Según el principio de correspondencia, todo lo que ocurre en los planos superiores también ocurre en los inferiores.
Cuando ponemos en práctica este principio nos encontramos con que nuestra vida es el reflejo de lo que llevamos adentro. Las personas buenas y amables que atraemos son las encargadas de manifestar la parte más positiva de nuestra conciencia, mientras que, por otra parte, aquellos que nos generan problemas vienen para ayudarnos a que reconozcamos la parte de nosotros que necesita curación.
En nuestra mente conviven dos maestros: el ego y el espíritu. Son dos voces que nos hablan desde nuestro interior y sus mensajes son completamente opuestos. Esas voces se encuentran debatiendo entre sí para tratar de convencernos de qué camino tomar.
Es nuestra función elegir a quién queremos escuchar. No podemos seguir los dictados de ambos a la vez porque sus mensajes son muy diferentes. Lo que vamos a manifestar externamente estará de acuerdo con el maestro que elegimos escuchar.
El ego es el conjunto de pensamientos que nos definen como individuo, y contiene toda nuestra historia. En él se resume la influencia de nuestros padres, maestros, parientes, amigos; de las personas que frecuentamos socialmente, la cultura y la sociedad a la que pertenecemos.
El ego resume todo lo que crees acerca de ti mismo; todo aquello que has aceptado como verdadero a lo largo de tu desarrollo hasta el presente. Tu ego te dice que tienes cierta apariencia física, un determinado color de piel, cierto nivel cultural, que perteneces a un estrato social, y demás. En síntesis, es el conjunto de pensamientos que te describen a ti mismo.
Pero el problema del ego es que lo que él cree es una idea limitada de ti mismo. El espíritu, por otra parte, te recuerda que eres un ser espiritual perfecto, eterno y poderoso, que está viviendo una experiencia terrenal. El espíritu también te recuerda que nada ni nadie puede hacerte daño, mientras que el ego te lleva a identificarte con tu cuerpo físico y te hace sentir vulnerable.
El ego te hace pensar que eres un ente separado de los demás, mientras que el espíritu cree en la unidad y te recuerda que todos estamos conectados. Dicho de otra manera, el espíritu te recuerda que el Hijo de Dios es Uno solo y que todos juntos formamos parte de Él.
El mecanismo principal del ego es la culpa; el del espíritu es el perdón. Para que puedas entender mejor esto, te daré un ejemplo. Imagínate que te encuentras atravesando una crisis en tu vida afectiva; tu pareja te ha defraudado y los problemas que tenías no se han resuelto.
El ego siempre habla primero, con voz más fuerte y con muchas palabras. Tu ego te recordará entonces lo tonto que fuiste al elegir a esa persona, el tiempo que has perdido, la "mala suerte" que acompaña tu vida sentimental, todo lo que has dado y lo poco que has recibido, y demás.
Como si esto fuera poco, el ego también te hará ver cada uno de los defectos del otro con mucha claridad. De esta manera, te convencerás de que tu pareja es la «culpable» de tu infelicidad. Los mensajes del ego generan ansiedad, miedo y culpa. La condenación está siempre presente: culparás al otro, te culparás a ti mismo, o a ambos a la vez.
Mientras que el ego genera toda clase de pensamientos atormentadores, el espíritu nos recuerda que todo lo sucedido era perfecto y necesario para tu evolución, que no hay culpables ni castigos, que todo forma parte de un proceso de aprendizaje.
Los mensajes del espíritu son consoladores y muy reveladores porque, gracias a ellos, entendemos la razón por la cual nos sucede aquello que nos sucede.
Cuando una relación sentimental comienza basándose en los mensajes del ego, la persona piensa de qué manera puede beneficiarse con el otro. Esto lo lleva a prestar atención a su dinero, nivel cultural, imagen física y al probable beneficio social que recibiría por estar a su lado.
Cuando una relación se basa en los mensajes del espíritu, la persona piensa de qué manera puede apoyar al otro, en qué puede servirle. La primera situación se basa en la idea de obtener; la segunda, en la de dar.
El espíritu sabe que no tienes nada que perder y te recuerda que tu misión en el planeta es brindar amor. Si das verdadero amor, entonces no tienes nada que exigir, reclamar o perder.
Como estudiante de metafísica, tienes que aprender a descubrir cuándo estás escuchando a tu ego y cuándo a tu espíritu. Esto es muy fácil de hacer. Si pierdes el sueño y vives atormentado, ya sabes a qué maestro estás escuchando. Si sientes amor, paz, armonía y vives sin apuro, entonces estás siguiendo el camino que te dicta tu espíritu.
Requieres tener siempre presente que nosotros venimos al planeta con la única función de sanarnos a nosotros mismos. No venimos aquí para cambiar, rescatar, exigir, iluminar ni salvar a nadie.
El espíritu te recordará siempre que todo lo que vives es para ayudarte en tu elevación y, por eso, no tienes que condenara nadie. Las personas aparentemente «culpables» de tu insatisfacción no son sino maestros disfrazados que están dándote la oportunidad de sanarte.
Según tu ego, hay gente mejor y peor que otra; pero según tu espíritu, todos somos iguales y somos uno. Hasta que no se «salve» el último de nosotros, no se salva nadie. Esta última idea es fuertemente rechazada por nuestro ego, que muchas veces se siente más iluminado o avanzado que los demás.
¿Pero cómo surgió nuestro ego? ¿Quién lo inventó tan complicado? La respuesta es sencilla: tú mismo. Cuando Dios nos creó, nos dio a su vez poder creador. A través del tiempo, con ese poder hemos creado esta entidad que se siente separada del Padre. Hemos cometido errores que fueron mal catalogados como «pecados».
Lo que llamamos «evolución espiritual» no es otra cosa que el proceso de desarmar» todo lo erróneo que hemos creado. Dicho de otra forma, alcanzamos más iluminación espiritual en la mecida en que vamos renunciando a nuestro drama personal. Cuanto más renunciamos a sufrir, culpar, castigar y condenar, más nos conectamos con nuestra verdadera identidad espiritual.
Hay una manera de descubrir en forma inmediata cuándo estás actuando a partir de tu ego: cuando estás creando alguna forma de drama. Si te duele un poco el estómago y comienzas a pensar que podrías tener cáncer, estás escuchando a tu ego. A tu ego le va a encantar la idea de asustarte para que, ce esta manera, acapares la atención ce los demás.
El ego genera mucha inseguridad interior, incluso con los dramas. Cuando una persona comienza a llamar por teléfono a todos sus amigos y amigas para contarles su drama, «no que le han hecho», y se ubica en la posición de víctima, lo que está haciendo en realidad es tratando de convencernos de su "inocencia" y está buscando aliados para condenar al «culpable». Cuantas más personas llame, más insegura estará. De esta manera, la persona logra poner su propio problema fuera de ella y encuentra un culpable; así, el problema queda sin solución y el ego prolonga su existencia.
En mi vida profesional, me ha sucedido vanas veces durante una lectura del Tarot que, después de disponer las carias, el cliente comenzara a contarme lo que le sucedía antes de que yo realizara la interpretación. De este modo, el cliente trataba de convencerme de su posición. Lo más curioso es que las cartas me indicaban que la historia era otra completamente distinta. Yo sabía entonces que mi labor sería la de ayudar a la persona a cambiar su punto de vista y a reconocer sus propios errores.
Cada vez que te encuentres buscando aliados ansiosamente, tendrás que detenerte a cuestionarte a qué maestro interior estás escuchando. Y ése es el preciso momento de pedir ayuda. ¿A quién? A tu propio espíritu, a la parte, de ti que está permanentemente conectada con Dios. Necesitas manifestar el deseo de renunciar a tu drama, de encontrar sanación. Al ego no le gusta pedir ayuda porque de esta manera tiene que delegar el poder y se siente inferior.
Si eres el tipo de persona que siempre lo resuelve todo por sí misma, haciendo un gran sacrificio, entonces debes tener cuidado porque probablemente te encuentras escuchando la voz de tu ego. El espíritu te enseñará siempre a fluir con la vida sin la necesidad de nacer grandes esfuerzos o sacrificios. Cuando aprendas a utilizar correctamente los principies metafísicos, te volverás un poco más haragán. Sólo tendrás que pensar aquello que quieras y verás cómo el Universo lo manifestará por ti. Tu verdadero poder radica en tu capacidad de elegir. Respira profundo y acepta esta verdad: tienes el poder de elegir el estilo de vida que quieras vivir.
La conciliación
Probablemente, después de lo estudiado, sientas un gran enojo hacia tu ego y quieras hacerlo desaparecer; sin embargo, eso es imposible porque todos necesitamos un ego para funcionar en este plano. Tú necesitas estar diferenciado de los demás para que tus experiencias no se mezclen con las ajenas y, finalmente, puedas completar tu camino espiritual. Todos necesitamos tener una identidad para desenvolvemos en el plano material.
Los problemas surgen cuando dejas que tu ego domine tu vida. Si eso ocurre, te sentirás lleno de ansiedad, inseguridad, culpa y enojo. Sentirás que la vida se te pasa, que tu cuerpo envejece, que no logras todo lo que te propones, y escucharás toda clase de mensajes desalentadores. En este caso, el ego se ubica por encima del espíritu y lo tapa con su ruido. Entonces te sientes como atrapado en un mundo sin sentido.
La solución a este problema es poner la dirección de tu vida bajo los dictados del espíritu. Para eso, vas a decirle a tu propio ego que a partir de hoy eliges ser guiado por un maestro que sabe más, que tiene la habilidad de ver más lejos y en forma más completa tu destino. Vas a invertir el orden de ubicación de los maestros, poniendo al espíritu por sobre tu ego.
Los mensajes del espíritu
En nuestra mente conviven dos maestros: el ego y el espíritu. Ellos tienen mensajes totalmente contrapuestos y -es nuestra función elegir a cuál vamos a escuchar.
Una de las diferencias fundamentales entre el ego y el espíritu es que el primero vive en el pasado o hace su salto al futuro, mientras que el otro siempre vive en el eterno presente. Cuanto más disfrutes de lo que tienes en el presente, más en paz estarás contigo mismo. Por otra parte, el ego genera culpa por el pasado, te recuerda los errores que has cometido o que han cometido los demás; o se proyecta hacia el futuro despertándote ansiedad por aquello que quizá no logres obtener. El ego te recuerda constantemente tus fracasos del pasado y te advierte que el éxito que anhelas no es fácil de obtener. En cambio, el espíritu te dice que el único momento que existe es el presente y que allí se encuentra todo tu poder. Solamente en el presente tienes la posibilidad de elegir. En síntesis, para evolucionar tienes que eliminar la culpa por el pasado, la preocupación por el futuro, y aprender a vivir en el presente, disfrutando de todo lo que tienes y eres hoy.
Cuando te concentras, en el presente puedes descubrir tus propias limitaciones y tomar una decisión. Una vez hecha una elección, debes aplicar el principio del mentalismo estudiado anteriormente. Comenzarás por pronunciar en palabras tu elección; continuarás visualizando lo que deseas y, finalmente, terminarás sintiendo lo que se siente, al haber logrado el objetivo. Todo eso te conduce a la manifestación de aquello que has elegido en el presente..
A menudo encontramos personas difíciles de tratar o para convivir. Existen quienes tienen grandes problemas y eso nos resulta abrumador o muy preocupante. Esta sensación de peligro proviene de la percepción de nuestro ego que nos hace sentir vulnerables a las influencias externas. Por el contrario, cuando nos identificamos con la fuerza del espíritu, reconocemos en primer lugar que aquella persona atormentada forma parte de nosotros mismos; su problema de alguna manera está reflejando también el nuestro, si no ella no estaría en nuestra vida. Siguiendo las indicaciones del espíritu podremos llegar a hacer algo por esa persona, sin complicamos ni sacrificarnos.
Existen personas que se encuentran muy dominadas por su ego y necesitan de sus mecanismos para entender un determinado mensaje. Con estas personas no sirve que seamos demasiado permisivos o buenos. Ellos entienden que perdonar es un gesto de debilidad. En estos casos hay que mantenerse en una posición firme y, por lo general, la palabra más adecuada es «no»; a veces, debemos tomar distancia y no podemos mostrar nuestros mejores sentimientos hacia ellos. Sólo si nos mantenemos en una posición firme podremos ayudar al otro a salir de su posición. El ser demasiado bueno nunca conduce a un resultado positivo. Todo debe darse en su justa medida y en el momento adecuado: portal motivo, necesitamos de la guía de nuestro espíritu. En mi caso personal, he aprendido que a veces se ayuda más diciendo «no» que haciendo algo que no deseamos hacer. Desde entonces digo: «Metafísico, sí; tonto, no».
Si alguna persona tiene la facultad de quitarte la energía o de cargarte con sus problemas, es una señal de que aún estás débil y tienes trabajo por hacer. Cuando logres vibrar en sintonía con tu espíritu, descubrirás que tu poder es más fuerte que cualquier problema tuyo o ajeno: que no existe nada que no puedas resolver.
El ego crea todo tipo de miedos: al abandono, a las enfermedades, a la falta de dinero, a la soledad, a las crisis, a las catástrofes naturales, y a cualquier otro tipo de fantasma que pueda aterrorizarte. Si escuchas a tus miedos, es probable que vivas encerrado en tu casa, aferrado a las mismas personas de siempre, con temor a perder tu trabajo o a no ganar lo suficiente. El miedo siempre produce alguna forma de paralización, de límites, y te lleva a vivir encerrado en lo que se llama «zona de confort» o de lo ya conocido. Si te encierras a vivir en esta zona, no creces porque tus experiencias son siempre las mismas: hablas con la misma gente, frecuentas los mismos lugares, comes el mismo tipo de comida, y demás.
Por el contrario, el espíritu te conduce a tener fe. Cuando uno tiene fe y confianza en la vida, actúa con seguridad, se atreve a emprender nuevas empresas, a tratar con gente desconocida, a vivir ciertas aventuras y. principalmente, se anima a hacer todo lo necesario para crecer.
Muchos de mis alumnos y clientes manifiestan tener una gran fe en Dios pero a la vez viven preocupados; entonces, yo les pregunto por qué tienen miedo. El miedo y la fe no son compatibles. Si realmente crees en Dios, no puedes sentir miedo.. Si quieres ser un verdadero metafísico, tienes que aprender a ser más atrevido, a abandonar tu zona de confort y comenzar a transitar nuevos caminos de exploración. Quizás algunas de las cosas que intentes o pruebes finalmente no te sirvan; sin embargo, el hecho de haberlas experimentado tiene un gran valor. La experiencia no es transmisible. Yo podría contarte con todos los detalles la experiencia de comer una manzana; podría hablarte de su textura arenosa, de su sabor particular, de la manera en que se disuelve en la boca; pero hasta que tú mismo no muerdas una manzana no sabrás exactamente de qué estoy hablando. Por eso, éste es un curso de Metafísica Práctica. En este momento, yo sólo estoy brindándote los conocimientos teóricos. Cuando los utilices en tu vida cotidiana y veas que tus problemas se resuelven y todo mejora a tu alrededor, entonces tendrás la experiencia de reconocer tu poder personal y te darás cuenta de que mis palabras fueron pocas para describirlo. Por el momento, ten paciencia y sigue estudiando.
Según el principio de correspondencia, cada uno de nosotros tiene lo que le «corresponde». Cuando veas a alguien que posea una fortuna, tienes que saber que esa fortuna le corresponde, lo entiendas o no. También es cierto lo contrario: cuando veas a alguien que vive en la pobreza, esa pobreza le «corresponde». Esto no significa que exista una selectividad en la mente de Dios. Él no ha seleccionado quién va a ser neo y quién va a ser pobre. La selectividad existe solamente en las mentes de los humanos; cada uno ha elegido ser rico o ser pobre.
La pobreza no es un problema de dinero sino de conciencia. Si tienes problemas de dinero, debes saber que hasta que no cambies tu mentalidad de «pobre» la riqueza no podrá manifestarse en tu vida. Siempre le sugiero a la gente que no preste dinero a aquellos que tienen problemas económicos. Si prestas dinero a alguien que tiene una deuda, lo más probable es que solamente lo ayudes a agrandar su deuda original. La solución es ayudarlo a cambiar su pensamiento, enseñarle a pensar en términos de prosperidad y no de carencias Las deudas se generan por culpas y son una forma de auto castigo. Si quieres salirte de tus propias deudas o ayudar a otro a hacerlo, deberás aprender a perdonar.
La mayoría de las deudas se generan por querer acceder a cosas que todavía no están ganadas en conciencia. Esto significa que estás apurando el proceso e internamente aún no has aceptado aquello que estás adquiriendo en el plano físico. Las tarjetas de crédito te «ayudan» a endeudarte porque te permiten acceder con rapidez a tu deseo. Cuando el deseo y la conciencia están de acuerdo, puedes acceder a lo que quieres sin endeudarte.
Recuerda que la mente es como un terreno fértil donde siembras tus «semillas» o deseos. Cuando una planta nace, es muy débil y pequeña, pero si la riegas y la cuidas, entonces crecerá como un árbol y is dará flores y frutos. Es imposible que una planta te dé sus frutos apenas nace. Lo mismo ocurre con tus pensamientos. Si los repites, cuidas, visualizas, y los mantienes en el tiempo, se materializan y le dan sus frutos. Si tu deseo es adquirir una casa con cinco cuartos y actualmente vives en una casa con una sola habitación, tendrás que "trabajar» esa idea, darle tiempo a que madure en tu conciencia hasta que la sientas posible y verdaderamente tuya. Entonces, aparecerá la posibilidad más cómoda de acceder a ella. Cuando aceleras el proceso porque tu ego te dice que se te pasa el tiempo, contraes deudas.
Además, de acuerdo con este principio, el cuerpo físico nos envía señales muy concretas acerca de si lo que estamos viviendo será bueno o malo para nosotros. Estas señales son muy simples y fáciles de entender. Cuando estás frente a algo que será bueno para ti, el cuerpo te envía una señal de comodidad. Te sientes tranquilo, en armonía, en paz y con entusiasmo. Por el contrario, cuando estás frente a algo que te puede perjudicar, la señal es de incomodidad. En este caso el cuerpo se pone tenso, los músculos parecen estar listos para actuar y defenderte de algún peligro, no puedes descansar ni disfrutar. Si te guías por esas señales básicas de tu cuerpo jamás te equivocarás.
Además de tener un cuerpo físico, cuentas con lo que se llama «cuerpo emocional». Este cuerpo tiene la habilidad de reconocer en el primer instante en que entras en contacto con alguien si esa persona te hará bien o mal; la mezcla de energías produce una reacción química inmediata, muy clara y acertada. Por eso, siempre debes prestar atención a tus «primeras impresiones». Desde el primer momento, podrás saber si tu actual pareja, amigo, jefe, vecino, o una persona que frecuentes serán una influencia positiva o negativa para ti.
Esto también es cierto con la energía de ciertos lugares. Hay lugares en los cuales te sentirás muy cómodo; hay otros que querrás abandonar inmediatamente después de haber llegado. Hazle siempre caso a la sensación que recibas. Es probable que tu lógica te señale un montón de razones en contra de lo que estás sintiendo; sin embargo, tu ser interno va más allá de la lógica y puede ayudarte a evitar problemas futuros. Quizás al leer esto último recuerdes alguna situación en la que sentiste de antemano que cierta persona o lugar no eran adecuados para ti; sin embargo. no le hiciste caso a esa percepción y más tarde sufriste las consecuencias. Si ya has vivido la experiencia, tómala a tu favor y prométete a ti mismo escucharte más.
El fenómeno de la proyección
El mecanismo más eficaz que utiliza nuestro ego se llama proyección. A través de la proyección el ego perpetúa su existencia responsabilizando a otras personas por nuestra infelicidad.
Para entender mejor cómo funciona la proyección vamos a analizar un ejemplo. Imagínate una fiesta donde se da el encuentro entre un hombre y una mujer que no se conocían. Elia luce muy atractiva, al igual que él; ambos se sienten atraídos e inician una conversación. Durante esa conversación, la mujer no llega a tener la más mínima idea acerca del pasado del hombre. Aunque él había crecido en un hogar muy disfuncional, con padres abusivos y agresivos, nada de eso se puede percibir detrás de su imagen elegante y su actitud simpática. En un determinado momento de la conversación, ella dice algo que repentinamente le recuerda al hombre lo que su propia madre le decía. Se siente incómodo porque se le ha despertado un recuerdo muy doloroso de su infancia y eso lo lleva a cambiar completamente su actitud. De pronto, se siente molesto y piensa que esa mujer no es para él. Al alejarse, la mujer se queda llena de interrogantes, sin entender lo que pasó.
Imagínate ahora el mismo caso, la misma secuencia, pero con la diferencia de que el hombre ha tenido una infancia feliz. La mujer vuelve a hacer el mismo comentario, utilizando las mismas palabras y, sin embargo, el hombre no reacciona ni se molesta. La conversación continúa y el hombre se siente feliz de haberla conocido.
En el primer caso, lo más probable es que el hombre culpe a la mujer de su incomodidad cuando, en realidad, la única razón de haberse sentido incómodo son sus propias heridas infantiles. A este fenómeno lo llamamos «proyección». Él pensará que si ella no hubiera dicho tal cosa, la relación hubiera sido diferente. Esto es cierto en principio pero la verdad es que, tarde o temprano, algo iba a despertar sus heridas emocionales.
De lo anterior puede deducirse que nunca nos enojamos por lo que los demás hacen. La única razón por la cual reaccionamos así es porque frente a ciertas conductas o eventos se despiertan nuestras propias heridas emocionales. Dicho de otra forma, las personas que te hacen enojar te están dando la oportunidad de que seas consciente de la parte de ti mismo que tienes que sanar. Esto es también cierto cuando sientes angustia, depresión, miedo., o cualquier otra emoción negativa que te resta paz. Puesto que el ego siempre busca justificarse de mil maneras, siempre encontrarás muchas razones muy lógicas para culpar a los demás del dolor que te producen. Sin embargo, no hay nada más lejos de la verdad que culpar a otros por nuestro dolor.
El mecanismo de proyección puede llegar a ser muy absurdo. Hay personas que culpan de su mal humor al tiempo, al gobierno, a la televisión, a los vecinos, a los animales, a la iglesia, y a cualquier otra cosa que tu mente pueda imaginar. Ellos se convencen de que si la situación fuera diferente, serían felices. En esto radica la gran mentira que se produce por el fenómeno de la proyección. Si crees que tu vida va a ser más placentera si cambia el gobierno, lo más probable es que esto último ocurra y tú sigas quejándote. Hay otros que culpan de su infelicidad a la pareja que tienen en ese momento; si es tu caso, lo más probable es que pienses lo feliz que serías si tan sólo dieras con la persona adecuada.
Tu felicidad no depende de nada externo. Si sufres por algo, es porque tienes que sanar algo en tu interior; en cuanto lo hagas, la molestia desaparecerá.
La solución comienza a aparecer cuando, en vez de quejarte, comienzas a preguntarte por qué te duele o molesta lo que hace el otro; cuál es la parte de ti mismo que hace eco a las palabras o acciones de afuera. Cuando empiezas a reconocer que el verdadero problema está dentro de ti, empiezas a activar los mecanismos de curación. De acuerdo con el principio de correspondencia, cada uno de nosotros atrae a personas o situaciones problemáticas con el fin de reconocer las propias heridas sin sanar. En conclusión, cada vez que alguien o algo te saque de quicio, el Universo te está dando la oportunidad de curar una herida interna. Llegado ese momento, es conveniente que hagas dos cosas: en primer lugar, debes preguntarte qué significa eso en tu vida, sin buscar culpables, interrumpiendo el fenómeno de la proyección; en segundo lugar, debes conectarte con tu espíritu, a través de tus propias palabras, pidiendo curación. Puedes decir algo como lo siguiente: Me siento muy molesto por lo que me ha hecho... : sé que siento este dolor porque se ha despertado una herida en mí; necesito curación. Pido a todo el Universo que me ayude a sanar esto. Pido la sanación completa de mi ser.
Al pedir ayuda, todo tu ser se vuelve receptivo y permite que las fuerzas del Universo puedan ingresar en ti produciendo la curación. A veces, podemos llegar a entender cuál es la herida y cuál fue su origen. Otras veces, jamás nos llegamos a enterar. En última instancia, lo más importante es la sensación de paz que nos llega una vez que nos hemos sanado.
El karma no es más que otra creación de nuestro ego. De acuerdo con eso, tenemos que «pagar» por los errores que cometimos. Por lo general, se asocia al karma una idea de castigo. Cuando empieces a escuchar a tu espíritu y comprendas que no tienes nada que pagar, dejarás de penalizarte. Tu espíritu te recordará que sólo has cometido errores y que éstos se pueden corregir.
La frase bíblica «Ojo por ojo, diente por diente» ha sido muy mal interpretada. Se la ha tomado como la ley de la venganza: si alguien te hace algo, tienes el derecho a hacerle lo mismo. Si ésta es tu interpretación, has caído en el error. La Biblia quiere enseñamos que si le quitas un ojo a alguien, luego te tocará perder un ojo a ti, porque de esa manera aprenderás las consecuencias de tus propios actos. La Biblia enseña a perdonar y a amar, no a vengarse. Para ello existe lo que se denomina «Justicia Divina», Más adelante, estudiaremos en profundidad todo lo referido al karma al tratar el principio de causa y efecto.
Ejercicio:
concentración en un deseo
Al estudiar el principio del mentalismo, has aprendido a hacer una lista de deseos u objetivos. Si no la has hecho, ésta es tu oportunidad. Tienes que enumerar por lo menos diez objetivos concretos que quieras manifestar.
En esta oportunidad, vas a elegir el objetivo principal, aquel que para ti sea absolutamente número uno. Luego vas a escribir este objetivo en forma de afirmación. Se llama afirmación a la oración que se escribe en tiempo, presente y en forma positiva.
Si tu deseo es tener una pareja, entonces tu afirmación puede ser. «El Amor Divino atrae hacia mi a la pareja perfecta estable duradera y feliz. Ahora acepto todo el amor que me merezco». Si tu deseo es tener más dinero, entonces puedes afirmar: "El dinero viene fácilmente hacia mí y mis ingresos aumentan cada día».
Vas a escribir la afirmación que elijas en una tarjeta que colocarás dentro de tu billetera. De esta manera, cada vez que la abras para pagar algo, tu mente volverá a leer la afirmación. También vas a escribirla en tu agenda, en tu cuaderno de estudio o trabajo o en una tarjeta, para tenerla al lado de tu cama, en el espejo del baño y en todos los lugares que frecuentes. La idea es impregnar tu conciencia de todas las maneras posibles.
Es mejor que los lugares que elijas sean privados y que los demás no se enteren. No hables de tus objetivos; no los gastes en palabras. Si necesitas discutirlos con alguien, busca hacerlo con las personas que alimenten tu fe y no con aquellas que te desalienten.
Meditación
Busca una posición cómoda para tu cuerpo. Respira profundamente tres o cuatro veces para relajar tus músculos. Manteniendo los ojos cerrados, repite tu afirmación con lentitud por lo menos veinte veces. Puedes usar los dedos de tus manos para llevar la cuenta. A medida que vas repitiendo las diez primeras afirmaciones, es importante que comiences a visualizar el resultado. Cuando empieces la número once, comenzarás a utilizar el resto de tus sentidos, imagínate cómo reacciona tu piel, el sonido que llega a tus oídos, el gusto al que sabe tu boca, el olor que percibe tu nariz, y cualquier otra sensación que acompañe el logro de tu meta. Durante el tiempo que dure el ejercicio, experimenta todas las sensaciones que acompañan al resultado que buscas.
Es probable que al principio lo único que puedas hacer es repetir tu objetivo con palabras. Pero si haces un esfuerzo y utilizas el resto de los sentidos, verás cómo se manifiesta rápidamente en tu vida.
La repetición es importante. Recuerda que al principio una afirmación suena demasiado buena como para ser real. El proceso de repetirla te lleva a sembrar una nueva idea en tu conciencia. Si esta idea ya existiera dentro de ti, no necesitarías hacer este ejercicio porque ya tendrías el resultado a la vista. La utilización de la palabra, la imagen y las sensaciones genera la vibración necesaria para lograr la manifestación de tu deseo en el plano material.
En este proceso es muy importante la intensidad de tu deseo. Cuando más grande sea, más rápido el Universo se encargará de otorgártelo. No hay pedido que quede sin contestar ni oración que quede sin responder. Tu deseo debe ser siempre intenso, genuino y sincero.
Una vez que se cumpla tu deseo, deberás bendecirlo, agradecer y pedir algo más grande y mejor. Vivimos en un Universo de abundancia y, como estudiante de metafísica, debes saber que estás aquí para manifestar lo mejor de tu Padre. Un verdadero metafísico vive de manera cómoda, saludable, rodeado de gente que le brinda amor, trabajando en algo placentero, recibiendo abundancia de dinero, y disfrutando cada día de su vida. Si ése es tu objetivo final, entonces continúa estudiando. Ya estás en el camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario