martes, 31 de julio de 2018

Como es adentro es afuera

Hasta un simple globo tiene una boca.
Por la boca entra el alimento del globo.
Nadie pondría monedas en el globo ni granos de cebada.
Por la boca del globo entra gas, pero si entra demasiado deprisa el globo explotará y morirá.
Cuando la fuerza de expansión (yin) es demasiado poderosa la vida física es simplemente destruida.
El problema no es la expansión (yin) o la contracción (yang) sino la falta de control.
Esta preciosa sabiduría es lisamente despreciada por la ciencia moderna y tratada con desdén por la mayor parte de los occidentales.
Pero es considerada una perla de gran valor en oriente.
La mayor parte de la gente consume todos los días alimentos extremadamente yin desde la etapa intrauterina hasta el mismo día de su muerte.
Y también sus médicos, porque ellos forman parte del sistema de consumo y han sido atrapados por estos hábitos extremos.
Hasta en las cafeterías de los hospitales sirven bocadillos que tienen este poder yin formidable (refinado, blanco, blando y delicioso).
Y allí acuden hambrientas las enfermeras, los nutricionistas, los técnicos radiologos y los especialistas más encumbrados.
Sus células son como globos; comienzan a inflarse demasiado rápido y al pasar los 35-40 años no consiguen controlar su peso.
Ni su tensión arterial, ni su nivel de colesterol, ni el azúcar sanguíneo...ni siquiera su ansiedad, ni tampoco su agresividad.
Y también ellos caen en el sistema de consumo basado en medicinas para ayudar a controlar esos numerosos descontroles.
Pero como es adentro es afuera.
Si el interior está sometido a presiones excesivas y el exterior ofrece potentes responsabilidades y exigentes jornadas laborales, el yin extremo por dentro y el yang extremo por fuera termina con la paz, la salud y la felicidad de los trabajadores de la salud.
Y en ese contexto es difícil que aflore la sabiduría.
Porque el sabio ni teme ni se apura.
Mastica tranquilamente su cereal.
Respira profundamente y visualiza el ideal supremo de su vida.
Lo hace cuidadosamente hasta crear calma en su mente y en su corazón.
Y entonces recupera su paz.
De esa forma está en óptimas condiciones de dar un buen consejo.
Porque toda enfermedad se debe a un descontrol de estas gigantescas fuerzas.
Quien las ignora conduce a la gente a una extrema incertidumbre.
Pero quien las comprende trae la llave de la salud infinita para toda la humanidad.

-Martín Macedo-

lunes, 30 de julio de 2018

“¿Quién soy yo?”: la biografía de Carl Rogers








Carl Rogers (enero 8 de 1902, Oak Park, Illinois, Estados Unidos — febrero 4 de 1987, San Diego, California, Estados Unidos) fue un psicólogo de la corriente humanista conocido por su método de psicoterapia centrada en el cliente.

De acuerdo con una encuesta realizada por la Asociación Americana de Psicología (APA) en 2002, Rogers es considerado el sexto psicólogo más eminente del siglo XX. Gran parte de su mérito está en haber desarrollado una corriente terapéutica que hizo un contraste positivo con las teorías predominantes de la época: el conductismo y el psicoanálisis.

Hoy profundizamos en la vida y obra de Carl Rogers de la manera más personal posible. Acompáñanos a lo largo de este artículo, que realza las contribuciones de Rogers a la evolución de la psicología.

La vida de Carl Rogers: primeros años

“Me siento honrado y halagado al saber que un grupo desea conocer quién soy. intentaré responder a una pregunta honesta con toda la honestidad de que soy capaz” — Carl Rogers, convertirse en persona (1961), primera parte, Pág. 15

En su libro Convertirse en persona: mi técnica terapéutica (1961), Rogers dedica un importante espacio a compartir su experiencia personal y el proceso que le llevó a convertirse en psicólogo (o como él mismo prefiere llamarse: asesor personal).

“Me crié en un hogar caracterizado por estrechos lazos familiares, en una atmósfera ética y religiosa muy estricta e intransigente”, escribe Carl, el cuarto de seis hijos, que complementa los detalles más significativos de su infancia refiriéndose a mucho trabajo y poca vida social.

A los doce años, Rogers y su familia se trasladaron a una granja, evento que describe como un intento de sus padres por “alejar a los adolescentes de las tentaciones de la vida suburbana”. Ahí pasaría el resto de sus primeros años y desarrollaría dos de los intereses que tal vez hayan orientado el rumbo de su vida: las mariposas y la agricultura, curiosidades que Rogers descubrió, años después, habían sido su primera aproximación a la ciencia.


“ME CRIÉ EN UN HOGAR CARACTERIZADO POR ESTRECHOS LAZOS FAMILIARES, EN UNA ATMÓSFERA ÉTICA Y RELIGIOSA MUY ESTRICTA E INTRANSIGENTE”

A través de libros como Feeds and Feeding de Morrison, Rogers aprendió a planificar experimentos y analizar resultados respetando el método científico. Así pasaron los años siguientes de su infancia y el interés por la agricultura se mantuvo hasta la universidad, donde se inició en este campo durante los primeros dos años de educación superior.

En la búsqueda de su auténtica vocación, Rogers cambió su objetivo profesional y se inclinó por el ministerio sacerdotal; comenzó a estudiar historia y, en 1922, fue seleccionado entre una docena de estudiantes para participar en una conferencia internacional de la Federación Cristiana Estudiantil Mundial en China. Rogers describe esto como “una experiencia muy importante” donde pudo ser testigo de cómo, cuatro años después de la Primera Guerra Mundial, persistía el odio entre franceses y alemanes.

“Me vi obligado a ampliar mi pensamiento y admitir que personas muy sinceras y honestas pueden creer en doctrinas religiosas muy diferentes”, escribió Rogers. A partir de ese momento, fue inminente la separación entre Rogers y el pensamiento religioso de sus padres, hecho que define como el inicio de convertirse en una persona independiente.

En el mismo periodo, Rogers contrajo matrimonio con Helen Elliot, a quien conocía desde la infancia. En su libro Convertirse en persona, Rogers describe su matrimonio como un “constante compañerismo (…) sumamente importante y enriquecedor en mi vida”.

Más adelante, asistió al Union Theological Seminary (1924), el seminario teológico más liberal del país en esa época. Ahí empezó a sentirse atraído por los cursos y conferencias sobre psicología y psiquiatría (que apenas comenzaban a desarrollarse). Rogers recuerda especialmente a quienes contribuyeron a despertar su interés: Goodwin Watson, Harrison Elliot y Marian Kenworthy.

Más adelante, tomaría un curso sobre filosofía de la educación dictado por William H. Kilpatrick, uno de sus grandes maestros. Inició prácticas clínicas con niños bajo la supervisión de Leta Hollingworth y pronto comenzó a identificarse a sí mismo como psicólogo clínico, un paso “dado suavemente y con poca conciencia”, simplemente dedicándose a las actividades que le interesaban.
“¿Cómo me convertí en psicólogo?”

Rogers solicitó una beca en el Institute for Child Guidence. Ahí se familiarizó con los enfoques freudianos dinámicos. Poco después comenzó a trabajar como psicólogo en el Child Study Department de la Society for the Prevention of Cruelty to Children (Departamento de Estudios Infantiles de la Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Niños). Rogers aceptó este puesto a pesar de que su familia estaba creciendo y el salario ($2,900 dólares al año) no era bueno ni siquiera en esa época.

Según describe Rogers en Convertirse en persona, siempre creyó que si hallaba una oportunidad para hacer lo que más le interesaba, lo demás se solucionaría solo.

Rogers trabajó ahí durante doce años, en los cuales estudió de cerca casos de delincuencia infantil. Fue entonces cuando comenzó a notar que algo no andaba bien con los métodos y teorías de la época, que resumían el comportamiento delictivo a conductas sexuales reprimidas.


“LOS PERÍODOS MÁS FRUCTÍFEROS DE MI TRABAJO SON AQUELLOS EN QUE FUI CAPAZ DE ALEJARME POR COMPLETO DE LO QUE OTROS PIENSAN (…)

Dejó de compartir la postura de doctores como William Healy, a quien antes había seguido, y comenzó a descubrir un camino distinto alejado de “cualquier enfoque coercitivo o agresivo” para sacar a flote las verdades ocultas. Rogers descartó el uso del interrogatorio por considerarlo “superficialmente eficaz” y aprendió a ser más sutil, más delicado y comprensivo a la hora de interpretar la conducta de las personas. “Comencé a pensar que, en realidad, yo no era un psicólogo”, escribe, y que “nadie se interesaba por mis enseñanzas”.

Rogers comenzó a asistir a las sesiones de la APA (Asociación Americana de Psicología) y pudo verificar que existían investigaciones en torno al aprendizaje de las ratas y experimentos de laboratorio que no tenían nada que ver con lo que él estaba descubriendo. No obstante, hubo entendimiento con los asistentes sociales psiquiátricos, así que decidió emprender actividades en ese campo y comenzó a relacionarse con organismos locales y nacionales.

Con la creación de la American Association for Applied Psychology (Asociación Norteamericana de Psicología Aplicada, que existió entre 1937 y 1945), Rogers comenzó a desempeñarse activamente como psicólogo dictando cursos sobre cómo comprender y tratar a los niños con problemas en el Departamento de Sociología de la Universidad de Rochester. Poco a poco, el Departamento de Educación quiso incluir los cursos de Rogers en la categoría de cursos sobre educación y, más adelante, el Departamento de Psicología solicitó su permiso para incorporar los cursos, aceptándolo como psicólogo.


APORTÓ UNA MIRADA MÁS ÍNTIMA Y ASISTENCIAL DEL OFICIO DEL PSICÓLOGO

Rogers comprendió entonces que había conseguido establecer “sus propias líneas de trabajo” y que era momento de avanzar con ellas sin preocuparse por seguir o no al rebaño.

“Los períodos más fructíferos de mi trabajo son aquellos en que fui capaz de alejarme por completo de lo que otros piensan. Por todo ello, aprecio el privilegio de estar solo” — Carl Rogers, convertirse en persona (1961), primera parte, Pág. 25-26.

En 1940, Rogers fue nombrado catedrático en la Universidad del Estado de Ohio. Durante el proceso de enseñanza a sus alumnos, Rogers comenzó a darse cuenta de que había desarrollado un punto de vista muy personal que difería de las posturas establecidas. Hizo una recapitulación de sus ideas y presentó un manuscrito a la Universidad de Minnesota en diciembre del mismo año. “Por primera vez comprendí el hecho de que una idea mía, que quizá me parezca brillante y plena de potencialidades, puede representar una seria amenaza para otras personas”, escribió Rogers, que se convirtió entonces en el centro de críticas y, pero también de opiniones a favor.

A pesar de los contratiempos, Rogers estaba convencido de que tenía cosas muy importantes que aportar a la psicología, así que redactó Counseling and Psychotheraphy (1942), donde describe lo que considera una orientación más eficaz de la terapia. El libro estuvo a punto de no ser publicado, pues Rogers sólo conocía dos cursos (uno a su cargo y otro en una universidad distinta) donde era válido adoptar el texto, un panorama poco prometedor para la venta de los 2.000 ejemplares requeridos para cubrir los gastos.

El editor decidió finalmente publicar la obra cuando Rogers le dijo que la presentaría a otra editorial. Ninguno de los dos esperó nunca los resultados: 70.000 ejemplares vendidos hasta 1961.

Años más tarde, Rogers publicaría Client-Centered Therapy: Its Current Practice, Implications, and Theory (1951) y Psychotherapy and Personality Change: Coordinated Research Studies in the Client-Centered Approach (1954), donde profundizaría en las bases de su terapia centrada en el cliente.
Contribuciones de Carl Rogers a la psicología
Terapia Centrada en el Cliente, también llamada Terapia Centrada en la Persona

El concepto puede ser redundante para los superficiales, después de todo, se supone que la psicología siempre está “centrada en sus clientes”. Pero la verdad es que la filosofía Rogeriana ha tenido mucho que ver con el despertar progresivo de una praxis psicológica más cercana a las verdaderas necesidades del individuo y menos apegada al checklist rutinario, al ojo clínico, las pruebas psicométricas y el inventario de oficina.


LA TERAPIA DEBÍA SER UN ENCUENTRO ENTRO DOS SERES HUMANOS EN IGUALDAD DE CONDICIONES, DONDE EL PSICÓLOGO NO REPRESENTABA UNA FIGURA DE AUTORIDAD SINO UN AGENTE DE MEDIACIÓN

A diferencia de la terapia conductual, Rogers no se enfocó estrictamente en el análisis del comportamiento, y tampoco lo hizo en torno a los deseos e impulsos inconscientes, como el psicoanálisis, sino que aportó una mirada más íntima y asistencial del oficio del psicólogo.



Para Rogers, la terapia debía ser un encuentro entro dos seres humanos en igualdad de condiciones, donde el psicólogo no representaba una figura de autoridad sino un agente de mediación y el “paciente” era tratado como un “cliente” que solicita ser escuchado, auxiliado en su búsqueda de reencontrarse con quien realmente es.

La terapia de Rogers se basa en la premisa de que es el cliente quien sabe en realidad los males que lo aquejan, de dónde provienen y la manera de remediarlos. El psicólogo cumple la función de acompañarlo en el proceso de reconectarse consigo mismo, para lo cual no emplea interrogatorios policíacos ni adopta posturas autoritarias, sino que hace todo lo humanamente posible por comprender al otro sin juzgarlo, comprender lo que su afirmación significa para él y hacer de este un proceso doblemente enriquecedor.
Consideración positiva incondicional

Rogers creía que los psicólogos deben considerar positivamente a los clientes incluso si sus visiones subjetivas del mundo son drásticamente diferentes a las de ellos. Esto hace de la terapia una experiencia de crecimiento igualitaria para ambos, además de una experiencia justa para los clientes. “Mi comprensión de estos individuos les permite cambiar”, escribió Rogers en 1961. “Aceptar sus propios temores y sus extraños pensamientos, sus sentimientos trágicos y sus desesperanzas”.
Evidencia de la calidez humana como herramienta terapéutica

Rogers dejó evidencia de su técnica en el caso Gloria (1965), donde vemos a una mujer siendo entrevistada por él (capítulo uno), Fritz Perls, creador de la Terapia Gestalt (capítulo dos) y Albert Ellis, creador de la Terapia Racional Emotiva (capítulo tres). La filmación es una oportunidad única para ver en acción a tres de los psicólogos más importantes del siglo XX (el vídeo completo de la intervención de Rogers a continuación).

Los valores y convicciones Rogerianas son un legado incuestionable para la psicología moderna, la sociología e incluso la política y las ciencias humanas en general.

Lo que Rogers enseñó al mundo a través de sus propias experiencias es que las habilidades empáticas son inmensamente más importantes y eficaces que seguir la teoría al pie de la letra, y que la riqueza de la terapia está en el encuentro de dos seres humanos abiertos a comprenderse y ayudarse a Ser.

Referencias bibliográficas:

Rogers, Carl R. Convertirse en Persona: mi técnica terapéutica. Boston: Houghton Mifflin, 1961. También publicado en 1965 con una introducción de Peter Kramer

Eminent psychologists of the 20th century. (2018). http://www.apa.org. Consultado el 31 de marzo de 2018 en http://www.apa.org/monitor/julaug02/eminent.aspx

10 lecciones de Viktor Frankl sobre la adversidad


Viktor Frankl y la adversidad
Viktor Frankl, psiquiatra y escritor, fue internado durante la II Guerra Mundial en Auschwitx, Dachau y otros campos de concentración. Esa experiencia y su formación, le permitieron hacer una gran reflexión sobre el sentido de la vida, también sobre la adversidad, que plasmaría en diversos libros, entre los que destaca “El hombre en busca de sentido”.
Fundó la logoterapia o análisis existencial. El término deriva de “logos”, acuñado por Heráclito de Éfeso en el siglo VI a.c., Viktor Frankl lo utiliza como “sentido”, es decir, la logoterapia es la terapia que se enfoca en descubrir el sentido de la vida para cada persona. Se trata de una terapia que se utiliza para personas que sufren problemas existenciales, ante algún cambio profundo o debido a una crisis personal.
Todos pasamos por situaciones en la vida que nos producen sufrimiento y que no sabemos cómo afrontar, pero no existe una fórmula que funcione siempre, sino que debemos aceptar que el sufrimiento es parte de la vida.

La importancia de elegir

La diferencia entre una persona que sabe superar sus problemas y enfrentarse a la adversidad en la vida y una persona que no logra esa superación, es que la primera es una persona que decide, que elige ser una cosa u otra, a pesar de las condiciones que le toque vivir.
Hombre ante dos caminos

La vida tiene sentido en cualquier circunstancia

El Doctor Frankl habla en este sentido de la desesperanza como una operación matemática. La desesperanza es igual a sufrimiento sin propósito. Si una persona no puede encontrar un sentido a su sufrimiento, tenderá a la desesperanza. Pero si la persona es capaz de encontrar un sentido a la adversidad, puede convertir sus tragedias en un logro, en una forma de superación.
Tus acciones diarias te llevan a ser la mejor versión de ti mismo
Esa es una pregunta que nos debemos hacer cada día para saber quiénes somos y quiénes queremos ser, para lograr ser la mejor versión de nosotros mismos, para mostrar lo extraordinario que hay en cada uno y que los demás lo vean y puedan apreciarlo.

Piensa en por qué o por quién vale la pena vivir

Todos tenemos un por qué o por quién vivir, una razón que nos permite seguir adelante cada día, que nos motiva y que da sentido a cada segundo de nuestra existencia, a cada paso que damos o a cada acción que realizamos. Cómo reaccionamos ante condiciones que no pueden ser cambiadas, depende de nosotros.
Si no tenemos poder para cambiar la situación, siempre podemos elegir nuestra actitud frente a esa situación. Es decir, siempre hay algo en nuestro interior que podemos cambiar, cómo nos sentimos, siempre hay una parte de nosotros mismos que depende sólo de nosotros.
No importa que no esperamos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros. Piensa en lo que le aportas a la vida, en lo que espera la vida de ti, porque nuestra vida nos cuestiona y nos exige continuamente.
Lo que debemos preguntarnos es qué podemos hacer para cambiar nuestra vida, qué le aportamos al mundo y reaccionar en consecuencia
Hombre mirando al horizonte

La adversidad y el sufrimiento existen

Todo lo malo de nuestra vida es algo que existe y que debemos aceptar. Se crea una tensión entre lo que ya se ha logrado y lo que todavía queda por lograr. No necesitamos vivir sin adversidades, sino saber que van a existir, que son parte de la vida y que debemos luchar por algo que merezca la pena, dar un sentido.

Nadie es indispensable, pero todos somos irremplazables

Cuando se acepta que es imposible reemplazar a una persona, se manifiesta la responsabilidad que el hombre asume ante su existencia. Un hombre que se hace consciente de que le espera una persona o de que tiene una obra inconclusa, asume su responsabilidad y conoce el por qué, el sentido de su vida.

Descubre el sentido de tu vida

El interés del hombre no es encontrar el placer o evitar el dolor, sino encontrar el sentido de la vida. Incluso en los momentos en los que sufrimos, debemos encontrar un sentido a ese sufrimiento.
Nadie puede ponerse en tu lugar y sufrir por ti, por lo que tu única oportunidad es la actitud que adoptes ante el sufrimiento. Todos tenemos una razón de ser, pero a veces, no somos conscientes de esa razón. ¿Qué visión tienes ahora sobre la adversidad?

Biografía de Viktor Frankl, el padre de la logoterapia


viktor frankl
Muchos no saben si catalogar a Viktor Frankl como héroe, como mártir o como pensador. La verdad es que tiene mucho de cada uno de ellos.
Fue un héroe porque enfrentó con valentía las peores adversidades que puede vivir un ser humano. Fue mártir porque, aún pudiendo escapar al horror, decidió quedarse a sufrir con los suyos los embates de una guerra atroz. Y, de igual modo, fue un gran pensador, que dejó en herencia a la humanidad toda una escuela de psicología: la logoterapia.
Viktor Frankl es uno de esos seres humanos que logró deslizarse en medio de las más grandes miserias humanas y salió intacto. Fue un médico y psiquiatra austriaco, que nació en una familia de clase media, en 1905. Tuvo dos hermanos: uno mayor y otra menor.
Lo más importante es que creció en un hogar tranquilo y disfrutó de una infancia apacible. Cuenta que a los 5 años despertó en su cama, sin abrir los ojos, y tuvo un profundo sentimiento de felicidad y de amparo. Cuando abrió los ojos, su padre estaba a su lado sonriendo.
Durante su adolescencia, la familia tuvo que vivir los rigores de la Primera Guerra Mundial. Los bienes escaseaban y supieron lo que era la escasez y el hambre. Ya por esa época, Viktor Frankl era un devorador de libros que había establecido correspondencia con Sigmund Freud. Le apasionaban los enigmas de la mente humana.

Viktor Frankl y el sentido de la vida

hombre abriendo libro en un árbol
Cuando Viktor Frankl era solo un estudiante de bachillerato pronunció su primera conferencia. Llevaba por título El sentido de la vida y la impartó en la Universidad Popular de Viena. Desde muy joven le ocuparon los interrogantes a los que intentaría dar respuesta durante toda su vida: ¿por qué vivir?, ¿para qué vivir?
Aunque en principio tuvo interés en el psicoanálisis, en 1925 se distanció de Freud. Creyó que sus planteamientos eran demasiado deterministas. Entonces, comenzó a seguir de cerca la “psicología individual” de Alfred Adler. Después se interesó en las tesis de Rudolf Allers y Oswald Schwarz, fundador de la medicina psicosomática.
Desde joven sintió una gran pasión por la filosofía, especialmente por la corriente existencialista. Sin embargo, se inclinó por estudiar medicina y luego se especializó en neurología y psiquiatría. De 1933 a 1937 ejerció como psicoterapeuta en la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Viena.
En 1939 fue nombrado jefe del Departamento de Neurología del Hospital Rothschild de Viena. Ejerció exitosamente su profesión hasta su destino y el de los suyos sufrió un giro radical.

El nazismo y la Segunda Guerra Mundial

Campo de concentraciónViktor Frankl era judío y vivía en Austria. Por eso, desde muy joven comenzó a sentir las consecuencias de un nazismo en plana expansión. Todos sabían que la situación era cada vez más dura. Así, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial su hermano mayor, Walter, fue detenido y enviado a un campo de concentración.
Luego su hermana Stella huyó hacia México. Viktor solicitó la visa para ingresar a los Estados Unidos de América y le fue concedida. Sin embargo, le angustiaba la suerte que correrían sus padres, ya mayores, y también todos sus pacientes.
Fue entonces cuando tomó una decisión estremecedora, que él describió así:
“Sobre el aparato de radio estaba un pedazo de mármol. Le pregunté a mi padre qué era eso. (…) En la piedra estaba grabada en dorado una letra hebrea. Mi padre me dijo que la letra aparecía solamente en uno de los Mandamientos, en el Cuarto Mandamiento que dice: “Honra a tu padre y a tu madre y tú estarás en la tierra prometida”. Después de eso, decidí permanecer en Austria y dejar que mi visa americana caducara”.
En 1941, Viktor Frankl se casó con Tilly Grosser. Unos meses después, los nazis la obligaron a abortar el hijo que esperaban. En 1942 Viktor, su esposa y sus padres fueron obligados a ir al campo de concentración de Theresienstadt.
Al año siguiente el padre murió de hambre, muy mermado por graves problemas respiratorios. En 1944 Viktor fue trasladado al campo de Auschwitz con su esposa. Después los separarían y él no volvió a tener noticias de ella.
Todo este duro periodo de confinamiento y trabajos forzados desató grandes reflexiones para Viktor Frankl. Finalmente, fue liberado por los norteamericanos en 1945.
Su esposa, que había sido llevada al campo de Bergen-Belsen, también alcanzó a ser liberada. Sin embargo, al parecer, murió pisoteada por la multitud cuando se produjo la liberación y todos salieron en estampida. La madre de Viktor había muerto en la cámara de gas un año antes.

Viktor Frankl en busca de sentido

Cuando salió del campo de concentración, Frankl buscó a su familia y se enfrentó con la cruda verdad de que estaba solo. Ya no volvería a ver a todos aquellos que había amado. No tenía nadie a quién acudir en el mundo.
Lo primero que trató de reconstruir fue un libro suyo que estaba en manuscrito y que le había sido arrebatado al entrar en los campos de trabajo forzado. Lo logró y así salió a la luz su primer libro Psicoanálisis y Existencialismo.

Su testimonio

Viktor FranklAntes de que llegara la Navidad de ese 1945, Frankl sintió un impulso irrefrenable. Necesitaba hablar acerca de lo que había vivido y de lo que había aprendido en los campos de concentración. Contrató a tres secretarias y comenzó a decir todo lo que se le venía a la mente, mientras ellas tomaban nota.
Fueron nueve días en los que las palabras se cortaban solamente por las lágrimas que él no podía contener. Así nació la más grande obra de Viktor Frankl: El hombre en busca de sentido. Este libro ha sido traducido a casi todos los idiomas y se considera una obra maestra tanto del testimonio, como de la psicología.
Lo más conmovedor es que Frankl no quiso que fuera un recuento de crueldades, sino que su objetivo fue el de enviar un conmovedor mensaje al mundo:
“Yo quería simplemente transmitirle al lector, a través de un ejemplo concreto, que la vida tiene un significado potencial en todas las condiciones, incluso en las más miserables”.

La logoterapia, un legado para la humanidad

Viktor Frankl logró rehacer su vida. Se casó de nuevo en 1947, tuvo una hija, dos nietos y una bisnieta. Su matrimonio duró 50 felices años.
Recibió más de 40 doctorados honoris causa, publicó otros 30 libros y fue maestro en las universidades más prestigiosas del mundo, incluyendo la Universidad de Harvard, la de Stanford y la de Viena. Murió en 1997, poco después de haber realizado su primer vuelo como piloto aficionado.

El legado de Viktor Frankl

Mano con una hojaLa escuela de Frankl se denomina “logoterapia”, y actualmente cuenta con un buen número de psicólogos que aplican sus procedimientos.
Postula que el ser humano tiene tres dimensiones: la somática o física, la mental y la espiritual. Desde esta perspectiva, los problemas psicológicos surgen cuando falta fortaleza en la dimensión espiritual y/o un sentido definido para la vida.
Para los logoterapeutas, “la voluntad de sentido” es lo que permite impulsar la vida. ¿Cómo se logra encontrar ese sentido? Según Frankl y sus seguidores, hay tres caminos para lograrlo: la creación, la experiencia afectiva trascendental y la actitud hacia el sufrimiento.
Lo primero corresponde a los valores de creación, tiene que ver con la capacidad de hacer arte, escribir, etc. Lo segundo se inscribe dentro de los valores de experiencia, relacionados con la interacción interpersonal y la vivencia de sensaciones. El último hace referencia a los valores de actitud y suponen la capacidad para superar el sufrimiento.
El mensaje que Viktor Frankl quiso transmitir es que los trastornos mentales se originan no en el sufrimiento, sino en el significado que se le otorga a este.
Lo más interesante de este planteamiento es que no se trata de una elaboración teórica, sino que el propio Frankl lo aplicó en sí mismo y así logró sobrevivir al holocausto. Su vida fue, sin duda alguna, una muestra de que el ser humano es capaz de elevarse por encima de cualquier circunstancia.

El mito del ave Fénix o el maravilloso poder de la resiliencia

Carl Gustav Jung nos explicó en su libro “Símbolos de transformación” que el ser humano y el ave Fénix tienen muchas similitudes. Esa emblemática criatura de fuego capaz de elevarse majestuosamente desde las cenizas de su propia destrucción, simboliza también el poder de la resiliencia, esa capacidad inigualable donde renovarnos en seres mucho más fuertes, valientes y luminosos.
Si hay un mito que ha nutrido prácticamente todas las doctrinas, culturas y raíces legendarias de nuestros países es sin duda ese que hace referencia al ave Fénix. Se decía de él que sus lágrimas eran curativas, que tenía una gran resistencia física, control sobre el fuego y una sabiduría infinita. Era, en esencia, uno de los arquetipos más poderosos para Jung, porque en su fuego se contenía tanto la creación como la destrucción, la vida y la muerte…
No obstante, y esto vale la pena recordarlo, es en el Antiguo Egipto donde aparecen los primeros testimonios culturales y religiosos alrededor de esta figura y donde a su vez, se da forma a esa imagen que tenemos en la actualidad sobre la resiliencia. Cada detalle, matiz y símbolo que perfila este mito nos ofrece sin duda un buen ejercicio sobre el que reflexionar.

El ave Fénix o el poder de renacer de nuestras cenizas

Viktor Frankl, neuropsiquiatra y fundador de la logoterapia, sobrevivió a la tortura de los campos de concentración. Tal y como él mismo explicó en muchos de sus libros, una experiencia traumática siempre es negativa, sin embargo, lo que suceda a partir de ella depende de cada persona. En nuestra mano está alzarnos de nuevo, cobrar vida una vez más a partir de nuestras cenizas en un triunfo sin igual o por el contrario, limitarnos a vegetar, a derrumbarnos…
Esta capacidad admirable por renovarnos, por recobrar el aliento, las ganas y las fortalezas a partir de nuestras miserias y cristales rotos pasa primero por una fase realmente oscura que muchos habrán vivido sin duda en piel propia: hablamos de la “muerte”. Cuando atravesamos un momento traumático todos “morimos un poco”, todos dejamos ir una parte de nosotros mismos que ya no volverá, que ya nunca será igual.
De hecho, Carl Gustav Jung establece nuestra similitud con el ave Fénix porque también esta criatura fantástica muere, también él propicia las condiciones necesarias para fallecer porque sabe que de sus propios restos emergerá una versión de sí misma mucho más poderosa.
Así, y de entre todas los mitos alrededor de esta figura, es la Egipcia la que nos ofrece como decíamos esos puntos clave en los que debemos detenerlos para entender mejor la relación del Fénix con la resiliencia. Veámoslos a continuación.
Ave Fénix en el antiguo egipto

El ave Fénix en Egipto

Ovidio explicaba en sus textos que en Egipto, el ave Fénix moría y renacía una vez cada 500 años. Para los egipcios esta garza majestuosa era Bennu, un ave asociada a las crecidas del Nilo, al Sol y a la muerte, y que según explicaban, había nacido bajo el árbol del Bien y del Mal. Esta criatura fantástica entendía que era necesario renovarse cada cierto tiempo para adquirir mayor sabiduría y para ello, seguía un proceso muy meticuloso.
Volaba por todo Egipto para construirse un nido con los elementos más bellos: ramas de canela, ramas de roble, nardos y mirra. Después, acomodado en su nido, entonaba una de las melodías más bellas que los egipcios habían escuchado jamás para seguidamente, dejar que las llamas lo consumieran por completo. Tres días más tarde, el ave Fénix renacía lleno de fuerza y poder. A continuación, cogía su nido y lo dejaba en Heliópolis, en el templo del Sol para iniciar así un nuevo ciclo con el que ofrecer inspiración al pueblo de Egipto.

La resiliencia y nuestro “nido” de transformación

Tal y como vemos podido ver, el mito egipcio del ave Fénix es una historia bellísima. Sin embargo, analicemos ahora alguno de sus detalles. Detengámonos por ejemplo en cómo construye el Fénix su nido. Busca las materias más ricas de su tierra, esas que combinan a la vez delicadeza y fortaleza, y que le ayudarán en su transformación, en su ascensión.
Si lo pensamos bien, este proceso es muy similar al que conforma la dimensión psicológica de la resiliencia. Porque también nosotros buscamos esos elementos mágicos con los cuales construir un nido bien resistente donde aunar fortalezas.
El ser humano debe desplegar sus alas para sobrevolar su universo interior en busca de las ramas de su autoestima, la flor de su motivación, la resina de su dignidad, la tierra de sus ilusiones y el agua tibia de su amor propio…
Todos esos componentes le ayudarán en su ascenso pero no sin antes ser consciente de un aspecto: que habrá un final, que una parte de nosotros mismos se irá también, se convertirá en cenizas, en los restos de un pasado que nunca más volverá.
No obstante, esas cenizas no se las llevará el viento, al contrario. Formarán parte de nosotros mismos para dar forma a un ser que renace del fuego mucho más fuerte, más grande, más sabio… Alguien que tal vez sirva de inspiración a los demás pero que, ante todo, nos permitirá seguir adelante con el rostro bien alto y las alas bien abiertas.