miércoles, 29 de mayo de 2019

La ira



"La ira no es una respuesta inteligente. Las personas sabias son felices, y la gente feliz no se enfada. En primer lugar, la ira es irracional.
Un día, cuando el vehículo de nuestro monasterio se paró en el semáforo en rojo junto a otro coche, advertí que el conductor del otro vehículo estaba despotricando contra las luces:
—¡Condenados semáforos! Saben que tengo una cita importante, que llego tarde. ¿Y dejan que otro coche pase justo delante de mí?, ¡cerdos! Y no es la primera vez....
Echaba la culpa a los semáforos! como si estos tuvieran alguna posibilidad de decidir. Pensaba que los semáforos le perjudicaban a propósito: «¡Ajá! Aquí llega. Sé que se le ha hecho tarde. Dejaré que pase ese coche primero y luego... ¡Rojo! ¡Stop! ¡Lo paré!». Los semáforos pueden parecer malintencionados, pero solo son semáforos, eso es todo. ¿Qué esperas de los semáforos? Imaginé al hombre llegando tarde a casa y a su esposa despotricando:
—¡Maldito marido! Sabías que teníamos una cita importante. Sabías que no debemos llegar temprano. Pero tuviste que ocuparte de otras cosas y no de mí, ¡cerdo! Y no es la primera vez...
Culpaba a su marido, como si él hubiera tenido la posibilidad de decidir. Pensaba que su marido le hacía daño a propósito: «¡Ajá! Tengo una cita con mi esposa. Llegaré tarde. Veré a esa otra persona primero. ¡Se hará tarde! ¡Que espere!». Los maridos pueden parecer malintencionados, pero solo son maridos, eso es todo. ¿Qué esperas de los maridos?
Los personajes y los sucesos de esta historia se pueden modificar para adecuarlos a la mayor parte de las situaciones creadas por la ira."

Ajahn Brahm.

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