domingo, 8 de septiembre de 2019

Cuando no quiero soltar

Una de las causas para que cualquier tratamiento, terapia o cambio en nuestra vida funcione, es no querer soltar… No queremos soltar nuestro enojo, nuestro dolor, nuestro sufrimiento, nuestras frustraciones, nuestro rencor. Preferimos seguir enfermos, hacer frente a procedimientos traumáticos o peligrosos, o, simplemente, sufriendo. Entonces nuestra vida se convierte en la trampa del mono: por no soltar lo que creo que me alimenta puedo morir de inanición.
📚 A esta altura surge la pregunta fundamental: ¿por qué no queremos soltar eso que nos hace sufrir?
La respuesta general que agrupa todos los casos es: por miedo. Aunque creamos que lo que tenemos es odio, sed de venganza, que no podemos, que haremos daño… en realidad es miedo. Y para cada una de las personas ese miedo tendrá un matiz especial: porque de hacerlo fallaría a un mandato familiar, porque me quedaría solo y abandonado, porque nadie me apoyaría en mi decisión…
Una forma de empezar a encararlo es hacerse alguna de estas preguntas:

-¿Qué creo en realidad que pasaría si lo hago? (puedo imaginármelo sin correr peligro)
-¿De dónde saco la creencia de que sucedería esto? ¿Quién me lo dijo? ¿A qué situación de mi vida, mi pasado, mi infancia se parece?
-¿Qué diría mi madre, mi padre, mis abuelos, mis hermanos, frente a esto? ¿Por qué siento que me importa, qué pasaría si aún así lo hiciera?
-¿De quién es en realidad la voz que me dice que no lo haga?
-¿Cómo me sentiría una vez hecho, logrado y terminado? -¿Cómo me vería a mí mismo/a?
-¿Qué recurso creo necesitar para hacerlo? (determinación, coraje, amor, valentía…) ¿Quién podría dármelo? (puede ser alguien vivo o muerto, real o imaginario)
-¿Cómo sería hacerlo y que todos estuvieran de acuerdo, me felicitaran, me vieran poderoso/a y valiente? (hago una imagen de mí mismo/a en ese estado)

Luego intenta hacer algo parecido: haz algo en tu vida que requiera de tu decisión, de tu valor o de lo que hayas visto que tenías que soltar, en un ámbito diferente. Haz algo que hayas postergado, que nunca has hecho o que hace mucho que tenías que hacer y fíjate cómo te sientes al haberlo hecho. Esto hará que el miedo se dé cuenta de que ya no es tan necesario. Y deja de decir que no puedes hacerlo: di “en este momento no estoy listo/a, pero en cualquier instante lo estaré”, “estoy trabajando en ello”.
Y finalmente practica reírte un poco de ti mismo. Imagínate siendo el mono, ríete de tu miedo, pídele a tu Ser y a tu inconsciente que te muestre las herramientas que tienes para hacerlo. Siempre se puede.
Angie Taylor

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