Nada nos es regalado, por eso el paso de la vida a la muerte debemos pagarlo con la entrega de nuestras vivencias vitales, es decir, nos tendremos que desprender de todas las emociones experimentadas en nuestra existencia, hasta quedarnos vacíos, libres del ego y de nuestra importancia personal.
Mientras creamos que somos nuestras vivencias y emociones seguiremos atrapados en la rueda de la existencia y regresaremos una y otra vez a esta vida hasta que conozcamos cual es nuestra esencia y que nuestras emociones y nuestras vivencias, son algo exterior a nuestro ser, y nuestra esencia está detrás del observador que experimenta esas vivencias exteriores a nuestro ser.
Cuando separemos y diferenciemos nuestras emociones de nuestra esencia, quedaremos desvinculados de ese bucle, y habremos engañado a la muerte que seguirá creyendo que nos ha absorbido y vaciado en ella, aunque lo único que le hayamos entregado hayan sido nuestras vivencias y el recuerdo de nuestras experimentaciones, que son algo que no somos nosotros y a partir de la liberación de este lastre que nos ataba, podemos partir hacia otras realidades, y así no precisar nunca más volver a esta realidad, y al estar vacíos de todo, podremos disolvernos en la conciencia de la especie humana.
Saltaremos hacia otras realidades, cuando soltemos las ataduras de las emociones, recapitulemos nuestras vivencias con total conciencia, desactivemos y liberemos nuestro miedo a la disolución, y en ese instante saldremos, sin retorno, de nuestro cuerpo al habernos desprendido de todo, incluida nuestra importancia, con lo que solo quedará nuestro ser, que permanecerá instalado en la esencia.
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