plantean cómo puede existir algo que no sea otra cosa que la realidad en primera persona.

Todos los caminos confluyen en el observador.

Donald D. Hoffman afirma sin dudar que “lo que nos presenta nuestra percepción no es la realidad”. Hoffman es profesor de Ciencia Cognitiva de la Universidad de California, Irvine. Los últimos 30 años de su carrera los ha dedicado al estudio de la percepción, la inteligencia artificial, la teoría evolutiva de juegos y el cerebro. Con su trabajo intenta desarrollar “un modelo matemático del observador, tratando de llegar a la realidad detrás de la ilusión”.

Para explicarlo utiliza una metáfora contemporánea, la interfaz de escritorio del ordenador: “Supongamos que hay un icono rectangular de color azul en la esquina inferior derecha del escritorio de su ordenador ¿Quiere decir eso que el archivo en sí es azul y rectangular y vive en la esquina inferior derecha de su equipo? Por supuesto que no. Que sea azul y rectangular y esté en la esquina inferior derecha de la pantalla son las únicas categorías que tenemos disponibles para referirnos a él y sin embargo ninguna de ellas es el archivo en sí mismo”. Ese icono azul rectangular es la realidad que vemos y guía nuestro comportamiento, y oculta una realidad compleja que no necesitamos saber. “La evolución ha ido dando forma a las percepciones que nos han permitido sobrevivir y han guiado los comportamientos de adaptación”. Y ello implica que hay muchas cosas que para nosotros están escondidas porque no las necesitamos saber. Y esa es la que denominamos realidad, sea cual sea. “Si nos paráramos a averiguarlo el tigre ya nos hubiera comido”.

En este sentido, se puede afirmar que tenemos percepciones que nos mantienen vivos. De manera que “si veo algo que me parece una serpiente no lo agarro. La serpiente que veo es una descripción creada por mi sistema sensorial para informarme de las consecuencias de mis acciones”. Pero tomar en serio una percepción es distinto que tomarla de forma literal.

La física tradicional dice que podemos medir objetos y obtener los mismos resultados en las mismas condiciones de estudio. La física cuántica dice que las conclusiones finales tienen relación directa con el observador.

Hoffman sostiene que “las experiencias son la verdadera moneda del reino. Las experiencias de la vida cotidiana - mi verdadera sensación de dolor de cabeza, mi verdadero sabor del chocolate - que en realidad es la naturaleza última de la realidad”.

En una consulta en Bioneuroemoción el acompañante sabe que el cliente ha vivido la percepción de una situación como real y esa certeza le ha provocado una serie de emociones que tienen relación con experiencias pasadas de su propia vida y de sus ancestros. Durante el acompañamiento se guía al cliente para alcanzar un cambio de percepción y llegar a la toma de conciencia que le permita trascender esa información.

En el libro El Arte de Desaprender, Enric Corbera dice: ”Sabemos que vivimos en una ilusión llamada espacio/tiempo, una ilusión que nos hace creer que todo lo que nos sucede no tiene nada que ver con nosotros. Nos hace creer que hay unos acontecimientos allí fuera que no hemos de intentar controlar. Y, no hay nada que controlar, salvo prestar atención a los sentimientos que envuelven cada situación que vivimos. Esto es de una relevancia capital, pues en este instante eres el creador de tu realidad, a la que solemos llamar, en nuestra incomprensión, destino”.

“Las experiencias son la verdadera moneda del reino. Las experiencias de la vida cotidiana -mi verdadera sensación de dolor de cabeza, mi verdadero sabor del chocolate- que en realidad es la naturaleza última de la realidad”.

Donald D. Hoffman.

El origen de la soledad

¿Alguna vez te has sentido solo/a? ¿Te has preguntado qué hay detrás de este sentimiento? ¿Cómo podemos cambiarlo?

El concepto de soledad ha sido siempre fruto de debate y discusión a lo largo de la historia. Actualmente, con el uso de nuevas tecnologías podemos comprender mejor qué efectos fisiológicos pueden estar estrechamente relacionados con este sentimiento. Por ejemplo, el doctor John T. Cacioppo investigó cómo afectaba la soledad en la expresión genética y obtuvo resultados muy interesantes:

Dividió una muestra de 230 personas en dos grupos, uno donde incluyó las personas que referían sentir soledad y en otro aquellos que decían sentir apoyo social. Observó drásticas diferencias en 200 genes, estos genes estaban relacionados con reacciones antivíricas y producción de anticuerpos. El grupo que sentía soledad mostraba una llamativa menor actividad en la expresión de estos genes mientras que el grupo que decía sentirse apoyado mostraba una actividad muy superior.Por lo tanto, concluyó que cuando nos sentimos solos tenemos más predisposición a enfermar o más dificultades para recuperarnos.

Sin embargo, el dato más significativo de este experimento es que lo que determinaba la percepción de «soledad» no era el tamaño del tejido social de los participantes, con cuanta gente hablaban a diario o con quién vivían. La soledad partía de una percepción hostil del entorno, una especie de “decisión” inconsciente que les hacía vivir desconectados emocionalmente de lo que les rodeaba.

En línea con esta nueva definición, aparece el concepto de “soledad compartida”, a través del cual podemos entender la soledad no tanto como la falta de presencia física de otros seres humanos, sino como la incapacidad de conectar con ellos. Por lo tanto, la soledad no sería tanto una situación social como psicológica. Es un conflicto que puede sucederle con la misma intensidad tanto a un ermitaño que vive aislado del mundo como a alguien que vive y trabaja en una gran ciudad rodeado contínuamente de otras personas.Paradójicamente, a veces, por no “estar solos” experimentamos una soledad mucho mayor alimentando relaciones a través de las cuales nos sentimos cada vez más desconectados de nosotros mismos/as, más lejos de nuestros deseos, nuestros sueños y nuestras necesidades.

Sentirnos separados de lo que nos rodea solo refleja, en realidad, que hace tiempo que nos abandonamos a nosotros mismos, que empezamos a vivir por otros olvidándo qué queremos realmente que signifique nuestra vida, qué sentido queremos darle a nuestra existencia y a todo lo que ello abarca.

La dureza con la que juzgamos los errores de los demás y la falta de confianza que mostramos a las personas que nos rodean serán factores determinantes que influirán en esta sensación de soledad. Soledad no es estar solo, soledad es estar completamente desconectado de uno mismo. Es un rechazo hacia el propio ser que se manifiesta en el rechazo hacia los demás.

Así, podríamos concluir que la soledad puede ser en realidad una oportunidad que nos brinda la vida para conectarnos con nosotros mismos, aprender a respetarnos y conectar con nuestra esencia. Toda relación sana y constructiva parte de dos seres humanos capaces y autónomos. En muchas ocasiones necesitamos mirar hacia dentro, conectar con nosotros y reconocernos para saber que, en realidad, estar “solo/a” es una elección.


"No hay otra verdadera soledad que la soledad interior."
Thomas Merton

Haciendo inventario de uno mismo, Bhikkhu Bodh

Haciendo inventario de uno mismo, Bhikkhu Bodhi.
"Aunque en principio el camino Buddhista conduce directa e infaliblemente desde las ataduras a la libertad, cuando lo aplicamos a nosotros mismos, a menudo parece tomar una ruta difícil impuesta por los giros y las vueltas de nuestra propia topografía mental. A menos que nuestras cualidades y raíces sanas estén excepcionalmente maduras, no podemos esperar acercarnos a la meta "como el cuervo", volando sin obstáculos a través de rápidos y felices estados de concentración profunda (jhanas) y de elevada sabiduría. En su lugar, debemos estar preparados para recorrer el camino desde la tierra, moviéndonos de manera lenta, constante y cautelosa a través de los serpenteantes caminos de montaña de nuestras propias mentes. Comenzamos en el inevitable punto de partida, con la constelación única de cualidades personales, hábitos y potenciales que traemos a la práctica.
Nuestras impurezas arraigadas y nuestros delirios obstinados, así como nuestras reservas ocultas de bondad, fuerza interior y sabiduría, son al mismo tiempo el material a partir del cual se forja la práctica, el terreno por el que pasar y el vehículo que nos lleva a nuestro destino.
En el camino Buddhista, la confianza es un requisito previo para persistir en este viaje. Sin embargo, a menudo sucede que, aunque podemos estar completamente convencidos de la eficacia liberadora del Dhamma, nos tropezamos perplejos en cuanto a cómo podemos aplicar el Dhamma fructíferamente a nosotros mismos. Un paso importante hacia la obtención de los beneficios de la práctica del Dhamma consiste en hacer una evaluación honesta de nuestro propio carácter.
Si queremos utilizar de manera efectiva los métodos que el Buddha ha enseñado para superar las impurezas de la mente, primero debemos evaluar esas impurezas particulares que prevalecen en nuestra composición individual. No nos bastará sentarnos y consolarnos con la idea de que el camino conduce infaliblemente al final de la codicia, el odio y el engaño. Para que el camino sea eficaz en nuestra propia práctica, tenemos que familiarizarnos con nuestras propias codicias, odios y delirios persistentes a medida que surgen en la vida cotidiana.
Sin esta confrontación honesta con nosotros mismos, todas nuestras otras búsquedas del Dhamma pueden ser en vano y en realidad nos pueden llevar por mal camino. Si bien podemos obtener un amplio conocimiento de las escrituras Buddhistas, aclarar nuestra visión y agudizar nuestras capacidades de reflexión y, además invertir muchas horas en el cojín de meditación, si no reconocemos nuestras propias imperfecciones, estos otros logros, lejos de reducir las impurezas de nuestras mentes pueden llegar a reforzarlas.
Sin embargo, aunque una autoevaluación honesta es uno de los pasos más importantes en la práctica del Dhamma, también es uno de los más difíciles. Lo que lo hace tan difícil es la perspectiva radicalmente nueva que debe adoptarse para emprender una investigación de sí mismo y las barreras densas que deben ser penetradas para llegar a la autocomprensión verdadera. Al intentar evaluarnos a nosotros mismos, ya no estamos observando una entidad externa que podemos tratar como un objeto extraño que debe evaluarse en términos de nuestros propósitos.
En cambio, estamos observando la sede de la observación en sí misma, el lugar desde el cual contemplamos el mundo, y lo estamos haciendo desde una perspectiva critica descubriendo nuestras motivaciones y proyecciones. Entrar en este dominio de la investigación es enfrentarse a nuestro propio sentido de identidad personal y, por lo tanto, penetrar los gruesos filtros de la percepción a través de la cual entendemos el mundo y la emotividad ciega que mantienen ese sentido de identidad intacto.
Normalmente, en sumisión a nuestra necesidad de confirmarnos como individuos únicos, importantes e irremplazables, procedemos a construir imágenes mentales, de hecho, una galería de imágenes, de lo que nos imaginamos que somos.
La autoimagen que emerge de estas imágenes se convierte simultáneamente en un pilar al que nos aferramos para mantener nuestra autoestima y un punto de vista desde el cual nos orientamos hacia otros y lanzamos nuestros proyectos en el mundo. Para atenuar todo esto, la mente emplea una variedad de tácticas a espaldas de nuestra consciencia. Crea una especie de anteojeras que nos impiden la visión total, nos adula con proyecciones fantasiosas, nos impulsa a manipular personas y situaciones de manera que validan las construcciones sobre nuestras virtudes e identidad.
Todos estos proyectos nacidos de la búsqueda de probar nuestro sentido de identidad solo aumentan nuestro sufrimiento. Cuanto más nos encerramos en las imágenes que formamos de nosotros mismos, más nos alejamos de los demás y cerramos nuestro acceso a la verdad liberadora. Por lo tanto, liberarse del sufrimiento requiere que gradualmente descartemos nuestras imaginaciones, construcciones ilusorias, a través de un examen riguroso de nuestras mentes.
El venerable Sariputta, en el Discurso Sobre las Imperfecciones (MN 5), hace hincapié en el papel de la autoevaluación honesta como un requisito previo del crecimiento espiritual. Señala que al igual que un cuenco de bronce sucio, depositado en un lugar polvoriento y completamente descuidado, solo se vuelve más sucio y polvoriento, si no reconocemos los defectos de nuestras mentes no haremos ningún esfuerzo por limpiarlos y seguiremos albergando codicia, odio y engaño. Y al igual que un tazón de bronce sucio que se limpia y pule, y que con el tiempo se vuelve brillante y radiante, así mimo, si reconocemos las imperfecciones de nuestras mentes, despertaremos nuestra energía para purificarlas. La tarea del autoconocimiento requiere de esfuerzo, pero solo conociendo nuestras mentes podremos darles forma, y solo entrenando nuestras mentes podremos liberarnos."