La fe mueve montañas.
El miedo es un poderoso destructor.
Es el mismo poder actuando con diferente polaridad.
Para que se produzca la curación es imprescindible que el cambio nutricional y de hábitos se haga con una potente fe.
La fe tiene un poder infinito.
Si los hábitos se acompañan de una fe potente y estable las probabilidades de curación son máximas.
Pero la fe no llega sola.
La fe es el resultado de una profunda introspección.
La fe surge de la comprensión del orden del universo.
El practicante de una alimentación macrobiótica debe leer y estudiar para fortalecer su comprensión.
Entonces surge la fe.
La convicción.
Y las probabilidades de una poderosa transformación física y mental.
Pero muchas personas no gustan de leer o se excusan en no disponer de tiempo.
Se limitan a seguir las indicaciones alimenticias como si con eso ya bastara.
Entonces su fe se tambalea cuando aparecen las primeras dificultades.
Es difícil ayudar a alguien que no tiene fe.
Que practica macrobiótica pero con muchos miedos.
Los miedos se deben a falta de comprensión del orden del universo.
La macrobiótica no es una receta terapéutica.
Primero hay que curar el alma como decía Ohsawa
Curar la comprensión para luego curar el cuerpo.
Y para aumentar la comprensión hay que leer, buscar la información y tomar clases.
Hasta comprender que somos maravillas biológicas.
Destinadas a la gloria en este mundo y en todos los mundos que elijamos habitar.
Porque estamos hechos de la misma energía y de la misma información que ha creado todos los universos y todas las maravillas.
Pero lo hemos olvidado y por eso tenemos tanto miedo.
Hemos olvidado que somos una maravilla como tantas hay en el universo.
Que somos seres sagrados.
Que la voluntad infinita está en cada latido de nuestro corazón.
Que nuestra mente infinita cuando está entrenada es capaz de hacer milagros.
Pero cuando está sin control se convierte en un enemigo extremadamente poderoso y destructivo.
Porque nuestra mente es más poderosa que una bomba atómica.
-Martín Macedo-
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