domingo, 10 de febrero de 2019

No hay que destruir nada.


La célula maligna no está ahí para que la mates.
Es una parte de ti.
Y si no la aceptas crearás un conflicto, una división.
Y si estás dividido no tendrás ningún poder.
Si el objetivo de la medicina es matar células malignas, y si pone toda su voluntad y pasión en ello tendrá éxito.
Pero como las malignas y las saludables son un todo inseparable, al destruir a las malas también destruirá la salud.
Atacar al cáncer es atacar a la humanidad.
Es como la bomba atómica sobre Nagasaki en 1945.
Mataron a muchos soldados enemigos.
Pero también murieron niños, ancianos y personas pacíficas.
No se puede separar lo militar de lo civil.
Ni las células malas de las buenas.
Si ataco a los síntomas ataco al hombre.
Si ataco a las plagas ataco al planeta.
La visión dualista separa a los buenos de los malos.
Pone una gran tenacidad en aniquilar a los malos y así crear un mundo perfecto, donde sólo habitan los buenos.
La luz y la oscuridad deben coexistir.
El sonido y el silencio deben convivir.
Si desaparece el silencio también desaparece el sonido.
La medicina que se erige como una medicina que combate las enfermedades es una completa locura.
Las enfermedades nunca podrán ser erradicadas.
Porque si así fuera desaparecería la humanidad.
La salud y la enfermedad son como oriente y occidente.
Uno existe gracias a la existencia del otro.
La macrobiótica no combate la enfermedad.
Aprende de ella.
Se hace fuerte con ella.
Evoluciona con ella.
Obtiene fuerzas de ella.
Cuando la voluntad se enfoca en la salud, ésta se expresará y será la cara visible de la moneda.
Y la enfermedad permanecerá oculta, invisible.
Esperando pacientemente su oportunidad de expresarse y convertirse en la cara visible.
A ella también le gusta ser protagonista.
Un deportista de élite trabaja intensamente para permanecer en la cima.
Las penurias y el hambre de sus comienzos le dieron la motivación para escalar hasta la cima.
Y le siguen dando los motivos para mantenerse en lo más alto.
Por eso hay que abrazar la dualidad.
No hay que destruir nada.
Sólo tener claro qué lado de la moneda queremos experimentar.
Y enfocarnos con pasión infinita en él.
Porque aquello en lo que nos enfocamos aumenta.
Y aquello a lo que quitamos nuestra atención disminuye.

-Martín Macedo-

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