Aprendemos de los kabbalistas que, antes de la Creación de nuestro mundo, había un sistema simple y perfecto: el Creador nos daba Luz y nosotros la recibíamos sin necesidad de ganarla.
Sin embargo, después de la Creación este dejó de ser el caso. La Creación fue diseñada para permitir que nos ganáramos la Luz del Creador mediante la transformación de nuestros deseos egoístas en deseos altruistas.
Por lo tanto, no podíamos recibir la Luz como antes lo hacíamos. En lugar de recibir la Luz directamente del Creador, debíamos atraer la Luz a través de nuestro trabajo espiritual.
La primera se mezcla con la Vasija y se unifica con ella, mientras que la otra permanece distinta y separada.
Cuando la Luz es de un nivel más elevado del que la Vasija puede manejar, no se puede unir con la Vasija. Se queda con la Vasija, ya que sabemos que la Luz en realidad nunca se marcha, pero deja una Luz pasajera e inestable.
El secreto aquí es que un individuo puede recibir la Luz más grande de todas, pero si no se la ganó, si no ha transformado su Deseo en un nivel que sea lo suficientemente elevado como para unirse con esa Luz, la Luz no se vuelve parte de él.
Tenemos la capacidad única de transformar nuestro Deseo de Recibir para Sí Mismo en Deseo de Compartir. Así es como nos ganamos que la Luz permanezca con nosotros como Luz eterna y duradera.
Este tipo de Luz, que los kabbalistas denominan Luz Retornante, solo se puede revelar a través de nuestro trabajo espiritual y nuestro proceso de transformación.
A lo largo de la historia, muchas personas tuvieron revelaciones, grandes visiones y profecías, pero debido a que no hicieron el trabajo, la Luz no permaneció con ellos.
De la misma manera, muchos hemos logrado recibir Luz, pero si no hacemos el trabajo para recibirla, la Luz se quedará en su nivel más bajo. Cuando hacemos el trabajo espiritual y la ganamos, solo entonces podemos lograr que sea duradera.
Estas poderosas lecciones de Rav Áshlag deberían despertar una apreciación más profunda por nuestro trabajo espiritual.
Incluso las conexiones más pequeñas que hacemos revelan una enorme cantidad de Luz en los mundos superiores. Y cuanto más esfuerzo hagamos para ganarnos la Luz, más se vuelve parte de nosotros.
Adaptado del curso de Michael Berg sobre Las Diez Emanaciones Luminosas, clase 43.
Aprendemos de los kabbalistas que, antes de la Creación de nuestro mundo, había un sistema simple y perfecto: el Creador nos daba Luz y nosotros la recibíamos sin necesidad de ganarla.
Sin embargo, después de la Creación este dejó de ser el caso. La Creación fue diseñada para permitir que nos ganáramos la Luz del Creador mediante la transformación de nuestros deseos egoístas en deseos altruistas.
Por lo tanto, no podíamos recibir la Luz como antes lo hacíamos. En lugar de recibir la Luz directamente del Creador, debíamos atraer la Luz a través de nuestro trabajo espiritual.
La primera se mezcla con la Vasija y se unifica con ella, mientras que la otra permanece distinta y separada.
Cuando la Luz es de un nivel más elevado del que la Vasija puede manejar, no se puede unir con la Vasija. Se queda con la Vasija, ya que sabemos que la Luz en realidad nunca se marcha, pero deja una Luz pasajera e inestable.
El secreto aquí es que un individuo puede recibir la Luz más grande de todas, pero si no se la ganó, si no ha transformado su Deseo en un nivel que sea lo suficientemente elevado como para unirse con esa Luz, la Luz no se vuelve parte de él.
Tenemos la capacidad única de transformar nuestro Deseo de Recibir para Sí Mismo en Deseo de Compartir. Así es como nos ganamos que la Luz permanezca con nosotros como Luz eterna y duradera.
Este tipo de Luz, que los kabbalistas denominan Luz Retornante, solo se puede revelar a través de nuestro trabajo espiritual y nuestro proceso de transformación.
A lo largo de la historia, muchas personas tuvieron revelaciones, grandes visiones y profecías, pero debido a que no hicieron el trabajo, la Luz no permaneció con ellos.
De la misma manera, muchos hemos logrado recibir Luz, pero si no hacemos el trabajo para recibirla, la Luz se quedará en su nivel más bajo. Cuando hacemos el trabajo espiritual y la ganamos, solo entonces podemos lograr que sea duradera.
Estas poderosas lecciones de Rav Áshlag deberían despertar una apreciación más profunda por nuestro trabajo espiritual.
Incluso las conexiones más pequeñas que hacemos revelan una enorme cantidad de Luz en los mundos superiores. Y cuanto más esfuerzo hagamos para ganarnos la Luz, más se vuelve parte de nosotros.
Adaptado del curso de Michael Berg sobre Las Diez Emanaciones Luminosas, clase 43.
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