Los Seres Humanos somos CAUSA (RESPONSABLES ABSOLUTOS) de todo lo que recibimos-generamos- lo que suma y lo que resta en éste aquí y ahora a partir de quién estamos siendo o de quien hemos sido. Vamos a generar un tipo de vida si creemos que los resultados que recibimos tienen que ver con razones ajenas a nosotros y un tipo de vida diametralmente opuesta si comprendemos y tenemos certeza de que nada es por que sí y que el secreto para generar eventos que sumen, está en ser INTEGRO.
sábado, 22 de diciembre de 2018
Entrevista con Anne Ancelin, creadora de la Psicogenealogía
Antigua resistente, tanto teórica como mujer de acción, abierta a todas las innovaciones, psicoanalista, analista de grupo –una de las
primeras terapeutas que utilizó el psicodrama de Moreno en Francia– y profesora emérita de psicología en la universidad de Niza,
donde dirigió durante más de veinte años el Laboratorio de psicología social y clínica, en otro tiempo colega de Jacques Lacan y de
Françoise Dolto, se convirtió en una celebridad en el mundo entero cuando, habiendo ya comenzado la segunda mitad de su vida,
publicó un libro que iba a convertirse en un best-seller: “¡Ay mis ancestros!”
La psicogenalogía comprende numerosas teorías y escuelas de pensamiento. Pero es, sin duda, a la Dra Anne AncelinSchützenberger a quien debemos el impulso inicial de este enfoque, especialmente en la sociedad francesa. El hecho de trabajar
durante mucho tiempo con enfermos aquejados de cáncer –especialmente con la ayuda del método Simonton, que permite reforzar
el sistema inmunitario mediante visualizaciones positivas– hizo que empezara a descubrir en sus biografías extraños fenómenos de
repetición, que hablaban de un fenómeno de identicación con personas queridas desaparecidas.
Fue así como esta terapeuta inventó el método del “genosociograma” una especie de árbol genealógico muy especial que
priorizaba hechos extraordinarios y/o sobrecogedores y acontecimientos que podían causar una conmoción en bien o en mal,
enfermedades, nacimientos, accidentes, casamientos, etc, poniendo de relieve, mediante un juego de grácos, los lazos afectivos
mayores. De esta manera, elaboró el concepto de “síndrome de aniversario”.
“Somos menos libres de lo que creemos, dice Anne Ancelin, pero tenemos la posibilidad de conquistar nuestra libertad y de
salir del destino repetitivo de nuestra historia si comprendemos los complejos vínculos que se han tejido en nuestra
familia”.
¿Sú método? La «Terapia transgeneracional psicogenealógica contextual», cuya misión primera es estrechar el cerco de nuestras
«lealtades invisibles» que nos obligan a «pagar las deudas» por nuestros ancestros, lo queramos o no, lo sepamos o no. Como
escribe en ¡Ay mis ancestros!: “La vida de cada uno de nosotros es una novela. Vosotros, yo, vivimos prisioneros de una invisible tela
de araña de la que también somos uno de los directores. Si enseñáramos a nuestro tercer oído, a nuestro tercer ojo, a comprender
mejor, a oír, a ver estas repeticiones y estas coincidencias, la existencia de cada uno de nosotros sería más clara, más sensible a lo
que somos, a lo que deberíamos ser.
Usted es psicoanalista, pero cuando recibe a un paciente, se interesa muy poco en su historia individual: le pide que le dé
informaciones sobre la vida de sus ancestros. Le hace que escriba fechas. ¿Cómo ha llegado a transformar así el desarrollo
de la cura?
En los años setenta, iba a analizar a domicilio a una joven sueca de treinta y cinco años que estaba desahuciada por el cáncer. Los
médicos acababan de amputarle una parte del pie y se preparaban, impotentes, a amputar todavía más. Ya que yo era
psicoanalista, pedí a esta mujer que dejara libre su mente y me contara todo lo que pasaba por su cabeza. Como ya sabe, este
ejercicio habría podido desarrollarse durante diez años. Había el retrato de una mujer joven en la pared del salón. Mi paciente me
dijo que se trataba de su madre, muerta de cáncer a la edad de treinta y cinco años. Y bueno, no sé porqué, ese día, esta doble
coincidencia de edad y enfermedad me dejó estupefacta. De pronto tuve la impresión de que esta mujer se había programado para
caer enferma a la misma edad en que su madre había muerto de cáncer.
22/12/2018 ENTREVISTA CON ANNE ANCELIN, LA MADRE DE LA PSICOGENEALOGÍA | Consejos del Conejo
https://consejosdelconejo.com/2017/08/14/entrevista-con-anne-ancelin-la-madre-de-la-psicogenealogia/ 2/2
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¿Qué le impedía pensar en la enfermedad como una simple casualidad?, ¿o más bien como una transmisión genética?
Esa es la dicultad que se plantea para todo lo que incumbe al inconsciente, invocar como una causa el azar. En cuanto a la
genética, difícilmente podía hacer coincidir las fechas hasta ese punto. Sobre todo porque esta historia me recordó inmediatamente
otra… Me acordé de que un día mi hija me había dicho: ”¿Te das cuenta mamá?, eres la mayor de dos niños y el segundo está
muerto; papá es el mayor de dos hijos y el segundo está muerto; yo soy la mayor de dos hijos y el segundo está muerto”. Esto había
sido una primera conmoción. Esta vez, me dije que iba a vericar con otros pacientes lo que intuía respecto a esta mujer. Les pedí a
todos que dibujaran su árbol genealógico y, si era posible, indicaran bajo el nombre de los ancestros los momentos más
importantes de la historia familiar. Tuberculosis del abuelo, matrimonio de la madre, accidente de coche del padre. También les
pedí que pusieran la edad y la fecha en las que se habían producido tales acontecimientos. Los árboles genealógicos me revelaron
repeticiones asombrosas: una familia en la que las mujeres, leucémicas, morían durante tres generaciones en el mes de mayo; una
sucesión de cinco generaciones en la que las mujeres se volvían bulímicas a la edad de trece años; una genealogía en la que los
hombres eran víctimas de un accidente de coche el día de la primera vuelta a clase de su primer hijo.
¿Cómo pueden explicarse tales repeticiones? ¿Por qué repetimos cosas vividas por nuestros padres o por nuestros
ancestros?
Repetir los mismos hechos, fechas o edades que han conformado el drama familiar de nuestros ancestros es para nosotros una
manera de honrarlos y de serles leales. Esta lealtad es la que empuja a un estudiante a suspender un examen, con el deseo
inconsciente de no estar por encima de su padre socialmente, o a seguir siendo fabricante de instrumentos de música de padre a
hijo o, para las mujeres de una misma línea genealógica, casarse a los dieciocho años para dar a luz a tres hijos y, si es posible,
niñas…
A veces, esta lealtad sobrepasa los límites de lo verosímil: ¿conoce la historia de la muerte del actor Brandon Lee? Le mataron
durante un rodaje porque, desafortunadamente, alguien había dejado olvidada una bala en un revólver que debía estar cargado con
balas de fogueo.
Ahora bien, justo veinte años antes de ese accidente, su padre, el famoso Bruce Lee, había muerto en pleno rodaje, de una
hemorragia cerebral, durante una escena en la que debía interpretar el papel de un personaje muerto accidentalmente por un
revólver que debería haber estado cargado con balas de fogueo..
¡Estamos literalmente impulsados por una poderosa e inconsciente delidad a nuestra historia familiar y tenemos una gran
dicultad para inventar algo nuevo en la vida! En algunas familias, vemos que se repite el síndrome de aniversario –en
forma de enfermedades, muertes, abortos naturales o accidentes – en tres, cuatro, cinco o a veces ocho generaciones. Pero hay una
razón más intrincada por la cual repetimos enfermedades, así como accidentes de nuestros ancestros.
Si tomamos cualquier árbol genealógico, vemos que está repleto de muertes violentas y adulterios, de anécdotas secretas, de
bastardos y de alcohólicos. Estas son cosas que se ocultan, heridas secretas que no se quieren mostrar.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando, por vergüenza o por conveniencia, no hablamos del incesto, de una muerte sospechosa, de
los fallos del abuelo? El silencio que se haga sobre un tío alcohólico, creará una zona de sombra en la memoria de un hijo de
la familia, quien para colmar ese vacío y rellenar las lagunas, repetirá en su cuerpo o en su existencia el drama que se le
intenta ocultar.
En una palabra, será alcohólico como su tío.
¿Pero esta repetición supone que ese chico sepa algo de esta vergüenza familiar y que haya oído algo sobre su desgraciado
tío… verdad?
¡Por supuesto que no! La vergüenza no necesita evocarse en absoluto para pasar la barrera de las generaciones y venir a perturbar
un eslabón débil de la familia. Voy a darle un ejemplo de una niña de cuatro años que, en sus pesadillas, se ve perseguida por un
monstruo. Se despierta por la noche tosiendo y, cada año, por la misma fecha, su tos degenera en una crisis asmática.
Es el 26 de Abril, me dice la madre. Yo conozco las fechas de la historia de Francia (muchos traumatismos ancestrales encuentran su
origen en las persecuciones o en los campos de batalla). El 26 de Abril de 1.915, las tropas alemanas lanzaron por primera vez
gas tóxico sobre las líneas francesas. Después, miles demilitares franceses de la primera guerra mundial perecieron
asxiados. El hermano del abuelo era uno de esos soldados. Le pido a la niña que dibuje el monstruo que ve en sus
pesadillas. Ella dibuja con un lápizuna máscara de gas de la guerra de 1914-1918. Sin embargo nunca había visto una máscara
de gas y nunca le habían dicho nada sobre la asxia del abuelo.
A pesar de todos esos obstáculos, la información pudo pasar. ¿Cómo? Quizá por el hecho de querer evitarlo.
El recuerdo del muerto mal enterrado creó en la madre una zona de sombra en la que se ocultó el dolor. Hipótesis: a lo largo de su
vida, habrá habido lagunas en la forma de hablar de esta mujer; cada vez que haya encontrado la ocasión de pensar en la brutal
muerte de su abuelo (una foto familiar, una imagen de guerra en la televisión), habrá manifestado una conmoción que, sin duda, se
habrá expresado primero en la mirada, en la voz o en las actitudes más que en el contenido de las palabras que habría podido quizá
intercambiar. Habrá evitado ver cualquier película de guerra… Habrá hablado mal de Bélgica. Habrá tenido miedo del gas.
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