El amor es real cuando se da desde la libertad, el verdadero amor nos brinda la oportunidad de ser tal cual somos, de reconocernos a nosotros mismos con la ayuda de la presencia del otro.
Sin embargo, podemos confundirnos en el proceso y sentir que le pertenecemos a esa persona a quien amamos o bien que ella nos pertenece a nosotros.
El amor debe ser un canal para desarrollarnos, no para limitarnos o encerrarnos.
Quien nos ama tendrá la responsabilidad de invitarnos a volar, de ayudarnos a preparar nuestras alas y hacer lo posible para que volemos, esto evidentemente debe ser recíproco.
Pero debemos dudar de un amor que nos coloca grilletes, que nos invita a estancarnos, que nos ata o nos corta las alas, porque esas acciones no son impulsadas por amor, sino por miedo, por rivalidad, por egoísmo, por celos, por necesidad…
Nada más gratificante que encontrar en la pareja el apoyo que podemos necesitar, las palabras de aliento, el impulso y la confianza que inclusive de nosotros mismos, no podemos obtener.
El amor se trata de crecer en todo sentido, de crecer de forma individual y de crecer como pareja, como equipo, como dos personas que se han seleccionado la una a la otra, para recorrer un camino compartido con pasos firmes, con disposiciones e intenciones claras.
Cuando amamos de verdad no queremos que la otra persona nos pertenezca, no actuamos desde el miedo a perderla, entendemos el valor de su presencia en nuestra vida y procuramos hacerle en ambiente lo más cómodo posible como para que se quede, damos lo mejor de nosotros y procuramos mejorar inspirados en el amor y en la construcción que queremos lograr.
“Nadie pierde a nadie, porque nadie posee a nadie. Ésa es la verdadera experiencia de la libertad: tener lo más importante del mundo, sin poseerlo” — Paulo Coelho
Si actúo desde la posesión, lo más probable es que sea mi ego, más no mi corazón quien esté más involucrado en esa relación.
Es el ego quien tiene la necesidad de reconocimiento, de marcar territorios, de identificar propiedades, es el ego quien se crea una falsa seguridad intentando retener y poseer, en lugar de permitir y fluir.
Cuando actuamos desde el corazón, nuestra manera de ver las cosas cambia y desde allí podemos realmente amar, sin ser obstáculos en la vida del otro, sino por el contrario, una pieza clave en su camino.
Entendamos que nadie nos pertenece, que ni siquiera un papel nos otorga el derecho de apropiarnos de la vida de alguien, así que generemos las condiciones para quien quiera estar a nuestro lado, lo disfrute desde la libertad y el amor real y evidentemente procuremos compartir nuestro camino con quien nos otorgue ese mismo privilegio.
Sara Espejo
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