El ego suele tener una visión muy limitada de la realidad, y sólo acepta su punto de vista, su modo de entender el mundo, e incluso de amar. Pocas dimensiones pueden ser más dañinas y destructivas como el egoísmo en cualquiera de sus ámbitos, ya sea a nivel de amistad, a nivel laboral o en el seno de una pareja.
Al ego le gusta que las cosas sean como uno desea, que el mundo se ordene milimétricamente de acuerdo a sus perspectivas, a su concepción personal de lo que está bien y lo que está mal. No le gusta lo imprevisto, ni lo espontáneo, las reacciones que escapan a su control y que expresan voluntad propia.
Para amar en plenitud, debemos «desactivar el ego», permitiendo así que la pareja nos ame en libertad, siendo una persona con voluntad propia, y no como «nosotros deseamos». El amor que se ofrece con espontaneidad y de modo íntegro, es sin duda el amor más pleno y auténtico.
Lo que esconde la máscara del ego
Es muy frecuente que iniciemos relaciones de pareja con personas que muestran virtudes en un principio admirables. Resplandecientes casi.Aspectos como la seguridad personal, el aplomo, la firme confianza en uno mismo e incluso esa inclinación a la protección, puede «deslumbrarnos» en un inicio.
Sin embargo, al cabo del tiempo a esa seguridad inicial se le añade la necesidad de control y la obsesión en que las cosas, deben ajustarse a los esquemas propios. Es decir, lo que en un principio confundíamos con «seguridad» es en realidad un miedo muy claro a que «escapemos de su control», y a que evidenciemos sus vulnerabilidades.
Las personas con un ego marcado buscan ante todo el ser reconocidos por los demás, y en especial, por sus parejas, porque ellos no son capaces de reconocerse a sí mismos. Y la razón de ello está en el miedo, el cual cubren con la máscara del ego para sobrevivir.
En realidad, no es nada fácil desactivar el ego de la persona que amamos.Una vez descubrimos esta dimensión, es decir, una vez nos damos cuenta de que sus virtudes son en realidad armas de doble filo, y que utiliza su ego para crear expectativas en ti y someterte, ten claro que lo único que pretende es llenar sus propios vacíos mediante la dominación, mediante un apego poco saludable con el que cubrir su inmadurez.
El ego suele tener muchas máscaras, y estamos seguros de que ya conoces algunas:
- Utilizar la victimización
- Buscar ser reconocidos en cada cosa que hacen, dicen y expresan, sin tener nunca en cuenta a los demás
- Poner cargas sobre ti para descargar «su ego»
- Busca siempre culpables ante cualquier problema o situación que él o ella misma genera
- No admite la espontaneidad, las cosas nuevas, el salir de la rutina y aún menos, que tú disfrutes de tus propias aficiones. de tus espacios… Ponen muros a tu crecimiento personal
Aprender a desactivar el ego
Es necesario que entendamos que el ego es un modo de «desconectar» por completo de los ejes que mueven el amor consciente, el amor maduro que se ofrece en liberta y plenitud al otro para formar pareja, para tener un proyecto en común respetando siempre el crecimiento personal de cada uno.
Si tu pareja es un hábil artífice del «egoísmo» pon límites desde el principio y deja muy claro que amar no es juzgar, ni controlar, ni aún menos llenar los vacíos e inseguridades propias mediante la manipulación. Querer no es ofrecer cargas, sino crecimiento interior. Plenitud.
Es preciso que empecemos a renunciar a hacer las cosas como nuestro ego quiere y a disfrutar como suceden. Es entonces cuando despertará nuestra verdadera conciencia del amor, esa que deja de luchar para dar paso a la espontaneidad del día a día, a una libertad donde no hay apegos y donde cada uno es dueño de sí mismo, y a su vez, parte de un proyecto en común.
No podemos olvidar que muchos de nosotros, de algún modo, somos un poco egoístas en materia afectiva. No obstante, cada cosa tiene su justo equilibrio, pero si nos dejamos llevar por el ego en toda su intensidad, nunca veremos la realidad de las cosas, sino nuestras propias necesidades y las sensaciones negativas que ello genera. Hay que tenerlo en cuenta.
Cortesía imagen: Benjamin Lacombe, Toon Herlz
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