Hay dos mundos que son inseparables.
Uno es finito y lleno de limitaciones.
Otro es extremadamente grande y allí todo es creado instantáneamente.
Ambos son reales y cada uno tiene sus códigos.
Ambos son verdaderos.
Pero uno se ve y el otro no.
Durante la vigilia vivimos en el mundo denso.
Durante el sueño habitamos en aquel.
El padre y el hijo no se pueden separar.
El padre antecede al hijo y lo crea.
El pensa-miento antecede al hecho y lo crea.
Antes de ir a la batalla los guerreros ya la han librado en sus mentes.
Visiones de guerra crean las guerras.
Los noticieros inundan las mentes de millones de personas con imágenes aterradoras.
La paz no puede lograrse pensando en la guerra.
Y la salud infinita no puede lograrse inculcando temor a los virus o al mosquito del dengue.
Una medicina que tiene como propósito la lucha contra la enfermedad, es una medicina que fomenta la enfermedad.
No se trata de una guerra de un ejército contra otro.
Se trata de una guerra contra los parásitos, las arañas, los virus y las células malignas.
La lucha contra el cáncer crea más cáncer.
Porque todo luchador libra cada día esas batallas en su mente.
Y sus actos siguen a sus ideas.
Y por eso ha creado armas letales como la radioterapia y la quimioterapia.
Los investigadores siguen diseñando armas más poderosas y efectivas.
Porque creen que así un día podrán derrotar al cáncer o al sida o a la enfermedad de Parkinson.
Pensando constantemente en enfermedades no puede crearse la salud.
Pensando constantemente en deudas no puede crearse la prosperidad.
Pensando constantemente en lo duro que es perder no puede alcanzarse el deseo del corazón.
La salud absoluta surge en el infinito.
La salud infinita cobra vida en forma de una poderosa decisión.
Entonces los actos seguirán los impulsos del corazón.
Y las manos harán lo que la mente les ordena.
Porque el padre es más grande que el hijo.
Pero el hijo a su vez se convertirá en padre.
-Martin Macedo-
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