Muchas veces confundimos lo que debería representar el amor en nuestras vidas y en nuestras relaciones importantes. Mientras más cercanos son los nexos, mientras más nos importa alguien, más queremos que las cosas resulten de acuerdo a nuestras expectativas y lo cierto es que en el amor no se exige, ni se controla.
Cambiar y controlar al otro
Cuando amamos a alguien nos sentimos con cierto derecho a opinar con propiedad de lo que resulta mejor para esa persona, en lo que nos incumbe y en lo que no, queremos que encaje de alguna manera en un patrón que hemos venido formando en nuestra mente a lo largo de nuestras vidas.
Y más allá de opinar, queremos controlar las acciones y las decisiones del otro, subestimando inclusive su criterio, sus deseos, sus maneras… Y de esta forma podemos convertirnos en directores de vidas que no son nuestras. Cabe recordar que la única nuestra es la propia, la cual a veces abandonamos por estar monitoreando y controlando la de los demás.
Créanme, cuando nos damos cuenta de todo el material que tenemos propio para trabajar, no invertimos tanto tiempo tratando de ajustar la vida de los demás a lo que queremos.
Luego, más allá de opinar, de controlar, pues pasamos a exigir cierto tipo de respuestas y de acciones de las personas que amamos y nos sentimos realmente frustrados si no obtenemos las respuestas que esperamos.
Los cambios no surgen por imposiciones
En el amor no podemos exigirle nada a nadie, todo el mundo da de acuerdo a sus posibilidades, a lo que le nace, a lo que ha aprendido. Evidentemente todos estamos sujetos a cambios, pero estos cambios no se generan por imposiciones, los cambios se dan por reacciones personales ante diferentes circunstancias.
Lo más inteligente que podemos hacer si amamos a alguien es respetar su libertad, confiar y entregar lo mejor de nosotros. Si haciendo esto, lo que obtenemos no está alineado con lo que nos gustaría recibir, tenemos la opción de dar marcha atrás, de reconsiderar nuestra relación o su equilibrio.
El amor y la libertad
Cuando respetamos la libertad de alguien, esto incluye permitirle ser quien es, sin pretender cambiarlo, sin exigirle nada, sin criticar su forma, estamos realmente amando. Porque entendemos que cada quien es como es y eso es perfecto.
Cada uno de nosotros tiene una vida acumulando experiencia, aprendiendo, desaprendiendo. Cada uno de nosotros ha tenido que tomar para sí cosas que sentía ajenas y abandonar cosas muy propias y esto es parte de la evolución personal y el no poder respetar los ciclos de crecimiento de cada quien va en contra del amor.
Los límites son importantes
Evidentemente hay cosas que no debemos permitir en nuestras vidas, incluso amando mucho a alguien. Si algo nos está dañando, tenemos plena libertad de considerar ajustes. Pero debemos entender que lo único que está a nuestro alcance controlar, es lo propio. Si para sentirnos bien, el otro es quien debe tomar acciones, pues estamos cediendo espacios de nuestras vidas que nos pertenecen, mientras lo que tenemos que hacer es establecer límites que nos preserven y aprender a comunicarlos.
Ciertamente amar sin controlar a muchos no se les da bien, pero cuando sueltan la necesidad de moldear, se quitan las gafas del juicio y permiten al otro ser, con mucha frecuencia quedan gratamente sorprendidos con lo que llegan a recibir. Amar sin expectativas, es la manera más sana de hacerlo, sí, puede dar miedo… Pero descubrirnos en el otro tal cual y no forzándolo a ser como nos gustaría que fuera, es una experiencia invaluable.
Soltemos el control, dejemos de lado las exigencias, rompamos las expectativas y permitamos al otro ser… Inclusive permitámonos a nosotros mismos ser lo que queremos y no lo que creemos que debemos ser, encontrarnos es uno de los más grandes descubrimientos.
Sara Espejo
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