sábado, 11 de mayo de 2019

“No como animalitos”: tres familias cuentan cómo practicar una crianza antiespecista

Curriculum escolar, comidas familiares, cumpleaños y salidas: educar en el respeto a los animales es una opción con implicaciones mucho más allá de pedir un menú vegano en el colegio. 
Cuando un día Navia llegó a su casa diciendo que todos los niños y niñas de su clase de segundo de Educación Infantil eran veganos, sus padres se extrañaron. La profesora le había preguntado a la niña por qué era vegana y ella había explicado que “no comía animalitos”. Sus compañeros corearon, extrañados: “¡Nosotros tampoco!”. 
La anécdota la cuentan sus padres, Pablo (38) y Rocío (44), que son veganos desde hace unos cuatro años. También son veganas sus dos hijas, Navia y Antía, de 5 y 7 años. La mayor, que está dibujando durante la entrevista, hace gestos de asco cuando hablamos de leche de vaca. También es vegana la parte no humana de la familia, varios perros y gatos que se alimentan de pienso vegetal. 
La pareja cuenta en su cuenta de instagram @ unafamiliaveganaynormal cómo es la vida en esta familia. “El nombre nos lo pusimos con toda la ironía, porque hacemos una vida totalmente normal y, a la vez, ¿qué es ser normal?”, explica Pablo. Antía protesta: “¡Somos normales!”. 
“A las niñas les explicas de dónde viene la carne y el pescado, y lo ven claro”, dice Rocío. “Se supone que somos nosotros los que adoctrinamos, y no el resto de la sociedad, pero lo único que hacemos es enseñarles de dónde vienen las cosas, con lo cual carne y pescado nunca han querido comer y siempre les ha producido rechazo porque saben de dónde viene”. 
Cuando la pareja se conoció hace quince años, Rocío era vegetariana y le advirtió: “En mi casa no entran animales muertos”. Pablo se hizo “flexitariano”: seguía una dieta vegetariana cuando estaban juntos, pero era omnívoro fuera de esa situación. Hasta que, un día, en una boda, fue incapaz de comer la pata de cordero lechal que le sirvieron. Así, los dos pasaron al veganismo, cuando las niñas tenían 1 y 3 años. “Durante la lactancia les tuve que dar leche de fórmula y entonces desconocía que existían leches vegetales de sustitución”, recuerda Rocío como única excepción a su dieta libre de productos animales, junto al consumo ocasional de productos ovolácteos en los primeros años de vida de las niñas. En la familia, los abuelos paternos cocinan vegano cuando van sus nietas. “Cuando nacieron las niñas, les dimos a mis padres el informe de la Asociación Americana de Nutrición, que demuestra que una dieta vegana es perfectamente viable para cualquier etapa de la vida y les dijimos: ‘Esto es toda la información que os vamos a dar’; no sé si están de acuerdo o no, pero lo aceptan”, dice Pablo.
Carli: “Aparte de preocuparte de todo lo normal que supone cuidar a tu hijo o hija, nos tenemos que justificar y nos miran con lupa”
Carli tiene 39 años, vive en un pueblo de Álava y es madre de Robin, un niño de tres años y medio que es “vegano desde la concepción”, explica. Ser una familia vegana supone, dice, que “aparte de preocuparte de todo lo normal que supone cuidar a tu hijo o hija, nos tenemos que justificar y nos miran con lupa”, asegura. “Cuando se dice ‘vegano’, de repente todo dios es nutricionista y se preocupa por tu alimentación, multiplicado por mil cuando se trata de un niño pequeño”, lamenta. 
Carli sí conocía las leches de sustitución vegetales y asegura que, aunque no imposible, es difícil de encontrar en farmacias y supermercados. También es más cara. Pero criar desde el veganismo y el antiespecismo no es solo eso: significa, además, buscar pañales, toallitas, jabones, vestimenta y calzado libres de animales explotados. 
Pese a las complicaciones que esto pueda entrañar, ambas familias saben que hoy es todo más fácil. “Hay sustitutos para todo”, explica Rocío cuando cuenta cómo chuches, tartas y helados pueden también ser veganos y forman parte del menú en los cumpleaños a los que invitan a sus hijas. 
Pero no lo era en los años 90. “Mi pareja y yo éramos activistas antiespecistas desde los 90 y nos hicimos vegetarianos; entonces el veganismo era un concepto que no conocía nadie”, cuenta a El SaltoBorja desde Bilbao. Tuvieron primero un hija y luego un hijo que crecieron con una alimentación vegetariana. “Se puede decir que crecieron casi como veganos porque en casa no se utilizan productos testados en animales, ni pieles, ni cuero, pero ellos sí han tomado huevos y lácteos, aunque éstos dejaron de entrar en casa cuando su madre pasó de vegetariana a vegana”, puntualiza. 
Borja tiene hoy 47 y cree que, cuando nacieron sus hijos (en 1998 y 2000), el veganismo hubiera supuesto aislarlos: “En ese momento nos pareció más positivo y más eficaz integrar a nuestros hijos para demostrar que se puede educar en el no uso de animales desde la infancia y nos parecía importante que cientos de niñas y niños convivieran cada día en la escuela con personas que no se alimentan de animales”. 

FILETES EN EL COLE

Borja preguntó en el colegio al que acudían sus hijos por la posibilidad de un menú vegano, pero era “impensable”. “Nuestra lucha fue directamente por un menú vegetariano”, explica. El colegio accedió, no sin mostrar resistencia y después de tener que mostrar un documento firmado por un médico sobre la conveniencia del menú, documento que valió el Gobierno vasco. 
Sobre los contenidos del currículum escolar “nos chirriaban muchas cosas, pero no le dimos excesiva importancia”, recuerda Borja. “Somos conscientes de que si metes a tus hijos en el sistema educativo, los acaban adoctrinando en muchas cosas, no solo en el tema antiespecista; pero confías en que tengan la capacidad de aprender a distinguir”. 
Rocío y Pablo, sin embargo, sí están alerta ante posibles contenidos especistas del currículum escolar y ponen como ejemplo una ficha de la guardería que pedía a sus niñas unir cerdos con filetes y vacas con vasos de leche. “En esos casos, lo que hacemos es customizar los materiales”, explica Rocío. 
Así, por ejemplo, una pirámide alimenticia que pone en su base la carne como fuente de proteína, con un poco de pegamento y unas tijeras, pasa de mostrar un filete a incluir un plato de lentejas.
El colegio es fuente de otros momentos complicados para quienes pretenden dar una educación antiespecista a sus hijos: es habitual que los zoos, acuarios o granja escuelas formen parte de las salidas escolares. En ese caso, Pablo y Rocío ofrecen un plan alternativo y, cuando sus hijas han tenido salida a la granja escuela, ellos se lo han cambiado por una visita en familia al parque de atracciones. 
Borja: “Nosotros siempre priorizamos la socialización, no queríamos que se sintieran señalados por vivir en una familia con una postura antiespecista”
Para Borja, sin embargo, que remarca que estos asuntos le quedan ya un poco lejos, las salidas a la granja escuela no fueron especialmente conflictivas y su postura fue la de priorizar la normalización y socialización de sus hijos. “No queríamos que se sintieran señalados por vivir en una familia con una postura antiespecista”. 
Aunque el hijo de Carli tiene solo tres años, su familia también se ha enfrentado al dilema, en este caso, por una salida al acuario. Como Borja, la decisión fue dejarle ir. “Nos costó mucho la decisión, pero al final le dejamos ir porque es muy pequeño todavía y creemos que es importante para él estar con su clase”. 

EDUCACIÓN ESPECISTA

“La educación es muy especista”, explican Pablo y Rocío. Lo corrobora Diego, profesor de Educación Secundaria e integrante de Aula Animal, un proyecto que lleva el antiespecismo a las aulas de Aragón. 
Considerar a los animales como un recurso más forma parte de la normalidad en cualquier currículum escolar. “Pasa en todas las asignaturas en las que se habla de animales”, dice Diego. En su opinión, ofrecer un pensamiento único impide desarrollar la capacidad crítica del alumnado: “El sistema educativo solo transmite una idea, y cuestionar la idea de que los animales están aquí para servirnos, como un recurso natural, casi es algo descabellado”. 
Sin embargo, es lo que intenta Aula Animal con talleres para alumnos y formación para profesores en los que activistas antiespecistas con formación explican conceptos como “especismo”, “sintiencia” o “veganismo”. Según Diego, entre los profesores que acuden a sus formaciones hay cierto miedo a que transmitir estos conceptos a su alumnado sea tomado como una maniobra de adoctrinamiento y levante ampollas entre las familias. Por otra parte, explica, hay cierto desconocimiento y se encuentran con algunos docentes que van a su curso pensando que el respeto a los animales se ciñe a lo que llama “perrogatismo”: “Piensan que esto va de no abandonar perros ni maltratar gatos”.
Pablo y Rocío creen que la educación es muy especista y customizan los contenidos del colegio que proponen unir cerdos con filetes o muestran la carne como única fuente de proteína en una pirámide alimentaria 
Entre el alumnado, con alguna excepción especialmente en entornos donde hay familias que viven de la ganadería, “cuando tú preguntas si creen que los animales deben poder disfrutar de su vida, es posible que algunos alumnos piensen diferente a lo que se le ha transmitido en la escuela, y eso a los profesores les da miedo”. 
Esta visión “única” de la que habla Diego está presenta también en juegos y juguetes. Carli asegura que algún libro que no ha podido devolver ha ido directamente a la basura. Rocío describe cómo convirtieron una granja de Playmóbil en un santuario de animales. 
Pero el antiespecismo ha llegado también a algunas editoriales, y ambas familias tienen en su biblioteca infantil títulos que transmiten que los animales no son comida. “Lamentablemente, los temas zoológico, circo y granja de animales están muy presentes en los libros y juguetes para niños y niñas, pero también ya hay libros infantiles como Rescate animal, Qué hay en mi nevera, La ovejita que vino a cenar oPor qué no comemos animales, que educan en el antiespecismo”, enumera Carli. En casa de Rocío y Pablo juegan a “Eva”, un juego de mesa de la editorial Dekimba en el que la protagonista es una mona que quiere escapar de un estudio de cine donde es explotada para la producción de películas. 

MINIACTIVISTAS

Un audio de Carli narra una anécdota que se le olvidó contar en la primera entrevista. “El otro día Robin estaba en el parque y empezó gritar a unos niños que comían huevos Kinder que no comieran huevos”. Se ríe: “Yo le expliqué que lo que tiene que hacer es explicarles a otros niños por qué decía eso, porque muchos no lo saben”, cuenta en la nota de audio. “¡A ver por dónde sale el miniactivista!”. 
Antía y Navia también son activistas antiespecistas. Antía cuenta que una niña de su clase ha seguido sus pasos y ha mostrado su intención de no comer carne: la madre de esta niña le pide a Rocío recetas veganas. En el caso de los hijos de Borja, Oier se pasó al veganismo con 16 años por decisión propia y su hermana ha hecho lo mismo recientemente. 
Sobre si hoy ser vegano está de moda, Borja cree hoy en día los medios ponen el foco en el veganismo por un “interés artificial”, interés que no es ajeno a empresas que, como Beyond Meat, tratan de sacar tajada del veganismo, subraya, muy crítico con esta marca, en la que hay grandes inversores americanos como Bill Gates. 
Diego, de Aula Animal, cree que favorece a la difusión de las ideas antiespecistas el que se hable de veganismo, incluso aunque se hable de manera despolitizada, aunque cree que “el veganismo que defendemos es político porque la idea de que los animales merecen respeto implica cambios sociales”. 
En casa de Rocío y Pablo, este último protesta ante la idea de que el veganismo deba estar vinculado en exclusiva a los espectros más a la izquierda de la política, aunque en la cuenta de “una familia vegana y normal” confluyen mensajes feministas, propalestinos y antiespecistas.
Cuando terminamos de hablar, Antía ha terminado el dibujo y nos los entrega antes de irnos. “Esto no”, pone sobre un camión que transporta un animal. “Esto sí”, ha escrito encima de un dibujo de un cerdo en el campo con su cría. 
BREVE GLOSARIO
Antiespecismo. Teoría y práctica que mantiene que todos los individuos, humanos o no, merecen respeto y ostentan el derecho a vivir una vida plena. Se trata de respetar a todos los individuos sintientes, independientemente de su especie. 

Carnismo. Concepto utilizado desde el veganismo para definir la idea dominante de la conveniencia y necesidad de consumir carne. 

Especismo. Según Wikipedia, concepto ético que refiere a la práctica de tratar a los miembros de una especie como moralmente más importantes que los miembros de otras especies, y a la justificación de esta práctica. 

Flexitariano. Vegetarianismo flexible. Por ejemplo, Pablo se definía como “flexitariano” cuando seguía una dieta vegetal siempre que estaba con Rocío, pero ocasionalmente consumía carne, sobre todo en contextos de socialización. 

Veganismo. Según la RAE, actitud consistente en rechazar alimentos o artículos de consumo de origen animal. Diego prefiere la de la Vegan Society, que define veganismo como la forma de vida que tiene como objetivo evitar todas las formas de explotación y crueldad hacia los animales para comida, ropa o cualquier otro propósito. Antía, de 7 años, lo resume así: “No como animalistos”.  

Vegetariano. Persona que se alimenta de productos vegetales, pero que admite el uso de productos del animal vivo, como los huevos o la leche. Para Rocío, “ser vegetariano implica ser especista aunque demuestre tener empatía con los animales”. 

Veggie friendly. Dícese de los amigos de lo veggie, o sea, de los vegetarianos. Cuando Pablo y Rocío hablan de su entorno, aseguran que muchas personas son “veggie friendly” para explicar, por ejemplo, que en los cumpleaños a los que invitan a sus hijas ofrecen menú adaptado. 

Omni. “Omnívoros”. Carli llama “omnis” a las personas de su entorno que siguen una dieta omnívora, es decir, que comen también carne. 

Ovolácteovegetariano. Concepto con las mismas implicaciones que vegetariano, pero que pone el énfasis en el consumo de huevos y lácteos. 

Perrogatismo. Diego y Pablo utilizan este término de manera irónica para referirse a quienes creen que el respeto a los animales consiste en no maltratar a los animales que acompañan la vida de los humanos, a quienes las personas antiespecistas nunca se refieren como “mascotas”. 

Sintiencia. Capacidad de sentir, percibir o experimentar subjetivamente. Es un término procedente de la filosofía que el veganismo ha conceptualizado para poner en valor la capacidad de sentir de los animales. El movimiento antiespecista, explica Diego, es “sensocentrista”, lo que implica considerar poner en el centro los intereses de todo ser con capacidad para sentir. 

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