LA PAZ ESTÁ EN TU INTERIOR - THICH NHAT HANH (PARTE 36)
Ocuparse de la ira.
Cuando aflora la energía de la irritación o la ira, los practicantes debemos regresar inmediatamente a la respiración consciente y practicar la meditación andando a fin de producir la energía de la plena consciencia y reconocer y ocuparnos de la ira.
Al inspirar, sé que la ira se manifiesta en mí.
Al espirar, me ocupo de la energía de la ira que hay en mí.
Seguimos practicando así para generar la energía de la plena consciencia, para reconocer y acoger la energía de la ira.
Nunca debemos dejar que la energía de la ira aumente sin que nos ocupemos de ella, que quede desatendida; tenemos que invocar nuestra energía del mindfulness para velar por ella. La atención plena es otra madre que acude para abrazar al bebé que sufre y llora. Nuestra ira es como un bebé llorando: cuando la madre alza al bebé afligido y lo sostiene con ternura entre sus brazos, el niño empieza a sentirse mejor. Cuando la plena consciencia abraza la ira, comienza la calma.
Cuando la ira te inunde, practica, por favor, de esta manera, e intenta no decir o hacer algo acerca de la situación todavía. Imagina que has estado lejos de casa, haciendo unos recados, y que acabas de regresar y la has encontrado en llamas. Lo primero que tienes que hacer no es correr por el vecindario en busca del pirómano, increparlo y entregarlo a la justicia. Lo primero que debes hacer es enfrentarte al fuego que está quemando tu casa y evitar que lo destruya todo. Cuando la ira estalle en ti, no cedas al impulso de empezar a hablar y avivarla. Céntrate en tu respiración y ocúpate primero de tus emociones. Cuando la ira se vaya apaciguando, podremos empezar a indagar en las causas de su origen. Tal vez la haya desencadenado una percepción errónea. Quizás estemos convencidos de que alguien ha hecho o dicho algo para molestarnos deliberadamente, cuando en realidad no ha sido así. Puede que después de reflexionar reconozcamos nuestras percepciones erróneas y la ira se disipe. Si, al cabo de veinticuatro horas de realizar esta práctica, seguimos sin encontrar una salida, es necesario que el otro sepa lo que está pasando. Si no somos capaces de hacerlo con calma y en persona, podemos escribir una nota. Podríamos decir tres cosas:
1. Estoy enfadado contigo y quiero que lo sepas.
2. Estoy afrontándolo lo mejor que puedo.
3. Apóyame, por favor.
Tras anotar estas tres fases, y aun antes de que se reciba la nota, nuestra ira se aplacará un poco.
Cuando estamos molestos, tenemos la responsabilidad de hacer que el otro lo sepa. La otra persona puede ser nuestro padre o madre, nuestra hermana o hermano, nuestro hijo o hija, nuestro amigo, colega o compañero. Cuando el otro sabe que estamos molestos, recordará lo que ha hecho y pensará: «¿Qué he hecho? ¿Qué he dicho para molestarlo?». Por lo tanto, nuestras tres frases también actúan como una hábil invitación a que el otro aproveche la oportunidad para practicar. Y esa persona te apreciará y respetará por que no hayas dado rienda suelta a tu ira, como harían otros, y por ser capaz de practicar cuando estás irritado: tomándote el tiempo necesario para instalarte en la respiración consciente y reflexionar sobre la situación.
La tercera frase es la más difícil de decir o escribir, porque cuando estamos enfadados tendemos a querer castigar a la otra persona mostrando que no la necesitamos en absoluto. En lugar de hacer eso, deberíamos encontrar valor para pedir la ayuda del otro. Sabemos la verdad —necesitamos a la otra persona— y no debemos dejar que el orgullo bloquee nuestro camino para superar las situaciones difíciles. Así pues, cuando seas capaz de decir o escribir esa tercera frase, observarás que tu sufrimiento empieza a disminuir en ese mismo instante.
Por favor, escribe estas tres frases en un pedazo de papel del tamaño de una tarjeta de crédito y guárdalo en tu monedero. Cuando te enfades, y especialmente cuando te ocurra con el ser que más amas, sácalo y léelo. Entonces, aun cuando sigas atenazado por la ira, sabrás exactamente lo que quieres y no quieres hacer. Miles de personas practican así y, gracias a ello, han sido capaces de resolver muchas dificultades. ¡Te deseo todo el éxito!
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