Cuando la salud deja de ser poderosa, aumenta el miedo y la incertidumbre. Por ello el miedo es un claro indicador de disminución de la salud. Cuanto mayor es el miedo peor es la salud.
Y la propia emoción genera daños en el sistema inmune.
Pero no hay un fármaco que cure el miedo. Y quien toma fármacos lo hace motivado por el miedo. Y así cae en la trampa del miedo-fármaco-miedo-fármaco hasta el fin de sus días. Y cuanto más tiempo reside en este plano, más miedo tiene y más suben las dosis del fármaco.
La única forma de transformar el miedo en fe arrolladora es fortaleciendo el organismo con hábitos poderosos. Cuando el organismo se fortalece el miedo se va. Quien tiene una salud de hierro, tiene una potente autoconfianza y en ese contexto no queda espacio para el miedo.
-Martín Macedo-
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