Unas gotas de lluvia refrescan a una gran roca.
Pero el golpeteo focalizado de las gotas puede hacerle daño.
O ayudar a que la roca cambie de forma.
Transformándose en varias rocas de menor tamaño pero con mayor estética.
Diez gotas golpeando con foco no le harán nada a la roca.
La roca se reiría si diez gotas pretenden quebrarla.
Pero la inteligencia del agua es infinita.
Y la inteligencia de la roca también.
Si diez gotas no le hacen nada, diez millones de gotas lo harán.
Y si diez millones de gotas no la quiebran.
Diez trillones de golpes la partirán.
Es el poder de la persistencia.
El poder infinito de la persistencia.
Tenemos todos ese poder.
Si no tenemos éxito al segundo o tercer intento.
Requerimos intentar diez o cien veces.
Y si con cien veces no logramos el éxito.
Sigamos intentando millones, trillones de veces.
Hasta obligar a que el éxito se manifieste.
La salud se manifieste.
La abundancia se manifieste.
La felicidad se manifieste.
El amor se manifieste.
La débil gota de agua nos da una gran enseñanza.
Para alcanzar su propósito.
La gota debe tener una clara intención.
Una visión mental del resultado buscado.
En la mente de la gota la roca se ha quebrado desde el primer momento.
Pero la gota "sabe" que para que las formas densas se equiparen a las imágenes del mundo sutil, se debe persistir mientras se conserva la imagen del propósito cumplido todo el tiempo.
Mientras se golpea con foco, día y noche sin desmayar.
Como el humano es básicamente agua.
Podemos compararlo con una gota de agua inteligente que al tener un propósito absolutamente definido, está dispuesta a persistir día y noche con una voluntad infinita hasta "ver" en el mundo denso lo mismo que ha visto en el mundo mental desde el principio.
Ideas sin acción no crean nada en el mundo "real".
Acción sin ideas es un despilfarro de energía.
Pero ideas claras con acción focalizada y persistente.
Nos convierten en seres invencibles.
Tan grandes.
Como el tamaño de nuestro sueño.
Si nuestro sueño es la salud infinita.
Se requiere persistir sin vacilar ni un momento.
Año tras año, vida tras vida.
Hasta que todos puedan verla, olerla y tocarla.
Y admitir que la medicina mente-cuerpo es la más adecuada para la reconstrucción saludable de la humanidad.
Martín Macedo-
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