jueves, 4 de julio de 2019

No hay límites para la capacidad de soñar


A veces me gustaría poder viajar en el tiempo y volver a la década del 60 cuando en Montevideo todavía no había TV en las casas y mi padre estaba estudiando en la facultad de notariado.
Vivíamos en un tercer piso por escalera (no había ascensor) y recuerdo que venían los amigos de madrugada a estudiar.
Todavía era de noche y hacía un frío terrible.
Como el piso era pequeño yo dormía en el salón comedor y veía entrar a los compañeros de estudio de mi padre.
Una mañana mi padre llegó con un televisor blanco y negro.
Lo subió por la escalera y vimos por primera vez la TV uruguaya en blanco y negro.
Sería en el año 1968.
Si pudiera volver a 1968 haría tantas cosas que no hice.
En vez de ir al colegio con desgano pondría una pasión infinita en mis estudios y sería uno de los mejores de mi clase.
Le rogaría a mi padre que me llevara al baby football con apenas 5 o 6 años y así al llegar a los 18 podría jugar en primera división y tal vez algunos partidos con la selección juvenil.
También le pediría que me llevara a clases de karate apenas pudiera sostenerme en pie y así al llegar a los 15 ya sería cinta negra y a los 20 sería instructor.
A mi madre le pediría que no nos diera tanta leche entera y tanta harina.
Le rogaría que cambiara el azúcar que nos daba en cantidad por endulzantes de calidad.
Aunque en la década de 1960 - 1970 no había alimentos orgánicos.
Pero estábamos dormidos.
No había pasión ni sueños de grandeza.
Se ponía voluntad y esfuerzo pero sin comprender que teníamos la capacidad de lograr cualquier sueño que nos propusiéramos alcanzar.
Su pudiera volver a 1968 haría lo que hice pero con mil veces más voluntad y pasión.
Pero nadie me lo explicó.
Nadie me dijo que soy un ser infinito.
Que no hay límites para la capacidad de soñar.
Me dieron una educación religiosa que me llenó de limitaciones.
Que esto es malo, que esto es pecado, que esto no se hace, que esto no se dice.
Pero todas esas experiencias forjaron una gran voluntad.
Sólo quien experimenta la prisión angustiante de las limitaciones físicas o mentales puede comprender lo nociva que es una mente atada por creencias obsoletas.
Hoy tengo una voluntad de hierro que me abre todas las puertas que deseo abrir.
Ese pasado lleno de errores fue perfecto, esa experiencia tenía que ser vivida para poder valorar cada minuto de este presente precioso que nunca se acaba.
Que siempre nos da nuevas oportunidades.
De ser más grandes.
De ser más felices.
De ser más saludables.
De abrazar nuevos sueños más grandes, más bellos y comenzar a avanzar hacia ellos.
Con la pasión infinita, con la voluntad de hierro que siempre estuvo ahí dentro de mi alma, pero no lo sabía.
Hoy mi mayor felicidad es vivir cada momento conectado con el poder total y apoyar a otras personas a tomar conciencia de que la grandeza vive en cada forma de vida que respira en este mundo.
La vida infinita es ahora.
Y eres tu.

-Martín Macedo-

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