La medicina suprema está en la naturaleza.
Nunca la vamos a hallar en un laboratorio o en una clínica.
La inteligencia infinita ya lo dispuso.
Todos los seres tienen derecho a la salud infinita.
Pero sólo los humanos renuncian a ese derecho.
Y creen que el infortunio se abate sobre ellos.
Y no comprenden el origen de su infelicidad.
La naturaleza es pura inteligencia.
Desde el roble hasta la lombriz de tierra.
Allí está la medicina suprema.
Y hacia allí deberían dirigir los enfermos sus esfuerzos por recuperar su salud.
Sin embargo sacan cita para el especialista y esperan meses para ser atendidos por profesionales altamente entrenados.
Pero así se alejan de la medicina suprema.
Y gastan mucho dinero y su salud se derrumba de a poco.
La inteligencia dispuso la leche materna para el bebé.
Y la leche de vaca para el ternero.
El bebé no quiere otra cosa que su medicina suprema.
El león no quiere otra cosa que la carne de sus presas.
Y el venado no se aparta de sus hierbas frescas que le dan la fuerza infinita para correr más rápido que los lobos.
El humano tiene en un simple bol de arroz integral su máxima fuente de vitalidad y salud.
Los extremo orientales lo han sabido desde hace 8000 años.
Los occidentales han adorado el pan de trigo y cebada desde los tiempos de los faraones.
Pero hoy en día lo consideran un enemigo de la salud.
Los humanos no desean la medicina suprema.
La rechazan como un bebé que rechaza la leche de su madre.
La madre se siente triste porque su hijo no desea beber su leche.
Y la madre tierra no puede sanar a sus hijos que se niegan a recibir su medicina.
El humano ha perdido el juicio y busca y prueba con diferentes hongos, frutos, hierbas, extractos vegetales, kombucha y aguas ionizadas.
Busca en la naturaleza porque su instinto le susurra que ese es el camino.
Pero al rechazar al cereal cae en una anarquía total que lo lleva a una profunda decepción porque nada funciona.
Y cuando se rinde se resigna y cae en las manos de las farmacéuticas.
Que los mantiene con vida, pero con un tipo de vida artificial.
Una vida llena de infelicidad y tristeza.
Y la gran mayoría vive así.....
Y nosotros tenemos la responsabilidad de apoyarlos a comprender.
Por eso hemos venido a este planeta.
Y para eso practicamos la macrobiótica.
-Martín Macedo-
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