domingo, 14 de julio de 2019

El amor en el Budismo

La forma en la que el budismo entiende al amor es muy distinta a la versión de amor romántico que ha sido difundida en la modernidad occidental. Por una parte, es evidente que el budismo al ser una religión (aunque una no-teísta) ordena a sus seguidores y supone el cumplimiento de votos, por lo cual la idea de un budista "perdidamente" enamorado de otra persona es contradictoria. Asimismo, la visión budista del mundo como samsara, como un ciclo ilusorio de muerte y renacimiento, hace que a grandes rasgos, el practicante renuncie a los placeres mundanos o, mejor dicho, se mantenga desapegado, consciente de la impermanencia de todo fenómeno o estado de la mente y cuerpo. Esto, sin embargo, no significa que para el budismo el amor no sea importante.
Fundamentalmente el amor es entendido como compasión, esto es un-sentir-con, una forma de piedad que se extiende en la meditación y en los actos cotidianos para el beneficio de todos los seres sintientes. Esto es especialmente cierto de budismo mahayana, el gran vehículo de bodhisattva, donde se considera que la salvación personal y los logros de una mente pacífica y luminosa deben de disponerse para la liberación de todos los seres. El bodhisattva, al haber perfeccionado su mente y desactivado sus karmas, es tan ligero como el cielo y en ese estado inmarcesible decide dedicarse, aunque tarde eones, a ayudar a eliminar la ignorancia que genera el sufrimiento de todos los seres vivos. De hecho, la cualidad esencial de la mente de un Buda, el boddhicitta es una especie de luminosidad que también se entiende como compasión pura y la cual es la naturaleza base de la mente.
Una definición más simple, que me parece capta la esencia de la visión budista del amor y nos permite de alguna manera trascender el exceso de conceptualización y de intangibilidad que rodea al amor en nuestra visión de mundo, nos viene por parte del maestro tibetano Thinley Norbu Rinpoche: el amor es dar energía a alguien más. Puede que el amor sea otras cosas también, pero he ahí algo muy simple con lo que se puede trabajar, y llevar el pensamiento y las emociones a un nivel cuantificable y mayormente irrefutable. La energía como prueba del amor.
En su excelente White Sail, Thinley Norbu señala: "Existen muchos método para incrementar la energía positiva, pero el más poderoso es crear amor y fe, los cuales surgen de la energía de sabiduría original. Si conectamos a través de la fe con la vasta y profunda continuidad de la mente, las cualidades internas, suaves y luminosas de la energía de sabiduría pueden florecer. La esencia del amor es la compasión de los seres sublimes que siempre dan energía". En el contexto budista se dice que la intención de amor "debe ser la misma que la de la fe: llevar a la iluminación, lo cual nos libera del sufrimiento del amor mundano superficial". Secularmente esto puede entenderse simplemente como el genuino deseo del bien del otro. Es por ello que esto es la regla de oro en todas las tradiciones, hacer a los demás como nos gustaría que nos hicieran a nosotros (y es también curiosamente un principio esencial, no sólo de la compasión, sino del erotismo).
En pali, la lengua que hablaba Buda, una de las formas con las que se refiere al amor es "metta", una palabra que ha sido traducida como amor pero también como amabilidad, benevolencia y buena voluntad; "metta" es amor pero sin el sufrimiento que necesariamente conlleva el apego y el aferramiento a una persona. En nuestra sociedad tenemos historias muy bellas de amores de parejas que dependen la una de la otra y que se sacrifican el uno por el otro pero que en el proceso sufren enormemente y creemos que sufrir es parte esencial de una demostración heroica del amor; esto es solamente una concepción equivocada, si bien altamente poética. Un amor así está más ligado a la fantasía y a la ilusión que a la realidad, puesto que la realidad es que las personas que amamos se enfermarán, morirán y nos dejarán. Nada permanece y no es necesario aferrarse a algo; la felicidad y el bienestar tienen una fuente interna y pueden ser compartidas pero nunca podrán ser experimentadas en su totalidad más que a través de la realización personal. El amor no se trata del deseo de ser aceptado o de encontrar alguien que nos revele la felicidad, se trata de entender no de ser entendido y de dar, de dar energía, más allá de conceptos y justificaciones psicoanalíticas de nuestro amor. ¿Somos capaces de dar energía a las personas? ¿Somos capaces de entenderlas en el nivel más puro sin que esto nos afecte, puesto que nuestra esencia no tiene forma de perderse o corromperse por los fenómenos mundanos?
Alguien podría dudar sobre este "dar energía" y pensar que una persona puede drenar a otra, algo que en ocasiones ocurre (y entonces el supuesto amor se vuelve brujería o vampirismo sexual). Pero esto sólo ocurre cuando la persona que da energía lo hace desde un centro de apego personal y tiene algo que perder, es decir, su mismo ego y las construcciones de su personalidad. La energía que se da en el amor, sugieren las tradiciones místicas, no es de una persona, es la energía del cosmos mismo, que atraviesa a la persona justamente porque ha perdido la importancia personal y ha eliminado los aspectos más burdos y gruesos de su mente que obstruyen el flujo de la energía. Es por ello que para los budistas la realidad es vacuidad y, como sabemos por la física cuántica, el vacío es potencial de energía infinita. Al no carecer ni desear ni estar amarrado a conceptos, una persona regresa al vacío, por así decirlo, y puede servir como un canal de esa fuente inagotable de la cual se dice en el Tao Te King que siempre da y sin embargo permanece completa. En realidad sólo ama quien se puede vaciar a sí mismo.

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