El arte de dejar ir alude a la capacidad que tenemos las personas de liberarnos de aquello que nos esclaviza emocionalmente. Entender que ese motivo de angustia, dolor, preocupación y miedo, no es una “amenaza real” a tu vida, que el poder se lo otorgas tú y que en la medida que recuperas ese poder interior, que te haces cargo de lo que pasa, lo superas.
¿Por qué nos cuesta tanto dejar ir?
Porque nos quedamos anclados en el pasado, rumiando lo que pasó, sintiendo culpa por lo hecho o dolor por lo que nos hicieron. En un caso somos víctimas de nosotros mismos y en el otro nos re-victimizamos.
Otro aspecto que nos impide dejar ir es el miedo, emoción básica asociada a la supervivencia. Tenemos miedo a sufrir una perdida, miedo al sufri-miento, tanto, que confundimos morirnos con sentir que nos estamos muriendo.
Re-aprender a dejar ir…
Nacimos con la capacidad de dejar ir, pero a lo largo de nuestra vida, han programado nuestro ego para el apego, una vinculación errática y obsesiva. Nos entrenan para que no renunciemos, para que evitemos las pérdidas, por ello nos negamos a asumir la no permanencia, nos quedamos con el paradigma de la necesidad y el para siempre; para ser felices necesitamos cosas, necesitamos tener a alguien, necesitamos tener éxito.
Por ejemplo, en el las relaciones de pareja nos instalaron: “Y fueron felices para siempre”… y a veces para dar cumpli-miento al programa, porque si no habrás fracasado, nos aferramos a las relaciones con apego, de forma obsesiva sacrificamos nuestra propia libertad y dignidad por ese miedo al fracaso.
Lo cambiante es expresión de vida
El cambio es inherente a la vida misma. Las relaciones se terminan, las personas se van o mueren. Nos mudamos, nos despiden del trabajo o nos cambian de puesto, nos roban el carro, emigramos y pare de contar… Tenemos pérdidas, es cierto, pero si las asumimos como parte de la vida y las vivimos en tiempo presente, la sensación de pérdida y el dolor tienen su espacio debido…
Y después simplemente pasa. Nuestra mente necesita la completitud, su naturaleza es buscar el alivio y el bienestar. Cuando no dejamos ir, mantenemos ciclos emocionales inconclusos e inevitablemente nos hacemos daño.
¿Qué hacer para dejar ir?
Si identificamos que algo o alguien nos hace más mal que bien, que lastima nuestro amor propio, nos lesiona nuestra integridad física y emocional, es hora de dejarlo ir.
¡Podemos elegir! decidir una ruptura de pareja que ya no funciona, es cambiar un sufrimiento inútil por un dolor útil, es saber que lo vamos a superar.
Elegir ser protagonista en vez de víctima, en vez de preguntarme por qué a mi, busca oportunidad de aprendizaje para que no vuelvas a perderte por el mismo sendero: qué tengo que aprender, ¿de qué me doy cuenta?
Demostrarnos que somos adultos sanos, elijamos el bienestar en vez del sufrimiento.
El ejercicio de la libertad es comprender quienes somos y de lo que somos capaces. Saber que podemos disfrutar de algo o de la compañía de alguien pero no es indispensable, no la necesitamos para nuestro bienestar.
Abres el puño que hasta entonces mantenías cerrado con todas tus fuerzas al punto de hacerte daño. Te miras las marcas de las uñas enterradas en la carne, la palma de la mano está vacía…Puedes quedarte con la pérdida y el dolor.. o puedes ver la mano abierta dispuesta a dar o a recibir…
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