jueves, 18 de julio de 2019

De Hipócrates a la inteligencia artificial: hacia una inteligencia colectiva

“El médico debe incluir sabiduría en la medicina y medicina en la sabiduría” (Hipócrates, médico, 460 a.c. – 370 a.c.).
La medicina moderna se basa en los trabajos de Hipócrates y sus discípulos recogidos en los más de sesenta libros que constituyen el cuerpo hipocrático1. En su esencia, estos escritos declaran que cualquier enfermedad tiene su origen en causas naturales y, por tanto, la medicina debe basarse en la observación detallada, la razón y la experiencia para establecer el diagnóstico, pronóstico y tratamiento. La tradición hipocrática pone el acento en la importancia de los síntomas y el examen clínico. Gracias a ella, la medicina abandonó la superstición y la magia ejercidas por sacerdotes-médicos y se transformó en una ciencia real basada en la experiencia.
Hipócrates desarrolló una metodología para entrenar el “sexto sentido” de los médicos2. Gracias a este nuevo método empírico, los médicos antiguos empezaron a utilizar su mente y sus cinco sentidos para recopilar información sobre los pacientes. La primera fase de una buena atención médica comienza, según Hipócrates, con la “anamnesis”, un proceso mediante el cual se hacen preguntas específicas al paciente o sus familiares. En un segundo tiempo, se realiza la exploración física mediante la inspección, palpación, percusión y auscultación del paciente. En paralelo, el método aconseja una atención meticulosa a cada detalle específico, como la dieta, la fiebre o la orina, las deposiciones fecales y el sudor.
El juramento hipocrático continua siendo la pieza fundamental de la deontología médica. Imagen: Wikimedia.
En la tradición hipocrática, la capacidad de diagnosticar, predecir y tratar enfermedades específicas provino de la combinación de un conocimiento sólido de la ciencia con la percepción intuitiva del paciente en su conjunto. Hipócrates decía que los médicos tratan a pacientes y no a enfermedades2; según él, todo médico debe considerar al paciente como una entidad física, mental, espiritual y social única. No sólo hay que conocer y comprender la enfermedad, sino también a la persona que la padece. Aquí nace el concepto llamado “el arte de la medicina”.

UNA MENTE AUMENTADA PARA LOS MÉDICOS

En la actualidad, los médicos siguen utilizando la misma metodología descrita por Hipócrates hace más de dos mil años, pero también tienen acceso a nuevas, vastas y valiosas fuentes de información. De hecho, las pruebas de laboratorio, las imágenes, la secuenciación del ADN, la patología molecular y los avances tecnológicos de la híper-conectividad, permiten evaluar nuevas características de la salud de un individuo. Se estima que estas nuevas tecnologías producen anualmente cerca de un zettabit (1 billón de gigas) de datos y generarán más aún en el futuro3. Resulta imposible que los médicos procesen toda esta información y generen conocimiento útil a partir de ella, por lo que, en detrimento del viejo método hipocrático, intentan ultra-especializarse cada vez más en un sector determinado de la medicina4Esa antigua mezcla de conocimiento y sabiduría se está perdiendo: hoy la técnica prima sobre el “arte”, y lo fáctico sobre lo humano4. Es muy difícil saber si tratamos personas o enfermedades.
Hasta ahora, no se contaba con las herramientas necesarias para analizar y producir conocimiento significativo a partir de esta información masiva, pero esto está cambiando vertiginosamente con el uso de la inteligencia artificial (IA), ya que estos sistemas ahora tienen la capacidad de procesar grandes cantidades de datos, generando información que permite crear conocimiento nuevo. Sin embargo, la IA genera temor y toda clase de predicciones apocalípticas debido a la creencia común de que las máquinas van a reemplazar a los humanos en muchas tareas5. Por el contrario, en el ámbito de la medicina, la inteligencia artificial debería verse como una herramienta capaz de mejorar el trabajo del médico. El término inteligencia aumentadaresulta más apropiado para describir el verdadero papel de la IA, ya que esta tecnología está diseñada para mejorar la inteligencia humana y no para suplantarla6.
¿Cómo puede contribuir la inteligencia artificial a que un médico sea más eficiente en la atención de sus pacientes? Para responder a esta pregunta, primero hay que entender cómo funcionan estos nuevos sistemas. Básicamente, se trata de algoritmos basado en modelos matemáticos, capaces de asimilar grandes cantidades de datos, aprender sobre los mismos, y discernir patrones relevantes generando una nueva información y conocimiento que la mente humana no es capaz de producir. En el ámbito de la medicina, los médicos pueden aplicar este nuevo conocimiento a la problemática particular de sus pacientes. Por el contrario, la IA no tiene la capacidad de generar sabiduría, que no es otra cosa que la forma correcta de aplicar el conocimiento adquirido; por ejemplo, la IA es incapaz de evaluar el contexto o de tener en cuenta múltiples factores subjetivos que afectan a la salud de una persona, como su estilo de vida o sus relaciones familiares o sociales. Por esta razón, la IA no puede suplantar la opinión profesional de un médico7.

UNA MEDICINA MÁS PERSONAL GRACIAS A LAS MÁQUINAS

En la actualidad existe un debate social sobre la IA que normalmente se plantea como una lucha “máquinas contra humanos”, aportando toda clase de visiones pesimistas sobre el futuro de algunas profesiones (incluida la de los profesionales de la medicina)5. Este debate suena sesgado y maniqueísta. El advenimiento de la IA en medicina debería plantearse más bien como un cambio de paradigma, donde el médico evolucionaría en un entorno de trabajo colaborativo, en el que las máquinas y los humanos interactuarían para la toma de decisiones médicas. En aquellos casos en que estas decisiones se pueden definir claramente con un algoritmo, sería lógico pensar que los ordenadores reemplacen a los humanos. Ello no implicaría la desaparición de los médicos, muy por el contrario, éstos tendrían más tiempo para perfeccionarse en “el arte de la medicina”. Por ejemplo, si los sistemas automáticos son capaces de hacer diagnósticos por imágenes de rutina, los médicos podrían pasar más tiempo interactuando con los pacientes, analizando situaciones más complejas y decidiendo la conducta a seguir.
La IA ahorrará tiempo a los médicos y sanitarios para que se lo puedan dedicar a la parte más humana de la profesión. Imagen: Pixabay
Como afirmaba Hipócrates, diferentes pacientes tienen diferentes necesidades y los humanos pueden responder mejor a esas necesidades. El llamado “sentido común” es capaz de identificar y responder a situaciones anómalas en las que las reglas que normalmente caracterizan un fenómeno determinado no se cumplen7. Por ejemplo, un médico experimentado sabe que los pacientes tienen una percepción subjetiva muy diferente sobre la gravedad de sus síntomas y sobre el dolor; esta diferencia es imposible de establecer para un ordenador8.
La automatización será una amenaza para aquellos médicos que sólo se centren en el procesamiento de la información y en la absorción de datos médicos. En cambio, aquellos con buenas habilidades emocionales (creatividad, empatía, compasión), que son capaces de escuchar y prestar atención a sus pacientes, y, por lo tanto, obrar con sabiduría médica, no podrán ser reemplazados.

CONCLUSIÓN

La combinación de ambas inteligencias (humana y artificial) podría ayudar a superar los defectos y limitaciones de cada una de ellas. A medida que incorporamos tecnologías inteligentes en los procesos médicos, irá surgiendo una nueva forma de colaboración aún más poderosa9. Al igual que en el pasado la automatización del trabajo humano cambió por completo el mundo conocido y provocó la evolución de la oferta de productos y servicios, la combinación de inteligencia humana y artificial creará un nuevo tipo de inteligencia colectiva capaz de constituir organizaciones más eficientes y, en el sector de la salud, será capaz de resolver problemas que hasta ahora eran inaccesibles para la mente humana.
Finalmente, cabe recordar que las ciencias fácticas se dividen en disciplinas naturales y humanas. La medicina tiene un lugar especial y limítrofe entre ambas, y es muy difícil establecer las similitudes entre un médico que trabaja, por ejemplo, con reglas establecidas en ensayos clínicos específicos y un médico de familia tradicional. El primero estará más relacionado con una ciencia natural, y el último con una ciencia más humana -“el arte de la medicina”-.
La combinación de inteligencia humana y artificial en un nuevo tipo de inteligencia colectiva permitirá que cada médico sea una combinación de los dos, es decir, el arte de la medicina -ciencia humana- basado en el análisis masivo de datos -ciencia natural. Una nueva inteligencia colectiva al servicio de una medicina más sabia.

Carlos María Galmarini

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