Si no cuidamos nuestros pensa-mientos y procesos mentales, la bioquímica de nuestro
organismo sencillamente seguirá un patrón equivocado y nos inundará de toxinas que no
juegan a nuestro favor, sino que nos debilitan, primero emocionalmente y después
orgánicamente.
A menudo leemos en libros de autoayuda o autoconoci-miento que los pensa-mientos de
carga negativa o destructiva afectan a la salud y pueden crear enfermedades.
Que cuidar nuestros pensa-mientos puede tener una incidencia directa en nuestra salud,
como poco.
Este tipo de aseveraciones, así tan resumidas (porque la industria editorial de hoy en día
parece premiar los libros comerciales y resumidos, frente a los detallados y más técnicos)
son una realidad.
El problema es que no se explica el proceso por el cual el pensa-miento de las personas se
convierte directamente en parte de su salud, creando enfermedades y patologías o
produciendo todo lo contrario: mejoría y curaciones.
Tan simple de describir como compleja es en su funciona-miento: el hipotálamo se pone a
crear hormonas (péptidos) directamente vinculados a los pensa-mientos que nuestro
cerebro está teniendo.
Es decir, que nuestro hipotálamo creará combinaciones químicas de la misma tipología que
los pensa-mientos que nuestro cerebro está produciendo.
De este modo, aparecen las “emociones”.
Nuestro hipotálamo, al segregar e inundar el
torrente sanguíneo con esas hormonas vinculadas a nuestros pensa-mientos, hace que
nuestro cuerpo cree sensaciones.
Por eso nos sentimos bien o mal, alegres o abatidos, calmados o nerviosos, como respuesta
a nuestros pensa-mientos.
Se trata, sencillamente, de que nuestro centro bioquímico (el hipotálamo) está creando
productos químicos como el más perfecto laboratorio imaginable, para “dar forma de
sensaciones” a los pensa-mientos que está produciendo nuestro cerebro.
Nuestro hipotálamo puede crear péptidos que nos hagan actuar deprisa ante situaciones de
estrés; o puede segregar hormonas placenteras para adormecernos o para “premiarnos”.
En definitiva, puede crear una sustancia química natural para cada proceso mental que esté
en ese momento en marcha.
El problema es que, por desconoci-miento de estos procesos, la gente no es consciente de la
importancia que tiene “pensar correctamente”.
No se trata aquí de defender un tipo de pensa-miento religioso o moral, ni nada por el estilo.
Cuando decimos “pensa-miento correcto” queremos decir, ni más ni menos, que el que sea
adecuado y beneficioso para cada uno de nosotros. Ni más ni menos.
Como la mayoría de las personas desconoce la maquinaria bioquímica que se pone en
marca cada vez que nuestro cerebro produce pensa-mientos de un tipo o de otro, la gente
simplemente no puede controlar cómo se siente, o lo que es mucho más importante, no
puede controlar el hecho de que muchas de esas sustancias químicas vinculadas a
pensa-mientos destructivos, están literalmente, envenenando su cuerpo a diario y de ahí
surgen enfermedades.
Pero vayamos por partes, ya que hemos dicho que íbamos a explicar el proceso
completo y de forma clara:
Si, por ejemplo, permitimos que las tensiones de cada día nos mantengan en un estado de
estrés, o de alerta y desconfianza (actividades que realizará nuestro cerebro a través de los
pensa-mientos que crea y que no se controlan), nuestro hipotálamo responderá segregando
sustancias químicas que colocarán nuestro organismo en modo “ataque/huida” que es la
respuesta interna ante el peligro y, por ello, frente a una situación de vida o muerte.
Síntomas de Un Campo de Energía Roto y
Debilitado
Esa actividad del hipotálamo que es tan importante y decisiva en momentos puntuales de
verdadero peligro, se vuelve autodestructiva cuando se experimenta muy continuada y
regularmente.
El estrés, la ansiedad, la prisa, la urgencia, la preocupación… hace que nuestro cerebro
cree situaciones inexistentes y, como respuesta química a ello, nuestro hipotálamo segrega
las hormonas correspondientes a un ataque o a una situación de peligro inminente para
nuestra vida… Y así, durante horas al día, y durante días y días al año.
Eso, simplemente, destroza nuestro cuerpo por intoxicación bioquímica, dado que ningún
organismo puede vivir permanentemente en estado de shock, de peligro o de estrés/miedo
continuado.
Esto es lo que da lugar a infartos, anginas de pecho, úlceras gastrointestinales,
hipertensión arterial, diabetes y un largo etcétera de patologías que pueden llegar a ser
mortales.
Y todo comienza… En nuestros pensa-mientos descontrolados que han dado la orden
equivocada a nuestro hipotálamo para que produzca sustancias que, segregadas de manera
continuada en nuestro torrente sanguíneo, envenenan nuestro cuerpo. Otro cúmulo de patologías y enfermedades que nuestro cuerpo padece sin que fuera
necesario y que están directamente vinculadas a la forma en que pensamos son las
infecciones víricas y bacteriológicas.
El procedi-miento es similar al anterior, pero no idéntico: bajo situaciones constantes de
estrés, miedo, ansiedad y preocupación, como hemos explicado, nuestra actividad
hormonal pone en marcha procesos de defensa/respuesta.
Es decir, tensiona músculos, prepara el cuerpo para la potencial huida, redirige la
circulación sanguínea, paraliza procesos internos no vitales, para atender una supuesta
amenaza que no existe… pero que estamos imaginando.
¿Qué logra todo esto?… Pues ni más ni menos, que nuestro sistema inmunitario se
desgaste, se colapse y no pueda repeler ataques que, en situaciones normales, está
combatiendo y rechazando a diario (cuando funciona bien, claro está).
Así pillamos una gripe, sufrimos alergias, tardamos más en cicatrizar o en repeler
infecciones, etc.. etc…
Y todo comienza por la actividad mental.
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Debemos tener en cuenta, ahora que sabemos cómo opera la bioquímica de nuestro
cerebro, que nuestros pensa-mientos son las “instrucciones” que le dará nuestro cerebro a
nuestro hipotálamo para que éste cree las hormonas que correspondan a ese estado
mental.
Si no cuidamos nuestros pensa-mientos y procesos mentales, la bioquímica de nuestro
organismo sencillamente seguirá un patrón equivocado y nos inundará de toxinas que no
juegan a nuestro favor, sino que nos debilitan, primero emocionalmente y después
orgánicamente.
Nuestros órganos dejan de funcionar adecuadamente para hacerlo en modo “alerta”, si
vivimos bajo situaciones de estrés sostenido, prisa, preocupación y ansiedad.
Con ello la circulación sanguínea falla, la tensión se dispara, la actividad nerviosa salta por
los aires y aparecen las enfermedades en órganos como el corazón, los riñones, el páncreas
y un largo etcétera de variables.
Del mismo modo, esas instrucciones incorrectas que no hemos sabido parar y revertir en
nuestros pensa-mientos afectan a nuestro sistema emocional: agota-miento, pena, rabia, frustración, depresión, bipolarismo… y un largo etcétera de variables de orden nervioso y
emocional.
Ahora que sabemos cómo se origina el proceso (pensa-miento – hipotálamo – hormonas –
envenena-miento del cuerpo – destrucción del sistema inmunitario) podemos también
invertir el proceso.
Pensa-mientos de confianza, amor, seguridad, tranquilidad, calma, paz, alegría… Inician una
secuencia totalmente diferente a la que da lugar a enfermedades.
En estos otros casos, nuestro hipotálamo produce hormonas endorfinas, placenteras, de
anestesia, calma, tranquilidad etc…
Que contribuyen a que nuestro organismo pueda operar con normalidad y no bajo
amenazas.
Nuestro sistema inmunitario puede hacer su trabajo de manera eficiente, el riego
sanguíneo sigue el modelo y ritmo óptimos, nuestros órganos operan bajo condiciones
perfectas.
Y todo comienza con el detonante inicial: los pensamientos: la llave a la bioquímica del
cuerpo humano.
Ahora, ya sabes qué hay detrás de cada emoción y de por qué te sientes como te sientes
en cada momento.
Ahora también sabes de qué forma y por qué pasos, un pensamiento se convierte en una
toxina y afecta a tu organismo enfermándolo, o todo lo contrario: sanándolo.
Y, como siempre que aprendes algo nuevo e importante, ahora tú eres el dueño de hacer
los cambios oportunos, porque es tu calidad de vida y tu salud las que están en juego.
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