Si las casualidades no existen, ¿Cuál es el significado de la situación actual? ¿Qué cambio nos exige la vida? ¿Qué debemos aprender de ello?
Vivimos tiempos de cambio, tiempos de agitación e incertidumbre con efectos y significados muy distintos según quien lo experimenta. Sin embargo, como sociedad y como sistema podemos hacer nuestras propias reflexiones acerca de lo que debemos aprender de la crisis desatada por el coronavirus. La situación nos ha forzado a volver a nuestro interior, a dejar de preguntarnos qué necesitamos del mundo y empezar a reflexionar acerca de qué necesita el mundo de nosotros.
Pareciera que la naturaleza está descansando de nosotros, está viviendo su particular cuarentena de la contaminación, la sobre-explotación y la falta de respeto a la que la tenemos sometida. Es un momento para cooperar en lugar de competir, para comenzar a actuar desde la conciencia y la coherencia. Es el momento de comprender realmente que nuestros actos repercuten en todos y que el cambio comienza en el interior de cada ser humano.
Hemos recordado que no estamos separados de lo que nos rodea, nunca lo estuvimos en realidad, pero lo habíamos olvidado.
Esta circunstancia nos hace comprender que no hay seres especiales, todos somos parte del mismo sistema y debemos colaborar como sociedad para poder mantenerla sana y a salvo. No se trata de protegernos o quedarnos en casa solo por salvar nuestra vida, sino también proteger a las personas mas vulnerables de nuestra sociedad. Ancianos, personas con patologías crónicas, personas sin recursos, sin sanidad o sin hogar. No podemos olvidar que la sociedad es un sistema vivo y que una cadena resiste lo que pueda aguantar su eslabón más débil.
Ya vivíamos aislados antes de que el estado de alerta comenzara, pero hemos necesitado que todo esto sucediera para poder darnos cuenta. Como en la música, sin silencios no existiría la melodía. Y este silencio que habita las calles dará forma y propiciará una armonía que el mundo estaba necesitando. Solo quien esté abierto a entender que la estabilidad es una ilusión y que la naturaleza es cambiante e incontrolable podrá adaptarse a la vida misma.
Como escribió Miguel Delibes en su obra «La partida» “¿Por qué si uno sabe nadar flota sin moverse y cuando no sabe se hunde? – El miedo pesa, hijo". Y así es, lo que marca la diferencia, lo que transforma una oportunidad en una desgracia es precisamente el miedo. El miedo a la soledad, a la falta de libertad, al cambio, a la incertidumbre, al contagio y a la muerte.
Se nos exige un ejercicio de responsabilidad, de auto-indagación y de coherencia.
Una crisis global iguala a todos los seres humanos, más allá de su raza, su ideología, su situación o su condición. Las personas que quieren volver a casa y no pueden, quizás comprendan un poco mejor a los refugiados, aquellos que sufren el encierro, quizás comprendan mejor a los confinados, quienes echan de menos a sus iguales, quizás comprendan mejor a los olvidados…
La vida nos habla, y no espera palabras ni promesas como respuesta, espera comporta-mientos y acciones fruto de un cambio de conciencia. No podemos permitir que ni el miedo ni la incertidumbre nos oculten la posibilidad de trascendencia y cambio que tenemos ante nosotros.
"Cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entró en ella. De eso se trata esta tormenta”. Haruki Murakami
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