Cualquier manifestación de
nuestro cuerpo son
llamados de atención que
nos envía nuestra alma
para generar cambios, no
son castigos, son alertas,
son maneras de decirnos
que algo no estamos
haciendo coherente con
nuestro bienestar e integridad.
Puede ser que estemos
tomando rutas poco
convenientes, puede ser
que no estemos
estableciendo límites sanos
en nuestras vidas y la
influencia
de otros en ella.
Solemos
ser
malagradecidos cuando
sufrimos
una
decepción
puede ser que nos hemos
descuidado, puede ser que
no sabemos expresar lo
que sentimos, puede ser
que nos estamos aferrando
a algo que emocionalmente
duele…
Esto puede
tener muchas
connotaciones, pero
calmando el dolor físico a
través de agentes externos,
solo representará un
paliativo.
Solo cuando miramos
adentro tenemos
oportunidad de sanar
desde allí, notemos que
decimos sanar y no curar, la
curación podemos
entenderla como la ruta a
un estado de normalidad
físico, mientras que erradicamos el problema, si
no logramos liberarnos de
la carga emocional, los
inconvenientes de salud
seguirán diciendo presente
y quizás y lastimosamente
de manera cada vez más
intensa.
Si te mando un mensaje de
texto y no lo lees, si te
escribo por redes y me
bloqueas, si te llamo y
desvías mi llamada, y yo
realmente necesito darte
un mensaje, y no me daré
por vencida hasta que lo
que haga, lo más probable
es que llegue a donde estés
y así tenga que agarrarte a
la fuerza, sentarte y
amarrarte mientras te
hablo, lo haré. Imaginemos
que así funciona nuestra
relación alma, cuerpo y
mente, pero de manera
más sublime.
De nada nos sirve tomar un
analgésico de entrada a
menos que en paralelo ya
estemos tratando de
resolver o descifrar el
mensaje, no se quiere decir
que no debamos acudir a
un médico para tratar
cualquier dolencia o
enfermedad, solo
queremos dejar claro que la
raíz del problema no está
en el cuerpo, él solo está
manifestándose para que decidamos cambiar, sanar,
vivir diferente.
Lo ideal es viajar en este
camino ligeros de equipaje,
las culpas, los rencores, los
miedos, la sensación de que
nos merecemos poco, nos
hacen mucho peso. Es por
ello que recomendamos
ante cualquier dolencia
soltar, ¿por dónde
empezamos? Por todos los
pensa-mientos que nos
generen incomodidad física.
Cuando pensamos que algo
nos saldrá mal, cuando
pensamos mal de alguien,
cuando nos sentimos
incapaces, cuando dejamos
que el miedo nos domine y
decida por nosotros,
cuando pensamos en
vengarnos o cuando
insultamos a alguien, no
nos sentimos bien, no nos
sentimos en paz, nuestro
cuerpo siente el malestar,
así que ¡aquí está la clave!
Debemos partir cambiando
lo que nos produce
emociones limitantes y
básicamente la solución a todos nuestros conflictos
son:
Aceptar, perdonar y dejar
ir… No es tan sencillo, pero
con la práctica se vuelve
habitual y si lo adoptamos
como filosofía
de vida, será
más fácil mantener nuestra
salud y nuestro bienestar
integral.
Sara Espejo – Rincón
del Tibet
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