martes, 10 de marzo de 2020

El libre albedrío


La única misión del ser humano en el mundo es alcanzar un nivel espiritual superior. Por eso, cuando se trata de cambiar su forma de ser y ascender por los peldaños de la escalera espiritual, el ser humano posee la cualidad divina del -libre albedrío-. Y éste sólo se da si se inyecta el concepto del tiempo en la existencia del ser humano.

Pero hay una desventaja en todo esto: debido a la existencia del tiempo, creemos equivocadamente que las acciones íntegras se quedan sin recompensa y que las acciones des-íntegras no reciben lo que corresponde. Pero esta creencia es meramente una táctica de retraso.



Las respuestas tardías permiten la libertad para escoger como comportarnos.

Unas palabras groseras a tu vecino, desde un motivo interior de reactividad, a tu esposa o a un amigo, son disparadores para contribuir a la destrucción del carácter de una persona y en algunas ocaciones son tan destructivos como el cometer un asesinato físico.


El primero destruye el cuerpo, pero el otro tiene la habilidad de lastimar el alma. Podemos matar a alguien físicamente, pero también los seres humanos entregamos nuestro poder y permitimos que nos ¨maten¨ emocionalmente y espiritualmente, permitiendo que otros tengan el poder de destruir una relación que tenemos o  nuestro medio de ganarnos la vida, por ejemplo…

El pecado de ¨derramar sangre¨ no se limita a violencia física. La sangre derramada también se refiere a la vergüenza o la pena que causamos a alguien cuando generamos que su cara se sonroje al humillarlo o denigrarlo frente a otros, desde un Motivo Interior de destrucción. Todas estas acciones desagradables provocan una reacción en cadena de causa y efecto.

   Así es como funciona

Una persona reacciona y comete una acción reactiva. De acuerdo con la ley de causa y efecto, ¨debería¨ producirse una retribución inmediata que le reste. Sin embargo, nuestro Oponente (Ego) arroja un pedazo de tiempo en el proceso de causa y efecto para retrasar los efectos que le van a restar en un Aquí y Ahora a quien encamino la acción reactiva.

Es por eso que la persona que realizó la acción dañina cree entonces que se salió con la suya.

Esta distancia entre causa y efecto impide que percibamos la conexión entre los eventos que acontecen en nuestras vidas.

Quizás plantamos una semilla de des-integridad hace treinta años, pero para cuando ésta germina, nos hemos olvidado de ella. De modo que creemos que el árbol (el caos) ha surgido de la nada, ¨de repente¨. Sin embargo, nada es ¨de repente¨, ni por casualidad, ni ¨mala suerte¨, ni por ¨injusticia¨.

Todo tiene su origen en alguna semilla plantada en nuestro pasado. El tiempo sólo hace que nos olvidemos de la acción causante original.

El caos parece que se genera ¨de repente¨, porque el tiempo ha separado la causa del efecto.

El tiempo crea la ilusión del caos, en realidad, hay un orden oculto.

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