miércoles, 18 de septiembre de 2019

¿Cómo puedo distinguir entre el deseo de mi alma y el deseo de mi ego?

La vida está llena de oportunidades. Enviamos solicitudes para empleos, universidades o programas de capacitación. Nos inscribimos en cursos, recorridos o prácticas. Decidimos comprar una casa, viajar a otro país o iniciar una nueva profesión. Nuestros amigos y familiares nos dicen que sigamos lo que nos dice el corazón, pero por cada decisión que se presenta, ¿cómo sabemos verdaderamente cuando es nuestra alma la que nos llama?

La respuesta es más simple de lo que crees. Si es el deseo del alma, hay algún aspecto que desea el bien de otras personas. Si deseas únicamente el bien para ti misma, el deseo proviene del ego.

En 2015, mi esposo, Michael, y yo estábamos seguros de que queríamos mudarnos a Nueva York. Habíamos vivido muchos años en Los Ángeles. Mi familia consideraba California como su hogar. Pero algo simplemente se sentía bien con la idea de mudarnos a Nueva York. 
Escuchamos un llamado y sentimos que la Luz nos estaba hablando, motivándonos a mudarnos a Nueva York. Así que invertí toda mi energía en hacerlo una realidad, porque de verdad sentíamos que eso era lo que debíamos hacer. Teníamos certeza absoluta. 

Sin embargo, también estábamos completamente desapegados.
¿Cómo podemos tener certeza en alcanzar una meta sin apegarnos a ella? Al “soltar” en cada momento. Michael y yo estábamos seguros de que queríamos mudarnos a Nueva York y que era lo mejor para nosotros. Pero si no sucedía —por ejemplo, porque los chicos no ingresaban al colegio o no podíamos encontrar departamento o las cosas no fluían— estábamos tranquilos si no terminábamos mudándonos. Si no ocurría era porque no debía ocurrir, y yo confiaba en ese proceso también.

Pon en práctica no apegarte a nada y dejarle las cosas al Creador. Mantente conectada con tu fuente; de ahí es de donde vienes. De ahí provienen la certeza, la felicidad y la abundancia. Una cosa es conciencia y una cosa necesidad. Haz todo lo que puedas para hacer tus sueños y deseos realidad, pero si inviertes toda tu energía en algo y la respuesta es “no”, entonces tu energía no estaba destinada a esa meta en específico.

Recuerda: ninguna energía se pierde. Digamos que estás entrenando para una maratón. Entrenas durante meses y trabajas incansablemente enfocada en tu meta. Pero llega el día de la carrera y por alguna razón no puedes ir. ¿Qué vas a hacer? Puedes enojarte y pensar: “¡Perdí todos estos años o meses entrenando! ¡Qué rabia!”. O puedes decirte a ti misma: “Esta carrera no era para mí. ¿Cuándo es la próxima? Voy a intentar con esa”. Confía en el proceso; cuando lo hagas, descubrirás que el proceso es el propósito.

Al final, la energía que invertimos nunca se pierde salvo que nosotros pensemos que sí. Cuando se presente un obstáculo, no asumas que no estabas destinada a alcanzar el objetivo. “No debo correr en la carrera”. ¡No! No debías correr en esa carrera. Inténtalo de nuevo.

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