Recuerdo mis años de estudiante.
Cursando las prácticas de medicina en el hospital Maciel en Montevideo, en 1990 - 1991.
Pasábamos la visita en las salas de medicina junto al profesor de alto grado académico, cama por cama comentando cada caso y nosotros lo rodeábamos llenos de admiración.
A las ocho en punto se servía el desayuno a los pacientes.
Todos hacían la fila para recibir la primer comida del día.
Un jarro de leche caliente y dos trozos grandes de pan blanco.
Todos tomaban lo mismo aunque sus enfermedades eran diferentes.
Algunos estaban internados por enfermedades renales, otros por asma severa, otros por un infarto, otros por un neumotórax.
Leche de vaca entera, caliente y abundante.
Y pan blanco comercial.
En el almuerzo siempre carne de vaca o de ave, como plato principal.
En la visión de los profesores esta dieta era muy saludable y fortalecía la salud de los enfermos.
Carne, harina y lácteos.
También esta era la dieta de los profesores y estudiantes médicos.
Ellos creen en la superioridad de la proteína animal.
Esa es la base de su nutrición.
Pero esos alimentos son antifisiológicos.
Generan grandes cantidades de ácido en la raíz de la vida.
Y toda la sangre se acidifica.
El cuerpo humano es una máquina poderosa y se adapta muy bien a cualquier clima y a cualquier sistema de nutrición.
Pero tiene un límite.
Venimos haciendo bestialidades desde hace siglos.
Nuestros cuerpos no soportan tanta carne.
Ni tantos hidratos de carbono refinados.
Vamos en contra de la naturaleza desde hace 100, 200, 300 años.
7000 millones de almas nutriéndose fuera de armonía con la naturaleza.
Estas epidemias que nos asustan tanto no ocurrieron de un día para otro.
Es un proceso de larga data, que comenzó mucho antes de que comenzaran a servir leche de vaca y pan blanco en los hospitales que practican medicina occidental.
-Martín Macedo-
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