Algunas claves sobre la
sincronicidad. Todos hemos experimentado coincidencias de
hechos a los cuales no les solemos dar más importancia que la de una llamativa
curiosidad. Estamos pensando en alguien y, justo en ese momento, recibimos
una llamada suya; nos acordamos de una persona que hace mucho tiempo no tenemos
en mente y nos la encontramos luego en la calle, o bien suena una canción en la
radio que está muy relacionada con algo que sucede en ese justo momento.
Algunas personas narran experiencias que nos pueden parecer aún más asombrosas,
como soñar con hechos que luego suceden o percibir en la distancia un accidente
o la muerte de alguien cercano.
Desde una perspectiva eminentemente
racional, estos hechos son una cuestión de azar, casualidades a las que no
hay que prestar más importancia de la que tienen. Por su parte, los hechos
extraordinarios son considerados invenciones de personas que quieren llamar a
la atención o interpretaciones erróneas de hechos objetivos.
Sin embargo, el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung vio, en las casualidades de hechos altamente
improbables, la expresión de un fenómeno que merecía ser estudiado con
rigurosidad. En este sentido acuñó el término sincronicidad, al que definió
como la presentación simultánea de dos hechos que no se encuentran vinculados
por una relación de causa y efecto, sino por su significado.
¿En qué consiste la sincronicidad
según Jung?
El desarrollo del concepto
de sincronicidad surge a partir de la colaboración entre Carl
Gustav Jung y Wolfgang Pauli, un premio nobel de física y uno de los
padres de la mecánica cuántica. Es por tanto un concepto en el
que confluyen planteamientos de la física y la psicología. La colaboración de
estos autores se vio plasmada en 1952 con la publicación del libro
conjunto Sincronicidad como principio de conexiones acausales. En
dicho libro se plantea la sincronicidad como un elemento clave para la comprensión
de la relación entre la psique y la materia.
Jung describe tres categorías de
sincronicidad: en la primera se presenta la coincidencia entre un contenido
mental (pensamiento, sentimiento, un sueño) y un
acontecimiento externo (se recibe una llamada de alguien en la que se estaba
pensando). La segunda es la coincidencia entre una visión interna y un suceso
que sucede lejos de allí (soñar con un accidente o la muerte de una persona que
sucede en la realidad). La tercera consiste en tener una imagen de algo que
posteriormente acontece en el futuro. Se resalta que las imágenes en las que se
basa la sincronicidad no necesariamente se presentan de manera literal sino que
pueden manifestarse de manera simbólica.
El pensamiento racional no acoge este tipo de
fenómenos, así que a la hora de desarrollar el concepto de
sincronicidad, Jung recurre a lo que se suele denominar como pensamiento
oriental. Este tipo de pensamiento se encuentra relacionado a lo que usualmente
nos referimos cuando hablamos de intuición.
Pensamiento occidental vs
pensamiento oriental
El pensamiento racional, mecanicista y
materialista en el que se sustenta la visión de mundo occidental desde la
ilustración, y que es la base de nuestras creencias, presupone la linealidad
del tiempo y la causalidad de los fenómenos.
Desde este paradigma, la ciencia se cuestiona
la causa de los fenómenos con la intención de controlar y predecir
acontecimientos. En su metodología es esencial construir modelos y
abstracciones basadas en generalidades estadísticas. Los casos aislados, los
que se salen de la norma, como es el caso de las sincronicidades, son
inaprensibles a partir de una aproximación estadística, por lo tanto no son
contemplados por la ciencia, ni por nuestro sistema de creencias construido
bajo la misma lógica e influencia.
Sin embargo este no ha sido el modo de pensar
predominante en la historia de la humanidad, ni lo es aún hoy en diversos
contextos culturales. Jung consideraba que la sincronicidad era un fenómeno
coherente con cosmovisiones orientales, como la china de donde emergió el taoísmo o las cosmovisiones de la
india milenaria, las cuales poseen una concepción del tiempo y el espacio
distinta a la nuestra.
El pensamiento oriental, en el que también es
necesario incluir muchas de las cosmovisiones indígenas, considera que todos
los elementos del universo se encuentran vinculados formando una unidad. La
realidad concreta, es decir, lo que observamos, se considera como una manifestación
ilusoria de un principio subyacente. Cada elemento del universo es considerado
como un reflejo de algo superior que lo engloba. El universo es visto como un
gran organismo en el que cada elemento que lo compone se encuentra
intrínsecamente interrelacionado y a la vez es un espejo de este. El
individuo es pues considerado como un microcosmos que refleja la dinámica del
macrocosmos, del universo entero.
Desde la lógica de un universo visto como una
totalidad, compuesta por elementos interdependientes, funcionando bajo el
influjo de un principio subyacente, al suceder un acontecimiento el
cuestionamiento natural no sería sobre su origen o causa, como lo solemos hacer
nosotros, sino acerca de qué otros acontecimientos pueden ocurrir de manera
simultánea.
Desde la perspectiva oriental se entiende que cada
momento en el universo posee una cualidad particular, con la que resuenan
todos los elementos de manera sincrónica. Este tipo de lógica sería el sustento
de la astrología o de los oráculos. En el momento del nacimiento de un
individuo, los astros se encuentran en determinada posición y simbólicamente
hay un registro de ello en cada persona, que se ve condicionada por ello.
De la misma manera, al consultar un oráculo, las
cartas tarot, las señales del caparazón de la tortuga etc., no se presentan de
manera aleatoria, sino que se corresponden al momento y situación particular de
la que emerge el cuestionamiento; y por esta relación se le puede otorgar un
significado simbólico a cada uno de estos hechos. En este esquema, la
sincronicidad sería ese fenómeno que permitiría entender ese nexo entre el
cuestionamiento del consultante y la composición de los elementos del oráculo.
La dimensión simbólica en la
sincronicidad
Jung resalta cómo en el pensamiento oriental
se les otorga a los números, además de su función cuantitativa, una dimensión
cualitativa y simbólica. Para ejemplificar lo anterior, narra un corto cuento
de la tradición china sobre la historia de un reino que tenía que decidirse por
entrar o no entrar en guerra. Como no había consenso, el consejo de sabios
realizó una votación; el resultado fue 3 votos a favor y 5 en contra. Sin
embargo, el rey decidió entrar en guerra porque el 3 era el número de la
unanimidad. Los números, al igual que la sincronicidad, son considerados como
intermediarios entre el mundo cotidiano y el espiritual.
La concepción de que existe un principio unificador
en el universo, una extraña fuerza que es origen y motor de todo, y que brinda
armonía y estructura en el caos, ha estado presente en diversas filosofías y
cosmovisiones. A este principio unificador se le ha llamado Tao, Logos, Sentido
y con características similares es el fundamento de las principales religiones
orientales como el Taoísmo, el Budismo,
Hinduismo, el Zen. A pesar de que se le ha dado diferentes nombres, todas estas
descripciones sostienen que la realidad, es decir, los elementos concretos y
observables, así como nuestras abstracciones duales, son la manifestación
externa del Uno. La historia del universo y de la humanidad sería un despliegue
de los diferentes aspectos de este principio unificador.
Se considera también que los diferentes ciclos
y ritmos presentes en la naturaleza son expresión de este principio subyacente.
Para el pensamiento oriental el tiempo no transcurre de manera lineal sino
circular, la imagen del espiral, como la de la concha del caracol. Así, se ha
considerado que el tiempo es como una expresión de los ciclos eternos de
nacimiento, muerte y regeneración. Estos ciclos están presentes en la
naturaleza, en la historia de los pueblos y en los individuos.
Muchos de los modelos y concepciones del misticismo
oriental que han acompañado a la humanidad por miles de años, comenzaron a
tener resonancias y paralelismos con las descripciones sobre la composición y
dinámica de la materia, brindadas por los físicos precursores de la mecánica
cuántica hacia 1920. Jung se percató de aquellos paralelismos y lo vio
como una oportunidad para darle solidez argumental a sus observaciones e
intuiciones sobre la sincronicidad. Por ello, decidió ahondar en aquellos
estudios, intercambiando correspondencia, ideas y hallazgos con varios de los
físicos precursores de la mecánica cuántica, entre ellos Albert Einstein y
Wolfang Pauli.
Física cuántica, pensamiento
oriental y sincronicidad
La mecánica cuántica es aquella rama de
la física que se encarga de describir el comportamiento de las partículas
subatómicas, es decir, de las partes más pequeñas de las que está compuesto el
universo.
Un desconcierto similar al que podemos vivir cuando
experimentamos una poderosa sincronicidad, es decir, que se tambalea nuestro
punto de vista racional y estructurado, fue lo que vivieron los físicos a
principios del siglo pasado, cuando empezaron a descubrir la extraña, o incluso
mágica manera, en la que se comporta la materia subatómica.
El mismísimo Albert Einstein, que con su
teoría de la relatividad revolucionó la ciencia y fue precursor de la física
cuántica, se dedicó los últimos 20 años de su vida a procurar evidenciar las
inconsistencias de la teoría cuántica, ya que le parecía increíble que el
mundo funcionara de manera tan singular. Los estudios posteriores demostraron
que, a nivel subatómico, el mundo se comporta en gran parte de un modo
impredecible y paradójico, cuestionando de manera contundente nuestro sentido
común.
Experimentalmente se ha verificado que si se afecta
a alguna de las partículas la otra se ve alterada de manera sincrónica. Si como
al parecer todos los elementos que componen en el universo, incluyéndonos, son
consecuencia de una gran explosión de una masa densísima, se puede inferir que
a nivel subatómico continuamos manteniendo un vínculo con el universo entero.
Similitudes con el pensamiento
oriental
La relación entre física cuántica y la cosmología
oriental es un tema complejo y controvertido.
Es suficientemente conocido que las partículas
subatómicas se pueden comportar en ocasiones como ondas y en otras como partículas.
Quizás lo más sorprendente para nuestra mentalidad cartesiana son los
resultados experimentales en los que se evidencia que un átomo puede estar y no
estar en un lugar, o estar en dos lugares a la vez. También, que puede girar en
una dirección y a la vez en la contraria. Todo esto recuerda al mundo de
misterio de la que nos hablan tanto Jung como los místicos al referirse el
principio unificador y sus manifestaciones.
El físico David Bohm postula que en el universo
funciona un orden implicado, subyacente al orden desplegado, reproduciendo
las diferencias que hace el budismo entre el mundo ilusorio de maya y el
principio unificador. Los físicos describen también que una gran parte de la
constitución de la materia que observamos está vacía, siendo este uno de los
aspectos a los que alude el Tao.
Sincronicidad, fractales y Unus
Mundus
De manera espontánea, la naturaleza forma
ciertas configuraciones geométricas que se encuentran presentes en la
forma de las hojas, los espirales de los caracoles, en las cuevas, en la forma
de los huesos, los huracanes. Esta especie de patrones de configuración,
conocidos también como fractales, son considerados en ocasiones como
manifestación en la materia, de este principio subyacente. Los fractales o las
formas geométricas arquetípicas están presentes también en algunas obras de
arte y en la arquitectura.
Las configuraciones arquetípicas además
de ser consideradas una manifestación de la sincronicidad, es decir de un
vínculo entre el mundo físico y psíquico, pueden ser un elemento que incide en
el placer estético que generan tanto la naturaleza y el arte. No pocas personas
han experimentado que la contemplación de la naturaleza, de una pintura, o una
escultura, el escuchar cierta melodía le ha proporcionado algo más que un
placer estético, y les ha brindado una súbita comprensión no racional de la
interconexión de sí mismos con el resto de elementos del universos.
Este tipo de experiencias pueden considerarse
también como una expresión de la sincronicidad, cuando nuestro mundo físico
cotidiano se vincula por instantes con una realidad trascendente y misteriosa.
Jung recurre al término Unus Mundus del
filósofo griego Heráclito para hacer referencia a este principio
unificador que también se encuentra de alguna manera presente en su concepto
de inconsciente colectivo. El inconsciente colectivo se puede
entender como aquella “alma del mundo” de la que emergen lo patrones simbólicos
presentes en la mitologías de todos los pueblos, y que como los fractales,
tienden a configurar, no formas sino modos de actuación típicas. Los llamados
arquetipos del inconsciente colectivo. La sincronicidad para Jung pueden ser
una manifestación de un arquetipo constelado, un modo en que el alma colectiva
incide en nuestra vida, promoviendo alguna vivencia, alguna perspectiva.
Para Jung los fenómenos sincronísticos estaban
relacionados con momentos de gran afectividad. Es por esto, afirma, que suelen
presentarse en momentos de transición como muertes, enamoramiento, viajes,
situaciones en la que estamos en contradicción en nosotros mismos o en una
disyuntiva ante una decisión fundamental. También pueden ser catalizados por la
afectividad exaltada en una psicoterapia, y en
estados alterados de conciencia, generados por elementos naturales o químicos.
Algunas personas suelen ser más proclives a
experimentar sincronicidades o a ser conscientes de ellas, pero en ocasiones
se presentan en personas escépticas y predominantemente racionales,
abriéndoles su perspectiva y sensibilidad a una dimensión simbólica de la vida.
Para Jung, las sincronicidades también podrían
formar parte de la vida colectiva, como cuando los científicos sin mantener
ningún intercambio de información realizan descubrimientos simultáneamente,
siendo el caso más reconocido, la postulación casi en paralelo de la teoría de
la evolución por parte Darwin y Wallace.
La sincronicidad y el “poder de
la mente”: el hacedor de lluvia
El pensamiento positivo y las visualizaciones (a través de la imaginación) pueden
llegar ser eficaces para la consecución de objetivos concretos en algunas
personas. Sin embargo, ni la física cuántica ni la sincronicidad son en sí
mismos argumentos científicos a favor de lo que se suele describir como “el
poder de la mente para crear realidades”, “creer es crear” y cosas por el
estilo, que guardan más relación con un pensamiento omnipotente infantil que
con la ciencia. El poder de la oración y de las buenas energías, por su parte,
todavía permanecen en el respetable terreno de las creencias y la Fe.
La física cuántica ha evidenciado la participación
del sujeto en la realidad física observada a nivel micro físico, y una
interacción del ámbito físico y psíquico, pero de esto no se desprende que esta
incidencia pueda llegar a ser manipulada por parte de los sujetos para obtener
manifestaciones en la realidad. En el ámbito de lo micro físico funciona la
lógica cuántica, pero en nuestro mundo observable sigue funcionando la física
newtoniana y las grandes dimensiones se conducen a través de la lógica de la
relatividad de Einstein. Estas lógicas se encuentran relacionadas pero no son
extrapolables. La física se encuentra aún en la búsqueda de una teoría
unificada que integre y dé cuenta de los diferentes ámbitos.
Por su parte, la sincronicidad, así como el
Tao, hace referencia a fenómenos complejos, paradójicos, imposibles de
reducir a frases y recetas de manual de crecimiento personal. Se alejan en todo
caso de las lógicas del control, dominio, emprendimiento y progreso con el que
se suele relacionar las visualizaciones para la consecución de objetivos. La
lógica de la sincronicidad es más cercana al dejar suceder, al resonar y fluir
con este principio subyacente, y suele expresarse de una mejor manera a través
de las imágenes poéticas y literarias.
La siguiente historia de la tradición china era la
preferida de Jung para transmitir la esencia de la sincronicidad y el Tao.
El hacedor de lluvia
En cierto pueblo chino no había llovido durante
varias semanas, por lo que se buscó a un hacedor de lluvia. Al llegar el
anciano se fue directamente a la casa que habían preparado para él y se quedó
allí sin realizar ninguna ceremonia hasta que al tercer día llegaron las
lluvias. Al preguntársele que como lo había hecho, explicó que al llegar al
pueblo, se había dado cuenta de la ausencia de un estado de armonía, de tal
manera que los ciclos de la naturaleza no estaban funcionando de manera
conveniente.
Como este estado de desarmonía lo
había afectado también a él, se recluyó para reestablecer su equilibrio, y cuando
este equilibrio se restableció de acuerdo al patrón natural, la lluvia cayó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario