Tu enfermedad no está contra tí. Los dolores que sientes en tu cuerpo no son castigos; no has hecho nada malo. Tu espíritu no está roto, ni siquiera en medio de este profundo malestar. Las cosas son tal y como han de ser. Hoy estás recibiendo otra invitación -otra más- para ir más despacio, para bajar el ritmo. Para descansar. Para permanecer fiel a ti mismo en estos momentos difíciles. Para toma cada situación tal y como viene. Para encontrarte con la vida en sus propios términos. Para desprenderte de todo lo innecesario, incluyendo, tal vez, tu búsqueda de respuestas, de motivos, de soluciones. Para replantearte tus prioridades. Para recordar Lo Que Es Primordial. Para volver la vista hacia el momento presente, hacia este momento, el único momento que existe, tu verdadero Hogar, el lugar en el que puedes descansar, tu espacio de conexión...
Para utilizar tu dolor en lugar de ser utilizado por él. Para encarar las sensaciones de tu cuerpo con dulzura y curiosidad, sin resistirte a ellas ni intentar que desaparezcan. Para hundirte profundamente en este momento, sin intentar escapar de él -y, también, para permitirte querer escapar de él de vez en cuando-. Para confiar en la inteligencia de este cuerpo increíble, en su extraordinaria capacidad para sanar y para afrontar todo lo que se presenta en su camino. Para admitir que estás agotado de luchar y de esforzarte por pretender ser un «yo», cansado de intentar encajar, siempre tratando de decir lo correcto, tener éxito en el mundo, controlarlo todo, intentando incluso no intentar nada. Lo que anhelas es descansar. Date un respiro.
Despréndete de las palabras «enfermo», «convalesciente», «destrozado», «dolorido»; considera esto como un sendero que te llevará a una sanación mucho más profunda, más allá de lo físico. Es una llamada a la Verdad. Siempre un comienzo, nunca una derrota.
Jeff Foste
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