Cuando me enteré de que habían asaltado a mi madre dejándola incomunicada, sin llaves y sin teléfonos móviles, sentí una gran indignación.
Me hubiera gustado estar allí e inmovilizar con la fuerza de un Alejandro Magno a los dos cobardes y a la nefasta motocicleta.
Me imaginaba cómo hubiera sido la escena una y otra vez.
Los hubiera enlazado con una cuerda como en los ruedos que enlazan al ganado y lo hacen caer. Y así habrían caídos los dos al pavimento y la motocicleta deformada por la violencia de la caída, gracias a mi poderoso brazo.Y luego los hubiera atado como a momias egipcias y les hubiera vendado los ojos para que no recordaran mi rostro.
Y los hubiera entregado a la policía para que los encerraran muchos años y así evitar que sigan haciendo daño a las señoras mayores que han amado y cuidado a sus familias durante largas décadas.
Sentado frente a mi bowl de arroz, pensaba una y otra vez cómo hubiera sido la captura de estos personajes.Y en determinado momento me di cuenta que estaba envenenando mi sangre con esos pensa-mientos.
¿De qué sirve masticar cuidadosamente cada bocado mientras el corazón alberga un senti-miento de ira y venganza?
Comprendí el contrasentido y me acordé de Jesús que perdonó a los que lo torturaron en un madero hace muchos años. Y recordé que perdonar es una liberación. Y los perdoné y me olvidé del asunto.
La ley del karma se ocupará de ellos. Y los perdoné de corazón, comprendiendo que ignoran que el daño que hacen a otros se vuelve contra ellos sin falta.
Su ignorancia de las leyes del universo los lleva a comportarse así. Si conocieran la Ley, harían el mayor bien posible a las personas cada día de sus vidas.
Entonces los perdoné, dejé el asunto en manos de la justicia infinita y pude disfrutar del delicioso dulzor de mi arroz con semillas.
Como hago todos los días, experimentando una paz y placer indescriptibles. Porque la gratitud infinita es el mejor acompañante de una comida saludable.
Y aprender a perdonar y a perdonarse es una de las virtudes más difíciles de lograr pero imprescindible para alcanzar la curación completa del cuerpo y del alma.
-Martín Macedo-
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