lunes, 31 de agosto de 2020

¿Qué es un paradigma?

La expresión “cambio de paradigma” está muy de moda. Y no es para menos. Ha llegado la hora de cuestionar nuestras viejas creencias para adoptar una nueva actitud y mentalidad frente a la vida.
Aunque es imposible encontrar a dos individuos completamente iguales, todos compartimos una misma naturaleza humana. Todos tenemos necesidades, deseos y expectativas. De ahí que a nivel emocional también compartamos una serie de carencias, frustraciones y miedos. En paralelo, si bien nuestros rasgos faciales, nuestro color de piel o nuestro tamaño y altura varían en función de nuestra genética y nuestras circunstancias geográficas y ambientales, todos disponemos de un cuerpo, una mente y un corazón. Por eso gozamos de la capacidad de experimentar, pensar y sentir.
Y entonces, si todos compartimos una misma condición humana, ¿por qué somos tan diferentes? La respuesta no es sencilla. Entre otras muchas variables, es esencial señalar que en función de dónde hemos nacido y el tipo de condicionamiento que hemos recibido, cada uno de nosotros ha creado una identidad personal en base a las creencias familiares, culturales, profesionales, políticas, religiosas y económicas con las que hemos sido moldeados por la sociedad.
Prueba de ello es el hecho de que la gente que nace en un determinado país (o comunidad) suele utilizar un determinado idioma, defender una determinada cultura, estar afiliada a un determinado partido político, seguir una determinada religión e incluso apoyar a un determinado equipo de fútbol. El quid de la cuestión radica en que normalmente no elegimos nuestras creencias (que condicionan nuestra forma de comprender la vida), nuestros valores (que influyen en nuestra toma de decisiones), nuestras prioridades (que reflejan lo que consideramos más importante) y nuestras aspiraciones (que marcan aquello que deseamos conseguir).
Más concretamente, este conjunto de creencias, valores, prioridades y aspiraciones constituyen nuestro «paradigma», que vendría a ser la manera en la que vemos, comprendemos y actuamos en el mundo. La importancia de hacer consciente y comprender nuestro paradigma radica en el hecho de que también determina nuestras necesidades y motivaciones. Es decir, lo que creemos que necesitamos para ser felices y lo que nos mueve a hacer lo que hacemos en la vida.
También es la raíz desde la que nace nuestra manera subjetiva de pensar y el tipo de actitud que solemos tomar frente a nuestras circunstancias. En base a todo ello, solemos cosechar una serie de experiencias y resultados, que son los que finalmente determinan nuestro grado de bienestar o malestar. Lo cierto es que cada uno de nosotros mira y filtra la realidad a través de unas gafas determinadas, cuyo color ha sido elegido y pintado por el entorno socioeconómico en el que nos hemos desarrollado como individuos.
DISTORSIONADORES DE LA REALIDAD
“Cada vez que te encuentres del lado de la mayoría es tiempo de hacer una pausa y reflexionar.”
(Mark Twain)
Sin ir más lejos, basta con echar un rápido vistazo a lo que sucede en un campo de fútbol. Imaginemos un partido entre el F. C. Barcelona y el Real Madrid. Estamos en el minuto noventa y el resultado es de empate a cero. De repente, un delantero del Barça se mete en el área pequeña del conjunto madrileño, choca con un defensa y se cae al suelo. Seguidamente el árbitro pita penalti a favor del equipo culé. Y esta decisión provoca que los aficionados del Madrid griten indignados que «¡no es penalti!», que el delantero del Barça «¡se ha tirado!», al tiempo que comienzan a ponerse tensos por miedo a perder el partido.
En paralelo, los seguidores del F. C. Barcelona se han puesto muy contentos, comentando entre ellos que el defensa merengue «¡le ha hecho falta!» a su jugador, provocando un «claro penalti». Lo interesante de este ejemplo es que frente a un mismo hecho externo, objetivo y neutro un jugador culé se ha caído en el área pequeña del Real Madrid tras chocar contra un defensa rival se han producido dos maneras antagónicas de mirar y de vivir dicho suceso.
De esta manera, se puede concluir que cada uno de los aficionados que está viendo el partido ha realizado una interpretación totalmente subjetiva, que depende de las creencias, los deseos y las expectativas con los que está identificado. Y por «identificado» nos referimos a «aquellas ideas, hechos o cosas que creemos que forman parte de nuestra identidad». Por seguir con el ejemplo anterior, cada uno de los aficionados se identifica con uno de los dos equipos. Es decir, que inconscientemente cree que para ser feliz y sentirse bien su equipo debe ganar.
Así, cuanta mayor es nuestra identificación con algo, mayor es la distorsión que hacemos de la realidad. De ahí que la mitad de aficionados haya visto penalti y se muestre excitada y la otra mitad haya visto que no era y se haya indignado. Lo curioso es que si el delantero del Barça finalmente fallara el penalti, el estado de ánimo de uno y otro bando cambiaría por completo en cuestión de segundos. Eso sí, en el caso de que hubiera algún aficionado que no estuviera identificado ni con el F. C. Barcelona ni con el Real Madrid, estaría en mayor disposición de ver e interpretar lo que ha sucedido con mayor objetividad y neutralidad. Y, en consecuencia, de disfrutar de la final del mundial sin poner en juego su salud emocional.
Aunque la realidad es la misma para todos, cada uno de nosotros la está deformando y experimentando de forma subjetiva. De ahí que sea fundamental comprender cuáles son los pilares del paradigma actual, también denominado «viejo paradigma». Principalmente porque está basado en la ignorancia y genera resultados de lucha, conflicto e insatisfacción. De ahí que se encuentre en decadencia. Por eso, a menos que cuestionemos los fundamentos sobre los que hemos construido el sistema y, por ende, nuestra identidad, difícilmente podremos abandonar el camino prefabricado por el que transita la mayoría.
Este artículo es un capítulo del libro El sinsentido común, de Borja Vilaseca, publicado en 2011.

La abismal diferencia entre reaccionar y responder

La nueva realidad requiere que cambiemos de mentalidad, abandonando la postura victimista y reactiva a una nueva mentalidad sustentada en la responsabilidad y la proactividad.
El cambio de mentalidad individual es el motor de la transformación de las empresas y del sistema en el que vivimos. Así, en la medida en que este proceso se vaya extendiendo y consolidando, lenta pero paulatinamente vamos a presenciar el amanecer de la denominada «sociedad orgánica». Es decir, una sociedad construida sobre los principios y valores éticos con los que conectamos cuando vivimos desde nuestra verdadera esencia.
Para saber si estamos operando según los parámetros del viejo o del nuevo paradigma basta con verificar si nuestra actitud general frente a la vida es el victimismo o la responsabilidad. Y en consecuencia, si nuestro estado de ánimo está condicionado por la reactividad, el conflicto y el sufrimiento o más bien por la proactividad, la aceptación y la felicidad. Dicho de otra manera: ¿Somos de los que nos quejamos cuando el agua de la ducha sale fría, o de los que valoramos y agradecemos cada vez que sale caliente?
Al igual que en una habitación la oscuridad no puede cohabitar con la luz, al asumir la responsabilidad personal el victimismo va perdiendo fuerza y protagonismo. Y poco a poco van desapareciendo las protestas, las lamentaciones, las críticas, los juicios, las quejas y demás actitudes ineficientes que tanto cianuro vierten en nuestro organismo. Como resultado, lo que nos queda son pensamientos y comportamientos originados desde la comprensión y la aceptación de que nuestras circunstancias son como son.
Dado que no podemos cambiar ni controlar lo que nos sucede o de afuera, el reto es aprender a poner nuestro foco de atención en lo de adentro. Es decir, en la actitud que tomamos frente a los hechos en sí. No en vano, la responsabilidad es la habilidad de responder. Y como cualquier otra capacidad, podemos cultivarla por medio del entrenamiento diario. En este sentido, comencemos haciéndonos una simple pregunta: ¿de qué manera somos co-creadores y corresponsables de las situaciones adversas que afrontamos en nuestro día a día?
DECISIONES Y CONSECUENCIAS
“Hemos levantado la estatua de la libertad sin haber construido primero la de la responsabilidad.”
(Viktor Frankl)
En caso de que alguien nos insulte con rabia, por ejemplo, asumir la responsabilidad consiste en primer lugar en aceptar que quien nos ha insultado tiene todo el derecho a hacerlo, de la misma manera que nosotros tenemos todo el derecho de insultar a quien queramos. Así, los seres humanos somos 100% libres de hacer lo que queramos en eso consiste el libre albedrío, pero 0% dueños de las consecuencias que tienen nuestras decisiones y nuestros actos.
Partiendo de esta premisa, lo primero que conseguimos al asumir la responsabilidad es no reaccionar ante el insulto. O más concretamente: no perturbarnos por lo que la otra persona esté en lo cierto o no, y más allá del tono emocional con el que se exprese, ha dicho acerca de nosotros. Al conectar y vivir desde nuestra verdadera esencia, podemos elegir la manera de tomarnos las cosas que nos suceden.
De ahí que con la práctica y el entrenamiento escojamos afrontarlas con serenidad y aceptación. Principalmente porque es lo mejor que podemos hacer para preservar nuestro bienestar. Encarar lo que nos pasa con una actitud defensiva y beligerante no sirve para solucionar nada. Más bien complica y agrava la situación. La lucha y el conflicto tan sólo dan como resultado más lucha y más conflicto. Y en consecuencia, más sufrimiento.
Siguiendo con el ejemplo de la persona que nos ha insultado, al aceptar esta situación y no reaccionar, el insulto deja de tener poder sobre nosotros. Y al no tomárnoslo como algo personal, ni siquiera lo recibimos. Dado que nuestro estado de ánimo no se ha visto afectado por el insulto, no sentimos la necesidad de defendernos ni de atacar. Esencialmente porque tampoco tenemos la noción de que exista ningún agresor. Es más, al ver e interpretar la escena con objetividad y neutralidad, lo único que percibimos es una persona que al lanzar un insulto con rabia, primera y únicamente se ha dañado a sí misma. Más que verdugo, nuestro supuesto agresor ha sido en realidad víctima de su incompetencia emocional.
Esta es la razón por la que al entrenar el músculo de la responsabilidad, no reaccionamos al odio con más odio, sino que respondemos al odio con comprensión. Es decir, empatizando con el ser humano que tenemos delante, asumiendo que lo está haciendo lo mejor que sabe en base a su grado de entendimiento, a su estado de ánimo y a su nivel de consciencia. Y que el hecho de insultarnos no se debe a la maldad, sino a la ignorancia.
Por más que no estemos de acuerdo con el insulto, la otra persona al igual que nosotros está en su derecho de cometer errores para aprender y evolucionar. En el caso de contar con información veraz, energía vital y entrenamiento, seguramente actuaría de una manera más constructiva, ahorrándose la desagradable ingesta de chupitos de cianuro.
¿REACCIONAR O RESPONDER? 
“Un signo evidente de consciencia y sabiduría es la capacidad de elegir cómo nos tomamos las cosas que nos pasan.”
(Anthony de Mello)
Y he aquí el quid de la cuestión. Al escoger no reaccionar ante el insulto podemos responder de la mejor manera posible. Y por «mejor» nos referimos a profesar una actitud, una palabra o un comportamiento útil, constructivo y eficiente. Y desde un punto de vista emocional, beneficioso tanto para nosotros como para la otra persona. Además, al entrenar nuestra habilidad de responder, fortalecemos la conexión con nuestra verdadera esencia, adentrándonos en un círculo virtuoso. Lo cierto es que al vivir desde lo mejor de nosotros mismos, aflora una inteligencia esencial que nos permite elegir libre y voluntariamente la manera de interpretar y de experimentar lo que nos sucede.
Por ello, cada vez que afrontemos una circunstancia adversa y nos venga a la mente un pensamiento perturbador, podemos aplacarlo por medio del discernimiento y la sabiduría. Y para lograrlo, hagámonos una simple pregunta en nuestro fuero interno: «¿Qué es lo que no estamos aceptando?» La respuesta nos hará ver que la limitación que genera nuestro sufrimiento no se encuentra en nuestras circunstancias, sino en nuestra manera de verlas e interpretarlas. En el caso del insulto, nuestra actitud victimista y nuestra conducta reactiva surgen al no aceptar que la otra persona tiene derecho a equivocarse y a pensar lo que quiera de nosotros.
Por medio de esta revelación, verificamos que nuestro sufrimiento no tiene nada que ver con la realidad, sino con nuestros pensamientos acerca de la realidad. Si bien solemos creer que seremos felices cuando cambien nuestras circunstancias, de pronto descubrimos que nuestras circunstancias comienzan a cambiar en la medida que aprendemos a ser felices. Por eso, la raíz de la responsabilidad se encuentra siempre en la conquista de nuestros pensamientos. Esencialmente porque estos son como semillas, que dan como fruto palabras, actitudes y comportamientos, que a su vez van determinando el rumbo que va tomando nuestra existencia.
Nos guste o no, somos co-creadores de nuestra realidad. En base a esta comprensión, la culpa, el rencor y el resentimiento van cayendo por sí mismos, al tiempo que lo hacen la violencia, el odio, la venganza y el castigo. Todos estos parásitos y venenos emocionales carecen por completo de utilidad y de sentido. Más que nada porque son autodestructivos. Y al liberarnos de ellos, empezamos a ver con más claridad por qué nuestras circunstancias actuales son como son y a comprender de qué manera pueden ser diferentes.
Aunque es cierto que cada uno de nosotros parte de una situación física, emocional y económica determinada, todos tenemos la posibilidad de convertirnos en quienes estamos destinados a ser, aprendiendo a experimentar felicidad (0% sufrimiento), paz interior (0% reactividad) y amor (0% lucha y conflicto y, en consecuencia, 100% servicio). La paradoja es que si bien el victimismo nos esclaviza, la responsabilidad nos hace libres. Y es precisamente esta libertad interior la base sobre la que podemos seguir nuestro propio camino por medio de interpretaciones y decisiones más sabias, que a su vez nos reporten nuevos y mejores resultados en las diferentes dimensiones de nuestra existencia.
Este artículo es un capítulo del libro El sinsentido común, de Borja Vilaseca, publicado en 2011.

Inocencia, ignorancia y sabiduría

Todos los seres humanos nacemos en la inocencia, somos condicionados para vivir en la ignorancia y solamente en algunos casos nos atrevemos a iniciar el camino hacia la sabiduría, el cual pasa irremediablemente por conocernos a nosotros mismos.
Con respecto a la creación de nuestro sistema de creencias y, por ende, de nuestra identidad, los seres humanos atravesamos tres etapas, tal y como describe el sabio Gerardo Schmedling. La primera se conoce como el estadio de «inocencia», que se produce desde que nacemos hasta los diez años, aproximadamente. Cabe señalar que durante nuestra infancia nos creemos indiscriminadamente todos los mensajes procedentes de la sociedad en general y de nuestros padres en particular. No importa quién nos lo diga y da igual qué nos digan. Nos lo creemos porque somos inocentes: no tenemos ninguna referencia con la que comparar o cuestionar la información que nos llega del exterior.
Por medio de estas creencias de segunda mano vamos creando nuestra personalidad. Es decir, nuestro falso concepto de identidad. Al ser niños indefensos, no podemos protegernos de la poderosa influencia que ejercen los demás en nosotros. Esta es la razón por la que solemos cargar en nuestra mochila emocional los miedos, las carencias y las frustraciones de la generación que nos precede. En el estadio de inocencia somos esponjas que lo absorbemos todo, sin preguntarnos si eso que absorbemos es realmente lo que nos conviene absorber.
La segunda etapa en el proceso de construcción de nuestra identidad se denomina «ignorancia», la cual suele comenzar durante la pubertad. Una vez ya se ha conformado nuestro sistema de creencias, empezamos a pensar y a comportarnos en base a la programación con la que hemos sido condicionados. Y dado que este condicionamiento está compuesto por creencias limitantes y erróneas, nos sentimos profundamente inseguros, acomplejados y confundidos, lo que ocasiona nuestra primera gran crisis existencial. Además, en la medida que vivimos y funcionamos a partir de estas creencias ajenas, la programación inculcada se va consolidando en nuestro modelo mental, el cual se proyecta físicamente por medio de nuestra personalidad.
LA REPROGRAMACIÓN MENTAL
“Saber que se sabe lo que se sabe y saber que no se sabe lo que no se sabe: en eso consiste la sabiduría”Jean Baptiste Alphonse Karr
Al repetirnos una y otra vez determinados mensajes e ideas escuchados en nuestra infancia sobre lo que hemos de ser, hacer y tener para ser aceptados como individuos normales por la sociedad, finalmente terminamos convirtiéndonos en eso que creemos ser. Y lo cierto es que muchos nos quedamos anclados en esta fase de ignorancia el resto de nuestra vida. Dado que cambiar las creencias con las que nos sentimos identificados implica remover pilares muy profundos de nuestra psique, algunos no volvemos a modificar la información interiorizada a los 18 años.
Si bien todos pasamos por la inocencia –ausencia de información– y la ignorancia –información errónea y limitante–, la tercera fase es opcional. Se la conoce como «sabiduría», y consiste en manejar información verificada a través de nuestra experiencia. Esta etapa comienza el día que nos comprometemos con mirarnos en el espejo para cuestionar las creencias con las que de pequeños fuimos educados. Así es como empezamos a ir más allá de nuestro falso concepto de identidad.
En paralelo a este proceso de autoconocimiento, comienza la denominada «reprogramación mental». Y ésta consiste en modificar todas las creencias limitadoras que hemos absorbido de forma inconsciente por creencias potenciadoras, alineadas con la información de sabiduría que hemos corroborado de forma consciente. Así, en la medida que vamos desenmascarando aquellas creencias que nos comportan malestar –como que nuestra felicidad depende de algo externo– las vamos sustituyendo por nueva información verificada, como que nuestra felicidad sólo depende de nosotros mismos.
En este punto de nuestro camino evolutivo adquiere una enorme importancia confirmar la veracidad o falsedad de los dogmas que nos han sido impuestos. Más que nada porque la mentira es el alimento de nuestro instinto de supervivencia emocional. De ahí que haga engordar nuestro egocentrismo y, por ende, nuestro nivel de malestar y sufrimiento. En cambio, la verdad es lo que nutre nuestra auténtica esencia. Es decir, todos aquellos pensamientos que dejan paz y armonía en nuestra mente y todos aquellos actos que dejan paz y armonía en nuestro corazón.
Este artículo es un extracto del libro “El sinsentido común”, publicado por Borja Vilaseca en septiembre de 2011.

domingo, 30 de agosto de 2020

Estamos vivos y eso es lo único que requerimos para ser felices

Estamos vivos y eso es lo único que necesitamos para ser felices. Pero dado que lo habitual es que estemos desconectados de nuestro corazón, solemos sentir un desagradable y molesto vacío en nuestro interior. Prueba de ello es que en general somos incapaces de estar solos, en silencio y sin hacer nada. Primordialmente porque al abandonar cualquier distracción y quedarnos en un estado de quietud, empezamos a escuchar y a conectar con nuestro mundo interior, el cual a menudo rebosa insatisfacción.
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Para trascender este malestar, el mejor remedio reside en aprender a fluir. Y lo cierto es que el primer paso es a menudo el más difícil. Consiste en salirnos de la rueda mecánica en la que se ha convertido nuestra existencia para dedicar tiempo y espacio para estar con nosotros mismos sin distracciones de ningún tipo. De hecho, no hacer nada es la acción por excelencia. Esencialmente porque es en el silencio y en la inactividad donde reconectamos con lo que somos y con lo que sentimos. Sin embargo, dado que llevamos tantos años escapando de nuestro malestar, esto es precisamente lo primero con lo que nos encontramos. Así, el vacío existencial es la cortina de humo que nos separa de nuestra verdadera esencia y, en consecuencia, de nuestro bienestar.
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Si no nos permitimos conectar y sentir el dolor emocional que anida en nuestro corazón, jamás nos liberaremos de él. Y a menos que lo extraigamos de nuestro organismo, seguiremos siendo incapaces de disfrutar plenamente del aquí y ahora. La sensación de fluidez con la que podemos vivir cada momento sólo es posible si nos sentimos a gusto y en paz con nosotros mismos en el presente. Es entonces cuando se nos revelan dos verdades inmutables: que «nosotros somos lo que andamos buscando» y que «no hay mayor fuente de felicidad que vivir en el presente, en un íntimo contacto con la realidad». Esta es la esencia de la sobriedad. De pronto corroboramos que nuestro bienestar no depende de ningún estímulo externo. Y esta comprensión nos permite vivir desde la no-necesidad.

Borja Vilaseca

Eneatipo 7: el que teme sufrir

Son personas que no soportan contactar con el dolor y el vacío que habita en sus profundidades. De ahí que tiendan a ser hedonistas e hiperactivas. Su aprendizaje pasa por transformar su gula en sobriedad, cultivando el silencio y el hacer nada.
A continuación hago un breve resumen del eneatipo 7 cuando está identificado con el ego y de cuando está conectado con el ser.
ENEATIPO 7
Identificado con el ego
EL QUE TEME SUFRIR
Glotón, disperso, evasivo, insaciable, hiperactivo y acelerado

Breve descripción
Su problema es que no soporta contactar con el vacío existencial. Tiende a desarrollar una personalidad divertida, alegre y positiva, utilizando el sentido del humor como mecanismo de defensa. No escucha a los demás porque no se escucha a sí mismo. Suele ser hiperactivo y hedonista, obsesionándose con la búsqueda de placer en el corto plazo como antídoto para sepultar su aburrimiento crónico. Vive en el futuro, es muy disperso y le cuesta mucho estar presente y concentrarse. Es experto en huir el dolor y parchear el malestar por medio del ruido, la adicción, los planes, la evasión o el entretenimiento. Siempre quiere más y nunca se siente del todo satisfecho.

Herida de nacimiento
Sensación de vacío e insatisfacción.

Principales patrones de conducta inconscientes del ego
-Intenta llenar el vacío que percibe en su interior con personas y experiencias placenteras y gratificantes; es hiperactivo y le cuesta mucho estarse quieto.
-Su mente no deja de parlotear; a veces puede llegar a pensar en muchas cosas al mismo tiempo, de ahí que le cueste concentrarse y escuchar a los demás.
-Da la impresión de sentirse siempre alegre y feliz, cuando en realidad acumula mucho dolor en su interior; utiliza el humor como mecanismo de defensa.
-Le incomoda estar solo y en silencio, pues entra en contacto con el vacío existencial; tiende a volverse adicto al placer para escapar del dolor.
-Se suele aburrir cuando no encuentra suficientes estímulos en el ambiente; tiende a pensar que algo mejor y más divertido está sucediendo en otra parte.

Oriol no solía hablar nunca en serio. Siempre estaba contando chistes y haciendo bromas, evitando a toda costa tomarse en serio la vida. Recuerda que, cuando su mejor amigo le explicó que estaba sufriendo muchísimo a causa de un desengaño amoroso, empezó a reírse y le dijo que no había nada que no se solucionara con un par de rondas de cerveza. Con el tiempo, su amigo empezó a distanciarse, pues sentía que no podía contar con él para hablar sobre este tipo de asuntos.
Recuerdos de infancia
Asocia su infancia con el sentimiento de haber sido desatendido prematuramente por sus padres. E incluso recuerda haber aprendido que, para sentirse seguro y confiado, debía rodearse de juguetes, experiencias y personas estimulantes y gratificantes. Así, poco a poco interiorizó que no estaba bien sentir dolor ni estar triste.

Miedo inconsciente
Verse despojado de todo, quedarse sin nada, así como sentir dolor y sufrimiento. Teme conectar con su ansiedad y su vacío interiores.

Visión subjetiva y distorsionada del mundo
El mundo está lleno de oportunidades para escapar de su dolorosa realidad interna; por tanto, mira obsesivamente hacia el futuro.

Natalia solía inquietarse cuando alguna situación no lograba distraerla o excitarla lo suficiente. Necesitaba siempre estímulos divertidos o gratificantes, si no, en seguida pensaba en algún otro plan que la hiciera sentirse mejor. Cuando iba a practicar surf y no había olas, en vez de sentarse y contemplar el horizonte, la ansiedad que anidaba en su interior la obligaba a movilizar a los demás para hacer alguna otra cosa. Así escapaba de su mayor temor: quedarse quieta «sin hacer nada», algo que la incomodaba profundamente.
Principal defecto
La gula, que le lleva a desear de forma insaciable vivir experiencias gratificantes y placenteras para parchear el dolor y huir de su vacío interior.

Otras emociones dominantes
Aburrimiento e insatisfacción.

Cómo quiere ser visto por los demás
Como una persona feliz, positiva y alegre, que disfruta plenamente de la vida.

Leticia solía presentarse con una sonrisa y se mostraba siempre alegre y entusiasmada. Cuando en alguna ocasión le pasaba algo dramático, en seguida trataba de tomárselo con sentido del humor, restándole toda importancia. Así conseguía evitar el contacto con el dolor.
 Trastorno de personalidad
Déficit de atención con hiperactividad (TDAH).

Descentramiento
Finalmente, después de identificarse plenamente con el ego y sufrir las consecuencias propias de su eneatipo, termina por descentrarse y manifestar los rasgos más oscuros del eneatipo 1, como la ira, la crítica, la exigencia y la queja.

ENEATIPO 7
Conectado con el ser
SOBRIEDAD
Alegre, feliz, gracioso, presente, agradecido y abundante

Cualidad esencial
Al recuperar el contacto con el ser, reconecta con su cualidad esencial: la sobriedad, por medio del que se siente verdaderamente bien consigo mismo sin necesidad de estímulos externos gratificantes y placenteros.

Gran aprendizaje vital
A sentirse verdaderamente feliz en el silencio y la quietud, sin necesidad de distracciones  y estímulos externos.

Desafío psicológico
¿Cómo voy a ser feliz si dejo de hacer planes y me permito sentir el vacío y el dolor que hay en mi interior?

Prácticas para reconectar con el ser
-Estate en silencio y haz nada: Deja de buscar alivio por medio del entretenimiento y comprométete con tu curación, un proceso que irremediablemente te lleva a afrontar tu vacío interior. Aprende a estar quieto, solo, en silencio, haciendo nada… Dedícate un tiempo al día a sentarte, respirar y sentir lo que sucede dentro de ti. Este es el camino que te conduce a la verdadera felicidad.

-Lee: Busca momentos de soledad y lectura. Leer es una actividad que puede ayudarte a conectar con tu realidad interna, así como a calmar tu frenética agenda, repleta de planes excitantes. A poder ser, lee libros de autoconocimiento que te hagan de espejo y te lleven adentro, de manera que puedas profundizar sobre tu mundo interior.
-Abraza el dolor: No tengas miedo a sufrir ni a sentir vacío e insatisfacción. Aprende a sostener y no huir de emociones desagradables o incómodas. Al experimentar estas sensaciones, que a priori percibes como negativas, puedes llegar a aprender mucho acerca de tu propia condición humana. Y no sólo eso: una vez hayas superado esos momentos, sentirás que tu alegría es todavía más real y significativa. Además, si huyes de lo primero, te estás condenando a no alcanzar lo segundo, conformándote con un sucedáneo de felicidad artificial, superficial y prefabricado.
Centramiento
Para desidentificarse del ego le conviene centrarse y poner en práctica los rasgos más luminosos del eneatipo 5, como la curiosidad, la comprensión, la objetividad y la sabiduría.

Profesiones y sectores arquetípicos
Humoristas, comediantes, payasos, animadores, chefs, barmans, guías turísticos, paracaidistas, surfistas, así como el turismo, la risoterapia, las agencias de viajes, las farmacéuticas, las fiestas, las discotecas, el entretenimiento, el alcohol, el tabaco, la droga, la gastronomía, la restauración y los deportes extremos.

Este artículo es un extracto del libro “Encantado de conocerme”, publicado en enero de 2008, por Borja Vilaseca.

Recuperar nuestra capacidad inmune

La visión fragmentada de la ciencia médica considera a la salud como el valor que hay que proteger y a la enfermedad como el enemigo que hay que destruir.
En su misma concepción el sistema inmune es el “bueno” y el antígeno es el “malo”.
Hay que destruir a los antígenos; el sistema inmune los ataca y por lo tanto eso es lo que hacen los “buenos” como superman o el capitán América.
El sistema inmune es maravilloso; cuanto más se lo estudia más se descubren recursos asombrosos e interminables que el organismo creado por la inteligencia infinita, despliegan para controlar a los diferentes tipos de elementos foráneos.
El sistema inmune de todos los animales vertebrados tiene una gran perfección funcional fruto de al menos 500 millones de años de evolución.
Mientras que los virus y bacterias no han cambiado básicamente en millones de años.
Los microbios están en condiciones de abrumadora inferioridad frente al sistema inmune de los animales vertebrados en particular de los humanos que tenemos el nivel más grande de evolución en la escala zoológica.
Pero la ciencia médica no se enfoca en la maravilla que somos; más bien se enfoca en el poder del virus, del hongo, de los parásitos intracelulares.
Este tipo de enfoque genera miedo e inseguridad.
Mientras que el enfoque en el poder del sistema inmune humano generaría confianza y tranquilidad.
Este miedo está justificado en parte por la facilidad con que los virus y otras plagas se esparcen por el mundo desde hace siglos.
La ciencia admite la maravilla del sistema inmune pero los datos epidemiológicos muestran que en gran cantidad de personas y países este sistema es inoperante.
O sea que millones de personas están en condiciones de inmunodepresión más o menos acentuada.
Cualquier roedor, cualquier pez, cualquier lagarto tienen una gran superioridad inmune frente al ser humano moderno.
Al ser vertebrados, todos compartimos esta abrumadora complejidad y perfección.
Sin embargo, los seres humanos hemos cometido la mayor de las tonterías en la historia biológica de este planeta: provocar el debilitamiento de la capacidad inmune con estilos de vida, alimentos y bebidas, drogas, radiaciones y medicinas que dejan al sistema inmune desprotegido y presa fácil de los gérmenes de turno.
Y pretenden mejorar el estado de las cosas con vacunas y dando informes que atemorizan más a la gente.
Es hora de cambiar la estrategia y ocuparnos de recuperar nuestra majestuosa capacidad inmune.
Como mínimo igualar a los ratones o a las aves que viven felices sin temor a los microbios.

-Martín Macedo-

sábado, 29 de agosto de 2020

25 Frases de Carl Jung

carl jung palabras y reflexiones

25 Frases de Carl Jung Que Te Ayudarán A Comprenderte Mejor

Carl Gustav Jung fue un médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, figura clave en la etapa inicial del psicoanálisis; posteriormente, fundador de la escuela de psicología analítica, también llamada psicología de los complejos y psicología profunda enmarcando en ella sus nociones sobre interpretación de los sueños, filosofía, arte, mitología, religión, antropología y alquimia.
Considerado uno de los mejores psiquiatras de todos los tiempos, y lo podemos llamar psicólogo positivo y filósofo. En cualquier neurosis o depresión, él vio un impulso para la expansión de la consciencia. A continuación 20 frases de Carl Jung, que nos ayudarán a comprender y aceptarnos a nosotros mismos tal y como somos.

Frases de Carl Jung para Comprenderte Mejor

  1. Quien mira hacia afuera, duerme y quien mira hacia adentro, despierta.
2. No retengas a quien se aleja de ti. Porque así no llegará quien desea acercarse.
3. Todo lo que nos irrita de otros nos lleva a un entendimiento de nosotros mismos.
4. El encuentro de dos personas es como el contacto de dos sustancias químicas: si hay alguna reacción, ambas se transforman.
5. Nada tiene una influencia psicológica más fuerte en su ambiente y especialmente en sus hijos que la vida no vivida de un padre.
6. La vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir.
7. Tu visión se hará más clara solamente cuando mires dentro de tu corazón. Aquel que mira afuera, sueña. Quien mira en su interior, despierta.
8. Todo depende de cómo vemos las cosas, y no de la forma en que son en sí mismas.
9. Hasta la vida más feliz no se puede medir sin unos momentos de oscuridad, y la palabra feliz perdería todo sentido si no estuviese equilibrada por la tristeza.
10. Tendemos hacia el pasado, hacia nuestros padres y hacia delante, hacia nuestros hijos, un futuro que nunca veremos, pero que queremos cuidar.
11. Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma. Aquello a lo que te resistes, persiste.
12. La depresión es como una señora de negro. Si llega, no la expulses, más bien invítala como una comensal en la mesa, y escucha lo que te tiene que decir.
13. La cosa más aterradora es aceptarse a sí mismo por completo.
14. El sueño es una pequeña puerta oculta abriéndose a la noche cósmica que era el alma mucho antes de la aparición de la consciencia.
15. Un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca.
16. Las personas hacen lo que sea, no importa lo absurdo, para evitar enfrentarse con su propia alma.
17. Yo no soy lo que me sucedió, yo soy lo que elegí ser.
18. Podemos llegar a pensar que nos controlamos por completo. Sin embargo, un amigo puede fácilmente contarnos de nosotros algo de lo que no teníamos ni la menor idea.
19. "Mágico" es simplemente otra palabra para definir el alma.
20. De una manera u otra somos parte de una sola mente que todo lo abarca, un único "gran hombre".
21. Si eres una persona con talento, no significa que ya hayas recibido algo. Quiere decir que puedes dar algo.
22. A menudo, las manos resolverán un misterio con el que el intelecto ha luchado en vano.
23. El conocimiento de tu propia oscuridad es el mejor método para hacer frente a las tinieblas de otras personas.
24. La soledad no llega por no tener personas a tu alrededor, sino por no poder comunicar las cosas que te parecen importantes a ti, o por mantener ciertos puntos de vista que otros consideran inadmisibles.
25. Todo lo que nos irrita de otros nos lleva a un entendimiento de nosotros mismos.
Hasta aquí Carl Jung frases y pensamientos, esperamos que haya sido de tu agrado, si es así por favor comparte este articulo.
"Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad, lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino".
-Aleja Bama-

La muerte es una ilusión

A MUERTE ES UNA ILUSIÓN.
Thich Nhat Hanh.
El mayor de nuestros miedos es el de no existir o convertirnos en nada.
Muchos de nosotros creemos que nuestras existencias se inician en el momento de nacer o de ser concebidos, y que finalizan en el momento en que morimos.
Creemos que venimos de la nada y que al morir nos vamos a la nada.
Otros muchos piensan que han sido creados por un Principio Supremo y que a su muerte revivirán a la vida eterna.
En cualquier caso, estamos embargados por la angustia de la aniquilación.
Ante la muerte, parece que sólo cabe considerar dos opciones posibles:
creer en la eternidad de un alma indestructible,
o creer en la aniquilación de un cuerpo material perecedero.
Multitud de eruditos y filósofos preguntaron en muchas ocasiones al Buda sobre las filosofías opuestas del eternalismo y el nihilismo.
A aquellos que le preguntaron si existía un alma eterna, el Buda les respondió que no había un yo permanente; a aquellos que le preguntaron si al morir desaparecíamos en el olvido, les respondió que no había aniquilación. Fiel al camino medio, rechazó ambas ideas extremas.
A partir de su experiencia realizativa, el Buda considera la existencia de una manera totalmente distinta: Nunca hemos nacido y nunca podemos morir.
Nacimiento y muerte no son más que conceptos en nuestra mente.
El creer que son reales origina en nosotros una poderosa alucinación que nos hace sufrir.
El Buda enseñó que no hay ni nacimiento ni muerte, ni llegada ni partida, ni similitud ni disparidad, ni crecimiento ni disminución, ni un yo permanente ni la aniquilación.
Sólo creemos que existen.
Así, el terror que nos infunde la muerte está causado por nuestras percepciones e ideas erróneas sobre el ser y el devenir.
Ahora bien, cuando comprendemos que nuestra verdadera naturaleza original es el no-nacimiento y la no-muerte, nos liberamos del miedo al no-ser, a la aniquilación.
Ello requiere que observemos con suma atención y detenimiento las cosas, que penetremos a fondo en su naturaleza última.
Entonces conocemos la libertad y la alegría del camino medio que discurre entre los dos extremos del eternalismo y el nihilismo, y podemos disfrutar de la vida y apreciarla de una forma completamente nueva.
Shakespeare dijo por boca de Hamlet: «Ser o no ser, esa es la cuestión.»
El Buda dice: «No, esa no es la cuestión.»
En realidad es nuestra idea del ser y del no-ser la que nos confunde, la que nos hace creer que algo existe o no existe.
Tales ideas no pueden aplicarse a la realidad. No son más que convenciones que nos ayudan a relacionarnos con nuestro entorno.
Son conceptos que nos dan un punto de referencia, pero no son reales.
La realidad está libre de cualquier concepto o idea.
El Buda dijo que si uno queda atrapado en una idea creyendo que es «cierta», pierde la oportunidad de conocer la verdad.
El primer ejercicio de concienciación trata, pues, de liberarse de las ideas.
La libertad consiste sobre todo en estar libres de nuestros conceptos e ideas.
De lo contrario podemos sufrir mucho y también hacer sufrir a otros seres.
Sólo cuando nos desprendemos de todas esas ideas sobre el ser y el no-ser puede manifestarse la realidad tal cual es.
Cuando alguien preguntó al Buda: «¿Cuál es la causa de todo cuanto existe?»,
él se limitó a responder: «Esto es porque aquello es; esto surge porque aquello surge.»
Significa que todo depende de todo lo demás para manifestarse.
Cuando se dan todas las condiciones necesarias, las cosas se manifiestan; entonces decimos que existen.
Y cuando no se dan o fallan alguna o varias condiciones, aquellas cosas ya no pueden manifestarse y se retiran; entonces decimos que no existen.
Y esperan a que llegue el momento adecuado para volver a manifestarse.
Pero calificar a algo de existente o inexistente es un error, según el Buda, porque en realidad no hay nada que sea totalmente existente o inexistente.
Cuando perdemos a un ser amado hemos de recordar que no se ha convertido en nada.
«Algo» no puede convertirse en «nada» y «nada» no puede convertirse en «algo».
El ser amado no ha sido destruido, sólo ha adquirido otra forma.
Esta forma puede ser una nube, un niño o la brisa. Podemos ver al ser amado en cualquier cosa.
Nuestra verdadera naturaleza es la naturaleza del no-llegar y del no-partir.
No hemos venido de ninguna parte ni vamos a ninguna parte.
Cuando se dan todas las condiciones necesarias nos manifestamos.
Y cuando no se dan, dejamos de manifestarnos.
Pero esto no significa que no existamos. Simplemente no nos manifestamos.
Todo cuanto ha existido, existe o existirá está interconectado con todo lo demás y es interdependiente.
Todo cuanto vemos sólo se ha manifestado porque forma parte de algo más, de otras condiciones que permiten que se manifieste.
Puede que seamos lo suficientemente inteligentes como para entenderlo, pero no basta con entenderlo intelectualmente.
Lo único que vale es la experiencia directa. Observar la vida con atención.
Podemos aprender muchas prácticas para disminuir nuestra tristeza y sufrimiento, pero la crema de la sabiduría iluminada es percibir la verdad del no-nacimiento y la no-muerte.
Reconocer que nuestra naturaleza es el no-nacer y el no-morir, el no-llegar y el no-partir, el no-ser y el no no-ser, lo no-similar y lo no-diferente.
Hacerlo más allá de toda idea u opinión es liberarse del miedo, es alcanzarla iluminación, es vivir plenamente en el inter-ser.
Ello requiere dedicar un tiempo en nuestra vida cotidiana a la práctica de la meditación. Y perseverar.
Entonces podremos observar a fondo la naturaleza de las cosas con el poder de la consciencia y la energía de la concentración y de la clara visión.
La dirección de la felicidad es el momento presente. En él está cuanto necesitamos saber.
Reservamos un espacio de tiempo para observarnos a fondo.
La respuesta está dentro de nosotros.
Para que se manifieste sólo necesitamos una condición más: la naturaleza búdica, la capacidad de comprender y percibir nuestra naturaleza real tal cual es.
Un maestro no puede dárnosla; sólo puede ayudarnos a entrar en contacto con la naturaleza despierta, con la gran comprensión y compasión que hay en nosotros.
Esta forma de practicar nos permite vivir sin miedo y morir serenamente, sin lamentar nada.
Al igual que los grandes seres, cabalgamos libremente sobre las olas del nacimiento y la muerte.
Y al vivir y morir así podemos también ayudar a muchas personas que nos rodean a vivir y a morir en paz.
Si nuestra presencia es firme y serena, la persona moribunda no se sentirá demasiado asustada y apenas sufrirá.
A muchos de nosotros el no-ser nos asusta. Y esta angustia nos hace sufrir mucho.
Por eso, es necesario revelar al moribundo la realidad de que somos una manifestación y una continuación de muchas manifestaciones.
Hacerle comprender la verdad de que «nada nace, nada muere».
"Nada nace, nada muere "