La indiferencia es una forma de agresión
psicológica.
Es convertir a alguien
en invisible, es anularlo emocionalmente y vetar su necesidad de conexión
social para llevarlo a un limbo de auténtico vacío y sufrimiento. Dicha
práctica, como ya sabemos, abunda en exceso en muchos de nuestros contextos: la
vemos en escuelas, en relaciones de pareja, familia e incluso entre grupos de
amigos.
Falta de comunicación, evitación, hacer el vacío
de forma expresa, frialdad de trato… Podríamos dar mil ejemplos sobre cómo se
lleva a cabo la práctica de la indiferencia, y sin embargo, el efecto siempre es el mismo: dolor y sufrimiento. El dolor de
ese niño que sentado en un rincón del patio, ve como es ignorado por el resto
de sus compañeros. Y el sufrimiento también de esa pareja que de un día para
otro, percibe cómo su ser amado deja de mostrar la correspondencia emocional de
antes.
Lo contrario del amor
no es el odio, es la indiferencia. Lo contrario de la belleza no es la fealdad,
es la indiferencia. A su vez, lo contrario de la fe no es herejía, es la
indiferencia. Y lo contrario de la vida no es la muerte, sino la indiferencia
entre la vida y la muerte. -Elie Wiesel-
Nadie está preparado para habitar en ese vacío
social donde los demás pasan a través nuestro como si fuéramos una entidad sin
forma. Nuestras
emociones, nuestras necesidades y la propia presencia están ahí y
demandan atención,
ansían afecto, respeto… ser visibles para el resto del mundo. ¿Cómo afrontar esas situaciones?
La indiferencia, la
invisibilidad social y el dolor emocional
La definición de la indiferencia es a simple
vista bastante sencilla: denota falta
de interés, de preocupación e incluso falta de sentimiento.
Ahora bien, más allá de las definiciones de diccionario están las implicaciones
psicológicas. Están, por así decirlo, esos universos personales donde hay
ciertas palabras con más relevancia que otras. El término “indiferencia”, por
ejemplo, es sin duda uno de los más traumáticos.
Así, hay quien no duda en decir que lo opuesto
a la vida no es la muerte sino la falta de preocupación, y ese vacío
absoluto de sentimientos que dan forma
cómo no, a la indiferencia. No
podemos olvidar que nuestros cerebros son el resultado de una evolución,
ahí donde la conexión social y la pertenencia a un grupo nos han hecho
sobrevivir y avanzar como especie.
Interaccionar,
comunicar, ser aceptado, valorado y apreciado nos
sitúa en el mundo. Esos
procesos tan básicos desde un punto de vista relacional nos hace visibles no
solo para nuestro entorno, sino también para nosotros mismos. Es así como conformamos
nuestra autoestima, así como damos forma también a nuestra identidad. Que
nos falten esos nutrientes genera serias secuelas, implicaciones que es
necesario conocer. Veámoslos.
La indiferencia genera
una fuerte tensión mental
Las personas necesitamos “leer” en los demás
aquello que significamos para ellos. Necesitamos certezas y no dudas. Ansiamos
refuerzos, gestos de aprecio, miradas que acogen, sonrisas que comparten
complicidades y emociones positivas… Todo ello da forma a esa comunicación no verbal
donde quedan incrustadas esas emociones que nos gusta percibir en los nuestros
a diario. El no verlas, el percibir solo una actitud fría, provoca ansiedad,
estrés, y tensión mental.
Confusión
La indiferencia genera a su vez otro tipo de
dinámica desgastante, a saber, se
rompe un mecanismo básico en la conciencia humana: el mecanismo de acción y
reacción. Cada vez que actuamos de una cierta manera, esperamos
que la otra persona reaccione en consecuencia.
Si bien a veces esta reacción no es la que
esperábamos, resulta muy difícil de comprender la ausencia total de ella. La comunicación se vuelve imposible y
el intento por interactuar se hace forzado y desgasta. Todo ello nos confunde y
nos sume en un estado de preocupación y sufrimiento.
Da origen a una autoestima
baja
Al no obtener ningún
tipo de respuesta, de refuerzo por parte de las otras personas, se corta
cualquier retroalimentación que podamos tener. En las etapas de formación de la
personalidad, esto puede repercutir gravemente en la autoimagen. Es probable
que aquella persona que ha recibido indiferencia en estas etapas, llegue a
creer que no vale la pena interactuar con ella, dando lugar a una fuerte
inseguridad.
¿Cómo reaccionar frente
a alguien que me trata con indiferencia?
Las personas, como seres sociales que somos y
dotados a su vez de unas necesidades emocionales, aspiramos a establecer una
relación de constante interacción con nuestros seres queridos: familia, amigos,
pareja… Si en un
momento dado empezamos a percibir silencios, vacíos, frialdad y
despreocupación, nuestro cerebro (y en concreto nuestra amígdala) entrará en pánico. Nos avisará de una amenaza, de un miedo
profundo y evidente: el de percibir que ya no somos amados, apreciados.
Lo más razonable en estas situaciones es
entender qué sucede. Esa
desconexión emocional siempre tiene un origen y como tal debe ser aclarado para
que poder actuar en consecuencia. Si hay un problema lo
afrontaremos, si hay un malentendido lo solucionaremos, si hay desamor lo
asumiremos e intentaremos avanzar. Porque si hay algo que queda claro es que nadie merece vivir en la indiferencia,
ninguna persona debe sentirse invisible en ningún escenario social, ya sea en
su propio hogar, en su trabajo, etc.
Asimismo, hay un aspecto que es necesario
considerar. La indiferencia largamente proyectada sobre alguien
en concreto o sobre un colectivo es una forma de maltrato. Aún más, en un estudio llevado a cabo en la
Universidad de California se demostró que este tipo de dinámica basada en la
exclusión y en la despreocupación, genera dolor y angustia. Es
un sufrimiento que trasciende nuestras emociones para llegar también a nuestro cuerpo.
Que hablen de uno es
espantoso. Pero hay algo peor: que no hablen. -Oscar Wilde-
El último recurso:
alejarse
Si luchar por
esa relación, si invertir más tiempo y esfuerzo en esa o esas personas nos trae el mismo resultado, lo
más sano será alejarnos. Si percibes que esas
consecuencias perjudiciales (agotamiento, baja autoestima…) ya se
están “instalando” en ti, es urgente que renuncies a tener una relación cercana
con esas personas y busques proximidad con otros, para quienes sí seas
importante.
Intégrate en grupos
donde seas escuchado y se valore tu forma de ser. Romper
con una relación de indiferencia te dará una nueva perspectiva del mundo y
potenciará tu desarrollo.
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Fuente: Edith Sánchez // lamenteesmaravillosa.com
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