No quiero convencer a nadie de nada.
Tratar de convencer a otra persona es indecoroso, es atentar contra su libertad de pensar o de creer o de hacer lo que le de la gana.
Yo quiero solo enseñar, dar a conocer, mostrar, no demostrar.
Que cada uno llegue a la verdad por sus propios pasos, y que nadie le llame equivocado o limitado. (¿ quien es quien para decir esto es así, si la historia de la humanidad no es mas que una historia de contradicciones y de tanteos y de búsquedas?)
Si a alguien he de convencer algún día, ese alguien he de ser yo mismo.
Convencerme de no llorar, ni afligirse, ni pensar en la muerte, la vejez, la enfermedad y la muerte, de buda, no son mas que la muerte, y la muerte es inevitable.
Tan inevitable como el naci-miento.
Lo bueno es vivir del mejor modo posible y en integridad.
Peleando, estimando, acariciando, soñando. (¡pero siempre se vive del mejor modo posible!) mientras yo no pueda respirar bajo el agua, o volar (pero de verdad volar, yo solo, con mis brazos), tendrá que gustarme caminar sobre la tierra, y ser humano, no pez ni ave.
No tengo ningún deseo de que me digan que la luna es diferente a mis sueños.
-Jaime Sabines-
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