Salirse del sistema tiene su precio. Claro que pertenecer a él también. La familia de origen nos marca un “guión”, también llamado mandato, algo que “venimos a ser” ¿Pero es esto realmente el propósito de nuestra existencia?
Yo no sé si crees en el alma, en la esencia de los seres o en el destino. Quiero hablarte quizá de algo más concreto y menos metafísico: la libertad como parte de la vida.
Es verdad que la familia nos trae al mundo, que encarnamos en un árbol con historia, genes, cultura… ¿Y somos solamente eso?
Es ahí donde comienza a esbozarse el concepto de la libertad. Nuestras familias, por sus costumbres y experiencias, tienen una “idea” o “plan” para cada uno de sus miembros. Y nosotros en esencia, podemos estar de acuerdo y abrazar o no ese camino pre marcado.
Por ejemplo, mi abuela María fue migrante de la Guerra Civil Española, apenas sabía leer y escribir, tuvo una vida muy dura laboralmente, con opciones muy limitadas. A pesar de ello (mejor dicho “a través de ello”) salió adelante y le transmitió a su familia un bien muy preciado: la resiliencia. Por otra parte, sus dos hijos fueron profesionales universitarios, un Doctor en Física y el otro Ingeniero Industrial. Esa inteligencia y maña para enfrentar la adversidad y los desafíos se transformó en un plan brillante: que sus hijos tuvieran el estudio que ella no tuvo. Se casó con la persona correcta, con un interés común, y mi padre y mi tío son dos luminarias ¿Es eso lo que realmente querían? No lo sé, eso lo saben ellos, y respeto sus decisiones: todos los caminos que nos traen al presente son buenos caminos.
El éxito o terminar una carrera poco tiene que ver con el deseo. Yo sí puedo hablarte de mi, y contarte que ni el Yoga, ni la Psicología Budista y Transpersonal fueron mi primera opción o carrera. Durante años trabajé en el mundo corporativo (otro día si querés te cuento más) e hice mi primer estudio en Comunicación Social ¿Me hacía feliz? No, ganaba muy buen dinero siendo infeliz yo y haciendo infelices a muchas personas a mi alrededor. A pesar de ello, era “lo que se esperaba de mi”.
De más de una manera, lo que yo hago, la vida que llevo, las opciones que tomé, hasta el lugar donde elegí llamar “hogar”, se sale del “guión” que mi familia de origen tenía para mi y para lo que se supone que mi vida “debería ser”. Tanta comilla marca la diferencia entre lo que los demás ven cuando me miran y lo que veo yo ¿Estoy yo para cumplir con ese plan y esas expectativas?
A veces, por amor a nuestro clan, a nuestra familia de origen, postergamos todo deseo individual para ser aquellos que los demás quizá necesitan que seamos. El tema es que, a pesar de haber nacido en una familia con historia y roles que cubrir, puede que en nuestro interior haya otras pasiones latiendo, otros rumbos con ansia profunda de explorar.
Ahí, en ese punto de conflicto, uno se alumbra a si mismo. Y uso este verbo porque tiene algo de darse luz y otro poco de hacerse nacer.
Lo que está por verse en ese momento es si uno es capaz de escucharse en ese auto llamado, si es capaz de verbalizarlo y pasar a la acción, y si el clan puede aceptar que elijamos postergar aquello que tenían pensado o diagramado para nosotros y nos “permitan” esa libertad.
Aquí la noticia: la vida nos pertenece. Nadie puede decidir por nosotros nada. La vida nos pertenece, y lo repito absolutamente a propósito. Por supuesto que les debemos la existencia y todos los dones con los que nos han traído al mundo, inclusive las dificultades y desafíos de haber nacido en este lugar, con estas condiciones y con esa historia. La vida, así y todo, nos pertenece.
¿Otro ejemplo? Una chica es encerrada por sus padres en un baño para evitar que huyera con su novio músico de pelo largo, tiene 20 años. Finalmente se pone de novia con la persona que su familia cree que es la correcta: un buen tipo, muy trabajador y religioso. Se casan, tienen tres hijos varones. Hoy han pasado ya 20 años de aquel momento y ella se da cuenta que no lo ama, y que aún extraña a aquel hombre que la hacía sentir que la vida era una aventura. Hoy, la relación es más estrecha entre el yerno y la suegra, que entre la madre y la hija ¿Quién tiene razón?
Porque la vida es inmensamente sabia, nos encontramos con que la mayoría, aunque no todos, despiertan frente a su propia libertad para vivir su vida. Y hay clanes, como decíamos, más aceptantes de esa libertad que otros… Hay resistencias, y fuertes!
Ojo, a veces hay coincidencias, y son reales, y todos viven en profunda armonía. Si ese es tu caso, entonces este no es tu post, pero tampoco entonces necesitabas que te hablaran de esto. Este mensaje va más a los que se sienten ovejas negras, a los que sienten que si se toman esa libertad que viene ya con el hecho de estar vivo, están traicionando los planes de otro.
Segunda noticia importante: los hijos no nos pertenecen. Yo no tuve hijos biológicos, aunque sí fui padre sustituto durante muchos años (esos seguro no te pertenecen, los que nacieron de vos tampoco). Ahí, La Biblia dice en el Génesis que Dios creó al Hombre con “libre albedrío” y quizá se refería a eso… ¿Dónde queda esto de honrar al Padre y a la Madre? Enorme respeto y agradecimiento por habernos traído a este plano, habernos dado todo lo que nos dieron… ¿Ahora? Ahora eso es nuestro.
Hay clanes que, cuando uno reconoce que el guión no le pertenece, celebran esa libertad y ayudan a desplegar alas. En general, son los clanes que se han formado en el amor y la propia libertad. Amar es querer la mejor versión del otro, y reconocer que el camino siempre es propio.
Hay clanes que, en la misma situación, juzgan, limitan, reprimen, someten, censuran… ladran.
Nadie, excepto vos, puede decirte si tu camino es el correcto. Nadie, excepto vos, puede determinar si los planes de tu clan son tus planes. Estar vivo es ser libre. Y si los que te rodean no son capaces de reconocerte esa libertad, ladran.
. Lucas Casonova-
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