La fuerza infinita no proviene de la alimentación del cuerpo.
Pero se requiere una óptima calidad de alimento para facilitar la expresión de todo nuestro potencial.
Hay grandes celebridades que mostraron una capacidad extraordinaria y no les importaba en absoluto lo que comían.
Osho era diabético y asmático desde su niñez; a los 40 años tenía un grupo de médicos que lo cuidaban y que necesitaron 3 años de ruegos e insistencia para que dejara el azúcar.
Desde su niñez no conseguía dormirse si sus abuelos que lo criaron no le ponían sus caramelos bajo la almohada.
Murió a los 59 años.
Krishnamurti se burlaba de los "ismos" y en una de sus conferencias se burla abiertamente de la macrobiótica porque no encajaba en su concepto de "libertad".
Comía de todo menos carne porque era vegetariano y muere de un cáncer de páncreas.
Taisen Deshimaru un gran maestro Zen que enseñó en Francia en la década de los ochenta y que generó una gran movida zen en todo el mundo decía que la macrobiótica sólo debía practicarse durante la enfermedad y no en tiempos de salud.
Que en tiempos de salud había que comer de "todo".
También murió de cáncer de páncreas a los 68 años.
Estos gigantes consiguieron un gran desarrollo a pesar de su menosprecio de la importancia de la nutrición del "cuerpo".
Eran demasiado espirituales y compartían el concepto cristiano de "que no importa lo que entra sino lo que sale de la boca del hombre".
¿Dónde hubieran llegado si hubieran mantenido una alimentación sobria y saludable?
Pero ellos descubrieron el secreto que abre las puertas a la fuerza infinita.
Y ese es su maravilloso legado.
Todos eran férreos practicantes de la meditación.
Esta práctica les permitió encarnar la dimensión infinita y expresarla con una gran habilidad en su dimensión finita-física.
Ellos se sentían infinitos.
Se sentían divinos, bendecidos, encarnaciones de la gloria eterna.
Ese alto concepto de su propia individualidad les alcanzó para mover fuerzas colosales que dejaron una poderosa influencia en el pensamiento y en la vida de millones de personas.
Entonces nosotros podemos aprovechar de sus aciertos y también de sus errores.
Para llevar sus logros a un nivel mayor.
Por ello en las escuelas macrobióticas donde no se practica la meditación, los alcances están limitados a la cocina, los cortes de las verduras y puntos de acupuntura.
Esta limitación terminará por perder todo atractivo y finalmente los estudiantes serán atraídos por otras escuelas que enseñan el acceso a la divinidad, ya que todos estamos buscando esa puerta desde que nacemos.
Vivimos en el infinito pero lo hemos olvidado.
La alimentación macrobiótica debería facilitar este acceso y no encerrarnos en una jaula terapéutica para resolver los casos que no consigue curar la medicina oficial.
-Martín Macedo-
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