“Al menos, no queremos ser incondicionalmente felices”. Queremos otra cosa.
Estamos dispuestos a ser felices siempre y cuando tengamos esto o aquello, estemos al lado de esta persona, o como mínimo, se cumplan algunas condiciones que consideramos imprescindibles. Si nuestra felicidad dependiera de soltar todo, absolutamente todo, quedarnos sin problemas, sin apegos, sin dependencias, sin sensaciones de víctimas o salvadores ¿Cuántos estaríamos dispuestos a ser felices?
Esta es la cuestión que nos plantea Anthony de Mello (Bombay, 1931- Nueva York, 1987), sacerdote jesuita cuyas obras son, en numerosas ocasiones, transcripciones de charlas en las que difundía su particular fusión de tradiciones orientales y occidentales, siempre con el fin de invitar al despertar. En el texto “Despierta” nos propone escuchar desde el corazón para comprender que nosotros mismos somos la felicidad que buscamos.
Para despertar lo primero que hay que comprender es que no queremos despertar.
Igual que para ser felices debemos asumir la propia resistencia a la felicidad. Sin embargo, ni para despertar ni para ser felices hay que renunciar a nada. “Cuando usted renuncia a algo, queda atado a esa cosa para siempre. Cuando lucha contra alguna cosa, queda atado a ella para siempre. Mientras luche contra ella, le está dando poder. Le da tanto como el que usa para luchar en contra”.
La única manera de salir de este bucle es trascender: “es mirar a través de la cosa. No renuncie a ella, mire a través de ella. Comprenda su verdadero valor y no tendrá que renunciar a ella; sencillamente, ella caerá de sus manos, pero por supuesto, si no ve eso, si usted está hipnotizado y cree que no será feliz sin esa cosa, o aquella, o la de más allá, está esclavizado”. Es inútil vivir la renuncia como un sacrificio. De Mello nos zarandea cuando nos dice que “detestamos lo nuevo” y que “escuchar es estar dispuesto a ver las maravillas del mundo”.
Hay personas que llegan al despertar después de un largo camino de sufrimiento.
“A algunos nos despiertan las duras realidades de la vida. Sufrimos tanto que despertamos. Pero los seres humanos tropiezan con la vida una y otra vez. Todavía caminan como sonámbulos”. Este es el camino más común para llegar a una actitud de apertura, de estar dispuestos a descubrir algo nuevo. De Mello, nos dice: “Lo único que puedo hacer es ayudarle a desaprender. De eso se trata el aprendizaje en lo concerniente a la espiritualidad: desaprender, desaprender casi todo lo que nos han enseñado. Una disposición para desaprender, para escuchar”.
Y ¿cómo aprender a escuchar? Observándonos al escuchar. Si escuchamos para comprobar los propios pensamientos podemos percibir las sensaciones físicas frente a las palabras del otro. Cuando oímos palabras con las que estamos de acuerdo nuestras sensaciones serán de paz y de armonía; cuando no estamos de acuerdo serán de rabia, de impaciencia, de perplejidad,…. Y, entonces, asumir que “no queremos nada nuevo, especialmente cuando es perturbador, cuando implica algo nuevo”. Si escuchamos aceptando las palabras del otro sin creerlas, contrastándolas con nuestro propio sistema de creencias, cuestionándolas desde una actitud de apertura estaremos dando el primer paso hacia el despertar.
En Bioneuroemoción sabemos que todos tenemos la misma fe, la diferencia es que unos la ponemos en una cosa y otros en otra. Para saber dónde ponemos nuestra fe es suficiente observar lo que nos sucede puesto que ponemos la fe en todo lo que ocurre en nuestra vida, de otra manera no ocurriría. Si prestáramos atención a ello, nos asombraríamos de la fe que tenemos. La oración no es rezar, la oración es escuchar.
Tenemos conflictos cuando deseamos que las cosas sean de diferente manera olvidando que el deseo nos ata al sufrimiento. Debemos aprender a quedarnos quietos, a soltar el ansia de controlar lo que sucede a nuestro alrededor y descubrir que las cosas son como son con independencia de nuestra intervención. Quedarnos quietos es dejar de obstaculizar lo que la vida nos puede ofrecer, es tener fe. De esta manera, crearemos las condiciones para recordar que todos, absolutamente todos, no sólo pertenecemos a la misma fuente, sino que somos parte de la fuente.
“Una apertura hacia la verdad, sin importar las consecuencias, sin importar hacia dónde lo lleve a uno. Eso es fe. No creencia sino fe”. Anthony De Mello.
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