miércoles, 5 de diciembre de 2018

El despertar de la sexualidad sagrada

Vivimos en el seno de una Humanidad capaz de viajar por el espacio interestelar, y capaz de controlar lo que a “tiempo real” sucede en cualquier rincón del Planeta Tierra. Una Humanidad que ha descubierto el genoma y la energía limpia de la fusión de partículas, y sin embargo, una Humanidad que parece en nada haber asimilado el poder regenerador y despertador de la energía sexual consciente. Energía que durante milenios, múltiples sabios, místicos y alquimistas han exaltado, al tiempo que instituciones y corrientes sociales determinadas, quizá no exentas de buenas y desorientadas intenciones, la han oscurecido.


La gran variedad de niveles evolutivos

Y sucede que cuando seres aislados o pequeños grupos descubren vivencialmente esta fuente de energía amor-consciencia, con la sensación de haberse quitado una venda de los ojos, no se tarda en aceptar que por más panacea regenerativa que resulte, cada ser humano practica el tipo de sexo que corresponde a su escala de comprensión, una escala de niveles y programas que ajena a juicios evaluativos, conforman nuestra variopinta humanidad. Algo que en nada pretende idealizar o minimizar las tipologías que cada hombre y mujer ejercen en virtud de sus programaciones y amplitud de visión.


Y de la misma forma que un adolescente practica un tipo de sexo bien diferente al de un adulto o al de un Buda, también en un nivel básico de práctica sexual, el hombre y la mujer comunes no añadirán a la pura y habitual energía del cuerpo físico, la energía emocional, la energía mental, y la dimensión espiritual que facilitan vivencias de comunión y totalidad. 

Todas ellas energías que el psicocuerpo en su conjunto dispone, y que en el momento en el que se produce este sagrado concurso, es cuando realmente no solo follamos, sino que “hacemos el amor”.

Los varones


Es posible que muchos varones se reconozcan no disponiendo de otra opción que la de activar ansiosamente la excitación y la descarga con la que habitualmente se estremecen en la cama con sus parejas, una energía ante la que “ellas”, sus compañeras, en un alto porcentaje, (83% en recientes estadísticas) fingen orgasmos para estimular y terminar.


Toda una caritativa obra teatral para satisfacer al varón que muy a menudo se desenvuelve en una cruzada testosterónica hacia el orgasmo, una encubierta cruzada que conlleva el habilidoso entrenamiento de excitarse más y más, un juego por el que se roza el abismo del “no retorno”… junto a un voluntarioso “retener” y aplazar. Sin duda todo un turbomecanismo biológico de agitación superficial que finaliza cuando este activo mamífero, capta la señal que esperaba ansioso, es decir, el estallido del cuerpo femenino, para por fin entonces, descargar y finalizar procediendo a dormir tranquilo.

En realidad el varón tiende a pensar que puede ser acusado de todos los defectos del catálogo; desde aquel que señala un carácter de convivencia insoportable, hasta incluso el que lo etiqueta como “colgado improductivo”, pero lo que casi ningún varón soporta es el ser considerado un amante torpe, ignorante o mediocre, incapaz de satisfacer a su pareja.

Y aunque haya un gran número de seres con cierta madurez y equilibrio sexual que poco precisan de realizar acciones no confesables a sus parejas, quien más quien menos, acaba enfrentando conflictos y frustraciones que mermarán de potencial unitivo de los encuentros con la misma. En algunos casos será porque unos se corren pronto y juegan a la evitación, y otros porque temen sufrir un alarmante gatillazo por el que se verían obligados a dar explicaciones que podrían su autoestima viril por los suelos.

Las mujeres


Y es también posible que muchas mujeres se reconozcan en quienes sienten que lo que realmente las calienta es el amar y sentirse amadas, sienten que lo que les pone es la comunicación, la complicidad emocional y la apertura del corazón, todo ello en el seno de un proyecto compartido… sin duda, registros oxitocínicos estos que con suerte abren con guirnaldas las puertas a la pasión.


Existen también mujeres que en su manejo subóptimo de la energía sexual, intercambian sexo por amor o intereses ajenos al sentir desde el corazón, féminas que manipulan con el juego erótico y que cerrando el pecho, se abren al juego de la pura sensación, sensación que bloquea la sensibilidad, cosas ambas muy distintas. Se trata de mujeres que se ven obligadas a “prostituirse en el alma” por no correr el riesgo de enfrentar soledades y marginaciones que las amenazan más duramente que las pequeñas e íntimas violaciones consensuadas y cotidianas que apagan el pálpito.

En realidad conviene no olvidar que la mujer es la verdadera generadora del amor. En este sentido el hombre tiene que superar miedos inconscientes que aparecen sutiles al acercarse a esta fuente tan poderosa de amor, fuente asimismo sobre la que tan a menudo proyecta sus conflictos con la madre. El sexo consciente por su propia naturaleza, permite acercarse al otro sin resistencias, ni dominio o competitividad. Téngase en cuenta de que la mujer es la batería del amor por excelencia y que desde tal manantial, mana la energía armonizadora de regeneración. Sus capacidades sexuales para acceder a estados de conciencia transpersonal, propias de su género, la reconocen como la gran viajera dimensional.

Los hombres y las mujeres son totalmente diferentes


Convendrá reconocer que los hombres y las mujeres somos totalmente diferentes. Un hombre a los pocos segundos de eyacular, podrá ocurrírsele decir a su pareja que en la próxima liga van a cambiar a un jugador clave, al tiempo que ella lo que más desea en ese momento es permanecer en un largo y acariciador abrazo, reteniendo en la medida de lo posible la rápida tendencia a la salida, o bien resistirse a que de inmediato su compañero dé media vuelta y a dormir.


Las diferencias hormonales son obvias. La testosterona lleva al varón a “follar y matar”, es decir inseminar y cazar. La mujer por el contrario, gracias a la oxitocina, tiende a cuidar, establecer vínculos, expresar sentimientos, proteger… Diferencias que en la vida cotidiana, se manifiestan en varones a menudo endurecidos, con poco deseo de intimidad emocional y con la cabeza bien blindada en la seguridad que les aporta la parte puramente racional, al tiempo que la mujer tiende a recibir, no solo desde lo sensible, sino con deseos de expresar y compartir sus sentimientos. Todo un proceso de adaptación, discernimiento y amor a raudales para poder sobrellevar el “proyecto”.

Uno de los aspectos a tener en cuenta en la práctica sexual, es el tempo comparativamente lento que el cuerpo femenino precisa para abrirse a la recepción del Falo. Mientras que el varón está prácticamente disponible de forma permanente, no sucede lo mismo con la mujer. Un factor que sin duda todo varón deberá tener en cuenta, a fin de preparar y esperar cuanto tiempo sea necesario, hasta que sea la propia vagina la que se abra incondicionalmente a su amoroso huésped.

Este punto es de gran importancia ya que demasiado a menudo, el varón precipita la cópula, tal vez por aprovechar una inicial oleada de erección, quizá porque teme que si se “duerme” en largos preparativos, puede verse enfrentado al aflojamiento y consiguiente “gatillazo”, que amenazaría su autoestima viril, sobre todo si se trata de una pareja con no muy largo recorrido.

Las perspectivas


Los humanos nos movemos en el juego sexual de una gama tal, que no sólo se teje de emociones luminosas y sombrías en las almas y en los cuerpos, sino que en muchos casos es el servicio milenario de enfermería más natural del que dispone la raza humana. Es por ello que aunque la unión sexual masturbatoria, tan primaria como instintiva, pueda parecer grotesca a los ojos de los ángeles, el abrazo tántrico por parte de los mismos, tal vez pueda parecer una “sosada” para las pelvis eléctricas de los recién llegados.


¿En qué consiste entonces este gran juego tántrico del despertar sexual?

Tantra


Se habla mucho de Tantra, y poco se sabe de ello. Pues bien, antes de seguir utilizando este término convendrá saber que según Daniel Odier:


El Tantra Shivaita de Cachemira nacido hace siete mil años, es un movimiento místico, científico y artístico de la cultura dravidiana. Se trata de una antigua filosofía que abarca la totalidad de las potencialidades humanas y concede un lugar de privilegio al adepto que se compromete en el camino del conocimiento. Los dravidianos, eran un pueblo de mar que se extendió por el valle del Indo, Pakistan, el Mar Rojo y el Mediterráneo. Actualmente se le reconoce por haber unido en una de sus múltiples vías, la práctica sexual y el despertar de la conciencia.

El camino hacia la Fuente


Así pues, lo que conocemos actualmente y de forma poco ortodoxa como “sexo tántrico” no es una receta, ni tampoco es una técnica, ni un abanico de consejos… aunque todos ellos son válidos en un momento dado. En realidad el sutil despertar de la energía sexual consciente es un camino interior, un camino hacia el conocimiento que comienza en el autodescubrimiento y la autoconsciencia, y que al madurar, cuestiona las múltiples costumbres aprendidas en todas las áreas de la vida ordinaria, incluida la de la práctica sexual. Aquellas costumbres que en su correspondiente nivel se conforman muy a menudo con represión y pornografía, maneras y estilos que conforme se avanza en el espectro de la consciencia, avance que no es sinónimo de “envejecimiento”, se quedan cortas en quien las practica, costumbres tan mecánicas y repetitivas que empujan al buscador hacia una nuevo salto en el grato proceso que da sentido a la vida: el descubrir y compartir.


¿Cuáles son los acentos en los que se basa esta manera tántrica de practicar sexo?

Presencia


Primero, incorporar un grado de consciencia y presencia durante el encuentro, presencia que trasciende la mecanización y la memoria en la tan habitual persecución del objetivo orgásmico. El hábito es un mecanismo y como todo mecanismo supone una forma de “apagar” la luz incierta y creativa de cada instante. Algo tan creativo como el hecho de dejarse sentir para accionar, un sentir desde el plexo cardíaco a lo largo de los largos canales de las células. Todo un delicado camino por el que dejar de lado la mente pensante que tan a menudo secuestra a los amantes.


Se trata de un estado de atención por el que soltar memorias, evaluaciones y anticipaciones. 

En realidad el mantenerse presente durante el episodio sexual, supone escucharse y escuchar las pulsiones y las corrientes de energía sutil que brotan en cada ahora. Asimismo se trata de darse cuenta de los íntimos insigths, mediante el estado sostenida observación de lo que sucede. Y ¿cómo no? De abrirse a la propia vulnerabilidad por la que podríamos ser heridos, al tiempo que se asiste al desprendimiento de todo rol preconcebido que da forma a nuestro personaje.

Relajación


Segundo. Una definida apuesta por el destensamiento y la consiguiente relajación muscular de todo el cuerpo. En este caso la tensión que conlleva la “excitación erótica” es inherente a un nivel superficial, nivel que no sólo se comporta de forma adictiva, sino que al activarse, tapa y bloquea el fluido de las corrientes profundas de los psicocuerpos con alma. A nivel de la cualidad de energía, la excitación podría asociarse con las olas de la pura superficie marina que a su vez enturbian la percepción de las corrientes profundas y los misterios de vida que subyacen en ellas.


Es por ello que la tan común y valorada habilidad de mover agitadamente la pelvis, y la consiguiente elevación del nivel de excitación manual y oral, si no se acciona en su justa medida, se pueden convertir en evidentes obstáculos para acceder a un tantrismo sensible, tantrismo en el que se apoyan entre sí los vientres relajados, estableciendo una honda penetración que no prima el grado de dureza del pene, y que sustituye la pulsión del tradicional “clavar”, por un amoroso alojamiento y relación en la acogedora vagina, vagina que se abre confiada y cálida a pequeños y sutiles movimientos del Falo.

Desde una perspectiva sutil, el Falo es un instrumento de gran poder electromagnético que así de relajadamente trabajado, y en muchos casos sentido por el propio varón como un faro radiante que emite luz ascendente, activa la corriente celular, y descentraliza la genitalidad. 

Se trata de una expansión radiante hacia los siete billones de células repartidas a lo largo del cuerpo. Una perspectiva tántrica desde la que el gran “clítoris”, centro de mayor excitación erótica femenina, se deja de lado en su potencial estimulador, en beneficio de puntos sensibles de pecho femenino y del interior de la vagina. De esta forma se activan todos los derivados energéticos y vitalizadores del sutil juego polar, sin duda una danza desde la que se copula de forma serena, consciente y relajada.

Este mencionado camino del “destensamiento” como aventura de la conciencia profunda, camino que por cierto sobrepasa el “modo excitación”, no se instala en el psicocuerpo así tal cual, en dos días, es decir en un psicocuerpo habituado a descargas endórficas precedentes. 

Sino que más bien, este despertar constituye un proceso gradual, como lo es gradual el acceso al conocimiento que el adepto comprometido experimenta en su ampliadora peregrinación hacia el infinito.

El orgasmo y la eyaculación


Tercero. En este contexto sexual, el varón no busca el orgasmo. Lo más probable es que este varón conforme descubre la energía de fuerza serena y reconoce la extensión de la sensibilidad celular que lo afina y vigoriza, renuncie a la eyaculación por considerarla no sólo innecesaria, sino también y a poco que haya vivenciado lo sucedido, “decepcionante”. 

Una decepción basada en que la eyaculación, cuando se trabaja desde el fondo tántrico, lejos de ser una buena noticia, se parece a un interruptor que cortocircuita la tensión serena y profunda del cuerpo masculino, provocando una desagradable caída del erotismo sensible que embellecía y despejaba, al tiempo que permitía contemplar el horizonte de vida como algo lleno de posibilidades de sentir y descubrir.


En definitiva, para un practicante masculino de este sagrado quehacer que ya haya aprendido a tener orgasmos sin eyacular, la eyaculación podrá ser utilizada tan sólo para reproducirse o como algo anecdótico, y dado el valor tanto energético como vigorizante y regenerador del semen, para nada más. Se trata éste de un acto de transmutación ante el que muchas mujeres, si no lo tienen asumido en su más hondo alcance, pueden oponer ciertas resistencias. Tal vez para muchas de ellas la eyaculación y el orgasmo masculino al unísono, signifiquen no sólo una muestra de triunfo y rendición apasionada de su varón, sino también un gesto que la avala como compañera sexual eficaz. Este programa de mujer ante la eyaculación masculina, sentirá también un cierto sabor de “misión cumplida” en equilibrio con sus propios orgasmos durante el proceso de encuentro.

Conviene afirmar que dada la natural capacidad multiorgásmica de la mujer, serán bienvenidas todas aquellas “cumbres” que broten en cada episodio sexual, teniendo en cuenta que una vez vivenciadas, la mujer puede instalarse en un estadio meseta de gran plenitud psicoespiritual.

Sin embargo mientras la naturaleza masculina no aprenda a separar el orgasmo de la eyaculación, tendrá también que renunciar al orgasmo. Una renuncia de la excitación que en este caso no pasará la factura habitual que pasan esos conocidos “calentones” que al no finalizar con “descarga”, inflaman y duelen, calentones producidos por todo lo contrario a lo aquí mencionado, es decir, relajación frente a excitación.

En el episodio sexual tántrico, episodio en el que no se ha trabaja con la excitación como deporte de fricción, sino que por el contrario se desenvuelve despejado de agitación, permite percibir el juego eléctrico entre líneas profundas. Es por ello que al terminar el episodio sin eyacular, lo sucedido no precisará de descarga, sino más bien de respirarse en un estado de vigor y del sí en el corazón.

En realidad el juego de las caricias sentidas, los toques y hondos suspiros que no enervan ni piden vuelta, juegos de ternura y honda pasión que por otra parte permiten extenderse al plexo cardíaco, al entrecejo y a la corona, generan emociones absolutamente pacíficas y extáticas que no demandan más que recrearse en la Fuente del corazón e irradiar al medio.

La gestión de la energía


Cuarto. Teniendo en cuenta el axioma que afirma: “La energía sigue al enfoque de la conciencia”, es decir que allí donde miremos con los ojos de dentro, allí estará nuestra energía. Sucederá entonces que al respirarse con consciencia, el amante masculino podrá recrearse en el “no hacer”, permitiéndose observar las corrientes de energía que brotan desde otra inteligencia, corrientes bañadas en ternura, en paz, en amor y cuidado por el otro, así como en el anhelo de mejora del mundo y en gratitud infinita.


El ser humano copulando en atenta quietud con pequeños movimientos que no eclipsan el hondo sentir, se convierte en una activo mago que allí donde posa su mirada interior, allí se activan sensaciones tan placenteras como sanadoras que al llegar a zonas del cuerpo, u órganos en cuestión, se verán de inmediato regenerados en la remisión de síntomas que tan a menudo desconcierta a los médicos. En realidad la energía sexual es la más densa de las energías corporales, pero a su vez es la más poderosa, por lo que bien dirigida y purificada, puede muy bien hacer lo que llamamos milagros.

El corazón como centro de acción y referencia


Quinto. El centro de este proceso de unión sexual, aunque a veces parezca ser el área genital, en realidad es el centro cardíaco, un centro al que otorgar el timón y la referencia del proceso íntegro del encuentro. El corazón también tiene neuronas, y asimismo expresa cualidades diferentes al neocortex, diferentes en su mayor longitud de onda y otros detalles que parecen hacer más fuerte al pequeño David.


Así como en la práctica de la meditación sucede que cuando el sujeto se da cuenta que se ha despistado, vuelve una y otra vez al observador o conciencia testigo en el ahora, de la misma forma cuando hacemos el amor y nos despistamos, volveremos una y otra vez a refundar la energía del corazón, vivificando desde él todos nuestros movimientos, respiraciones y caricias, una decisión que aunque parezca sutil, tiene efectos energéticos inmediatos, por lo que puede decirse que: “funciona”. A partir de esta toma de conciencia será el corazón el que se hará cargo de la “dirección” del proceso.

El poder curativo del placer


Sexto. Consideremos que el placer así tal cual, y sin más, ya es en sí mismo un elemento curativo de largo calado. En realidad una ducha de placer bien gestionada es una medicina para el cuerpo y para el alma, medicina por la que dar las gracias, sobre todo en la mujer que no solo es la verdadera dadora de amor y la que procura la apertura del corazón masculino, sino la campeona erótica que posee en su sagrado potencial, el pasadizo secreto hacia lo 

Profundo.


Lo Profundo es un plano que para el corazón femenino supone su verdadero reino o conciencia transpersonal, un reino desde el que amar, sanar y gozar de ese éxtasis que abraza al hombre y al mundo, e irradiar la energía de alegría que vivifica a quienes lo conectan.

Consideraciones finales


Terapeutas Transpersonales

Si el lector de este artículo siente resonancias con algunos planteamientos aquí expuestos, le invito a indagar, intuyendo que encontrará lo que busca. En realidad ya existen terapeutas “tantricos” que resultan abiertos y directos. Se trata de hombres y mujeres profesionales que ofrecen sesiones de terapia sexual avanzada de gran rigor, sesiones en las que combinando meditación, pranayamas, Ra Ki, procesos de comprensión y determinadas acupresiones, logran asistir a toda una disolución de larvados registros subconscientes de rechazo, dolor y ansiedad asociados a la sexualidad. Un proceso terapéutico éste que cuando es acompañado por un profesional avanzado, permite mostrar el camino para superar el sexo emocional y abrir la puerta a energía serena y radiante del amor.


En realidad y según estadísticas recientes, una de cada cinco mujeres en el mundo occidental recuerda haber sufrido algún tipo de abuso sexual. Es por ello que no es exagerado afirmar que en nuestra esfera psicológica rondan más miedos y tensiones no conscientizadas de lo que pensamos, y sin duda tales huellas tienen su origen en nuestras primeras vivencias sexuales, vivencias que han contribuido a programar lo que compulsivamente nos determina en un área que clama por desencadenar su inconmensurable energía de consciencia y libertad.

Crecer y evolucionar


El que vivencia la sexualidad contemplativa aquí expuesta, ya no regresa tan alegremente a sus programaciones originales, aunque a veces en noches oscuras enfrente regresiones adictivas. En realidad quien vive la sexualidad sagrada y la cultiva como a un jardín de dioses, sabe que cada momento de la vida y cada pareja que pueda abrazar, tiene su particular tipo de “abrazo”, un abrazo en el brotará todo aquello que sirva al propósito evolucionario de su momento. Un abrazo que desde este nivel de identidad, no nacerá desde la habitual carencia que busca recibir o abastecerse del otro, sino que se manifestará anclado a un sí mismo primordial que se recrea pleno de amor y belleza.


Tengamos en cuenta que según numerosos estudios, la transmutación del “sexo ardiente” y su correspondiente eyaculación, atempera en el varón el nivel ira y frustración, Transmutación al que a su vez torna a la mujer más radiante, abierta y florecida. Tal vez antes de lo que imaginamos se reconozcan que muchos registros de la sexualidad emocional no son tan saludables como proclama la visión superficial y mecanicista del ser humano.

El tan consabido “echar un polvo” después de pelearse para “arreglar las cosas”, ha ya sido sobradamente constatado que no es en realidad un episodio energético que une a la pareja, sino que más bien y aunque no lo parezca, es una acción que tiende a separar y desnaturalizar el polo amoroso y sensible del corazón.

Las investigaciones recientes sobre el cerebro han desvelado que las sustancias químicas que se liberan durante la carrera orgásmica convencional, contra lo que suele suponerse, conllevan determinados efectos de retraimiento y desconexión (Marnia Robinson Cupid´s Poisoned Arrow). En realidad, a través de la investigación bioquímica y neurológica, se constatan efectos de la distancia sutil que este tipo de “sexualidad ansiosa” tiende a producir en la pareja. Una perspectiva que va a demandar autodescubrimiento e indagación a muchos seres que evolucionan en el desarrollo personal y transpersonal, seres que todavía mantienen hábitos y creencias sexuales profundamente revisables.

La “práctica sexual fría” no es nueva, puede decirse que conforma verdades de sabiduría milenaria que a poco que se investigue, cuestionan la actual mentalidad que acompaña al sexo ansioso y emocional que en última instancia, no genera la unión profunda que acompaña al verdadero propósito de la evolución.

Hacer el amor


Como Humanidad asistimos a un proceso de integración “cuerpo, mente, espíritu”, integración que pasará por transmutar con plena consciencia la energía más poderosa y lumínica que el ser humano posee en su infinito potencial. Será entonces cuando podremos afirmar en todo su legítimo significado que:


Hacemos el amor.

- Jose Maria Doria-

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