lunes, 11 de febrero de 2019

La agonía del Eros

LA AGONÍA DEL EROS (2014 – EDICIÓN ORIGINAL: 2012)

En este volumen Byung-Chul Han retoma la desaparición de la negatividad para decir que “vivimos en una sociedad que se hace cada vez más narcisista. La libido se invierte sobre todo en la propia subjetividad” (p. 11). El sujeto narcisista del rendimiento “está abocado, sobre todo, al éxito” y su enfermedad es la depresión (“una enfermedad narcisista”) (p. 11). El sujeto depresivo del rendimiento “se hunde y ahoga en sí mismo” (p. 12).
Más adelante Byung-Chul Han vuelve a la carga con las transformaciones en las formas de dominación: la sociedad del rendimiento “está dominada por el verbo modal poder, que formula prohibiciones y utiliza el verbo deber. A partir de un determinado punto de productividad, la palabra deber se topa pronto con su límite. Para el incremento de la producción es sustituida por el vocablo poder. La llamada a la motivación, a la iniciativa, al proyecto, es más eficaz para la explotación que el látigo y el mandato. El sujeto de rendimiento, como empresario de sí mismo, sin duda es libre en cuanto no está sometido a ningún otro que le mande y lo explote, pero no es realmente libre, pues se explota a sí mismo, por más que lo haga con entera libertad. El explotador es el explotado” (p. 19).

Este nuevo tipo de explotación es mucho más eficiente que la anterior porque “va unida al sentimiento de libertad. Con ello la explotación es posible sin dominio” (p. 20). El neoliberalismo entiende al sujeto como proyecto y no como explotado. De esta forma el fracaso lo asume el sujeto: “no hay nadie a quien pueda hacer responsable de su fracaso” (p. 21). 

Esta idea rebate la concepción de Benjamin (“el capitalismo es una religión”): el capitalismo no es ninguna religión porque “toda religión maneja las categorías de deuda (culpa) y desendeudamiento (perdón). El capitalismo es solamente endeudador” (p. 22). El resultado es la depresión y el síndrome del agotamiento.

En la última parte de La agonía del eros Byung-Chul Han arremete contra el Big Data y la supuesta “muerte de la ciencia” y de la teoría anunciada por la revista Wireden el año 2008. 

La correlación de datos habría sustituido a la causalidad. Byung-Chul Han sostiene que la teoría es “más que un modelo o una hipótesis que pueda verificarse o declararse falsa en virtud de experimentos (…) No hay un pensamiento llevado por los datos. Sólo el cálculo es llevado por los datos” (p. 74). La teoría, en otras palabras, es una “donación previa”, “trasciende la positividad de lo dado y hace que esto, de pronto, aparezca bajo otra luz” (p. 74). Byung-Chul Han no duda: “la masa de datos e informaciones, que crece sin límites, aleja hoy la ciencia de la teoría, del pensamiento” (p. 75). La ciencia que proponen Google y Wired es aditiva, no narrativa o hermenéutica. Le falta “tensión narrativa” (p. 75).
Para terminar, Byung-Chul Han concluye: “la tremenda cantidad de información eleva masivamente la entropía del mundo, y también el nivel de ruido. El pensamiento tiene necesidad de silencio. Es una expedición al silencio” (p. 75). Apuntes alrededor de Byung-Chul Han Si bien este post continuará con una segunda parte dedicada a otros dos libros de Byung-Chul Han (Psicopolítica y En el enjambre) podemos ir adelantando algunos comentarios a su obra. Como suelo decir, en un entorno donde escasea el pensamiento crítico siempre son bienvenidas las miradas que encarnan una filosofía “negativa” y apuntan a los aspectos más cuestionables de la sociedad del siglo XXI.

En este contexto los libritos de este filósofo son un soplo de aire fresco… aunque algunos de esos aires nos recuerdan a cosas ya escritas a lo largo del siglo veinte respecto a la cultura de masas, desde el apocalipticismo de Adorno y Horkheimer hasta las “transparencias” de Baudrillard. Me resultó interesante la hipótesis según la cual el modelo inmunológico estaría en fase de superación -algo muy posible- pero no la termino de compaginar con el día a día de nuestra sociedad. La reciente crisis del ébola en España nos demuestra que el miedo al Otro (en este caso un virus que, además, viene de… África) sigue vivito y coleando. 

Sin embargo no creo que sea una pérdida de tiempo seguir con atención la evolución de estos modelos de control en la cultura contemporánea.

Por otra parte, estoy seguro de que el asalto al panóptico tradicional de Foucault que Byung-Chul Han propone dará lugar a unos cuantos debates.Donde Byung-Chul Han despliega una mirada muy interesante es en la cuestión del avance de la positividad y la instalación de un sistema de auto-explotación en el neoliberalismo. Sus reflexiones sobre el nuevo “sujeto del rendimiento” me parecen más que útiles para comprender los modos de producción simbólica y las nuevas formas de explotación en un capitalismo post-industrial donde reina la exposición y la hipervisibilidad.

La crítica de Byung-Chul Han -un ataque en toda regla al corazón de esa ideología nacida en un garaje de California y alimentada a golpe de start-ups exitosas en Silicon Valley- sirve para comprender mejor las tensiones entre lo privado y lo público, entre el tiempo del trabajo y el tiempo del ocio, y otras oposiciones que marcaron a la sociedad industrial y hoy están en vías de desaparición. Hay que decirlo claramente: no todos pueden ser emprendedores exitosos. 

La revolución digital esconde miles de trabajadores hiperexplotados de la manera más tradicional en las líneas de producción (no solo en China) y una buena cantidad de especialistas flexibles que se auto-explotan y viven al borde del síndrome del burnout. Byung-Chul Han se encarga de reflexionar sobre esta segunda figura.

Tampoco resulta difícil disentir con Byung-Chul Han cuando critica a las burbujas de información personalizada que los algoritmos nos construyen a medida. Es evidente que este entorno informacional construido a nuestra imagen y semejanza introduce una cuña profunda en el concepto de “opinión publica” y las formas de hacer política y construir hegemonía (ver la entrevista “Los partidos políticos, los sindicatos y la escuela son interfaces en crisis. Hay que resideñarlas” que me hizo Diana Fernández Irusta para La Nación).

La lectura crítica que hace Byung-Chul Han del conocimiento nacido al calor del Big Data, en cambio, me parece superficial y se merecería un análisis más extenso. Si bien nadie puede creerse “el fin de la teoría” augurado por Chris Anderson en Wired, las posibilidades que ofrecen las humanidades digitales no pueden liquidarse en un par de párrafos. 

Desde mi perspectiva hermenéutica y Big Data pueden entablar un diálogo fecundo. Para terminar, me queda zumbando en el oído el recurrente reclamo de Byung-Chul Han a parar la máquina, hacer silencio y desacelerar el pensamiento. Esta idea tan romántica y decimonónica -que propone volver a un pasado idealizado donde aparentemente reinaba la tranquilidad, el silencio y el slow time, y por lo tanto se podía pensar en paz– me recuerda demasiado a las críticas de Theodor Adorno a las “síncopas perturbadoras” y a los “monótonos estímulos” del jazz… 

En breve: creo que necesitamos intelectuales que sean capaces de pensar no sólo sobre sino también desde las condiciones culturales de la sociedad contemporánea. O sea, necesitamos intelectuales -como Alessandro Baricco, Agustín Fernández Mallo, Eloy Fernández Porta, Vicente Luis Mora, Jorge Carrión o Alejandro Piscitelli- que piensen desde el multitasking, la hiperatención y la fragmentación entrópica.

Comenzamos a despedir este 2014 con la segunda y última parte de la reseña dedicada a la obra de Byung-Chul Ha, el filósofo de moda en España. Si en la primera parte del post presentamos tres de sus libros –La sociedad del cansancio, La sociedad de la transparencia y La agonía del Eros– y avanzamos algunos comentarios críticos, aquí analizaremos otras dos obras –En el enjambre y Psicopolítica- y concluiremos con una reflexión general sobre los aportes de este pensador.


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