sábado, 13 de julio de 2019

Paradojas metafísicas

Franz Kafka no sólo es uno de los grandes escritores de la historia; es, como casi ningún otro, una forma de mirar el mundo. 

Lo "kafkiano" no sólo es lo extraño e inquietante; es lo extraño e inquietante que tiene un fondo enigmático y metafísico. 

Como ha notado Roberto Calasso en su penetrante lectura de Kafka, el escritor checo escribió en la frontera entre lo inmanifiesto y lo manifiesto, entre el mundo de las potencias invisibles y el mundo visible. 

Todo en Kafka es un símbolo. Un símbolo de algo invisible que controla y castiga y por eso quizá sería mejor no buscarlo ni desearlo y, sin embargo, no podemos hacer otra cosa.

A continuación presentamos tres ejemplos tomados de El castilloEl proceso y sus Diarios, en los que Kafka muestra esta particular cosmovisión metafísica, entreverada por la culpa, el absurdo y la paradoja. 

I
"¿Qué estás esperando?". "Algún trineo que me lleve". "Por aquí no pasa ningún trineo", dijo el hombre. "por aquí no hay tráfico". "Sin embargo, es la calle que lleva al Castillo", objetó K. "Aun así, aun así", dijo el hombre con cierta inflexibilidad, "por aquí no hay tráfico". 
(El castillo)

II
Es como si en alguna parte, en un claro del bosque sucediera el combate espiritual [el combate espiritual en torno al cual "todo gira"] [...] Penetro en el bosque, no encuentro nada y enseguida, por debilidad, me apresuro a huir; con frecuencia, cuando abandono el bosque, huelo y creo oír el fragor de las armas de ese combate. Quizás las miradas de los combatientes me buscan a través de la oscuridad del bosque, pero yo sé muy poco acerca de ellos, y ese poco es engañoso.
(Diarios)

III
Un día, en uno de sus viajes, el peregrino se encontró una gran puerta abierta, con sólo un guardia a su lado, fiero e inmortal.
–Guardián, por favor, déjame pasar a través de la puerta.
–Lo siento peregrino, no puedo dejarte pasar.
El peregrino decidió esperar. Los minutos se convirtieron en horas, las horas en días, siempre preguntando lo mismo y obteniendo siempre la misma respuesta.
–Peregrino, más allá de esta puerta hay puertas infinitas con guardianes infinitos y aunque soy un guardián fuerte, apenas puedo mirar a los ojos del tercero que es mucho más poderoso que yo. Si te sientes valiente te reto a pasar, pero recuerda, es bajo tu propio riesgo.
Asustado, el peregrino siguió esperando mientras su vida pasaba. Intentó sobornar al guardián que siempre aceptaba sus regalos mientras le daba la misma respuesta:
–Acepto tus regalos para que pienses que intentaste todo para poder pasar.
El peregrino esperó. Pasaron las estaciones y se volvió viejo.
–Guardián, he pasado toda mi vida aquí, frente a esta puerta, y nunca vi a ninguna mujer, ningún hombre, ninguna clase de criatura intentar cruzarla, ¿puedes decirme por qué? ¿puedes decirme la razón?
El guardián fiero se dio cuenta de lo que pasaba.
–Peregrino, voy a cerrar la puerta y sólo entonces tendrás tu respuesta.
El guardián se acercó lentamente a la puerta y la cerró. Entonces se dio la vuelta hacia el peregrino y dijo:
–Escúchame, a donde vayas desde ahora recuerda esta puerta, y que esta puerta existió y estaba abierta sólo para ti, y con todo, nunca encontraste la fuerza para cruzarla.
Entonces así, en aquel momento de comprensión, el peregrino cerró sus ojos y murió.
("Ante la Ley", El proceso)

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