Los seres humanos tenemos una corrosiva tendencia a mirar la viga en el ojo ajeno y no revisar el nuestro.
Nos pre-ocupamos innecesaria e imprudentemente por lo que piensan, sienten y hacen los demás.
Esta tendencia saca a flote dos realidades humanas que por ser tan dolorosas, son muy difíciles de aceptar.
En primer lugar, cuando nos pre-ocupamos por los demás nos hacemos daño a nosotros mismos.
Nos contaminamos con tóxicos afectos limitantes: rencor, resenti-miento, celos, envidia, odio. Malestares que envenenan todo nuestro sistema afectivo.
Y como es tan abrumador ese envenena-miento afectivo, nos autoengañamos creyendo que ese malestar es responsabilidad de los demás.
Por eso entonces es que empezamos a criticar, a juzgar, a señalar, a ver en el otro un reflejo ignorado de nosotros mismos.
Terminamos atrapados en un círculo vicioso que no nos permite comprehender; que mientras sigamos pre-ocupándonos por lo que el otro piensa, siente y hace, vamos a estar perdiendo tiempo valioso y escaso de nuestra existencia, que bien podríamos destinar a ocuparnos de nosotros mismos.
Y he aquí la segunda y dolorosa realidad humana:
Quien no se ocupa de si mismo, sino que vive pre-ocupado por los defectos y errores de los demás, está bajo la tiranía del líder natural de la mente: el ego.
Los ataques a los demás son las defensas del ego.
Cuando el ego domina nuestra existencia, adormece tanto nuestra conciencia que nos hace creer que son los demás los responsables de nuestras desgracias afectivas.
Esta situación no nos permite comprehender que Yo y solo Yo, soy el responsable de mi mismo.
El ego, como comandante supremo de la mente, tiene bajo sus órdenes a un general de cinco soles: el autoengaño.
Juntos, despliegan toda su artillería para atacar a los demás. Para vilipendiar a los demás. Para acusar a los demás. Para criticar, señalar, juzgar y condenar.
Quien hace esto, está bajo la tiranía del ego y es tal el yugo, que difícilmente es consciente de ello. Se convence a si mismo de que tiene la razón. Por eso su lucha es una lucha por tener la razón, no por comprehender la Verdad.
Es el ego el que pelea por tener la razón.
Es la conciencia la que busca la Verdad.
Te hablo a ti conciencia para que despiertes!!!!
No le hagas más el juego a ese tiránico ego. Libérate!!!!
Cuando esto ocurra podrás comprehender que el otro es un ser humano y que tú no tienes ningún derecho a juzgarlo, criticarlo, ni mucho menos a condenarlo públicamente.
Deja eso a la justa Vida.
Deja que el otro se ocupe de si mismo.
Y tu, haz lo propio contigo mismo.
Se compasivo; con el otro y contigo mismo.
Solo así se podrán derribar los muros que te separan de ese otro.
Y podrás así comprehender que siempre es mejor apuntarle a la construcción que a la destrucción.
A la unión que a la separación.
Al dialogo que a la confrontación.
A la cooperación que a la competencia.
Nunca lo olvides:
Quien NO juzga, NO critica y NO condena, está dispuesto. Y por lo tanto, presto a servir a los demás.
En cambio, quien critica, juzga y condena, esta indispuesto. Y por lo tanto, no tiene como servirle a los demás.
Y una conciencia indispuesta nunca podrá despertar.
Y una conciencia dormida nunca podrá estar en paz.
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