En 1931, lo primero que hizo Albert Einstein al llegar a los EEUU, fue viajar a la Reserva de los indios Hopi, visita histórica bastante desconocida, aún, hoy día. Su interés por culturas ancestrales, al igual que su preferencia por lecturas iniciáticas y esotéricas era conocido.
¿QUIÉNES SON LOS HOPI Y POR QUÉ TANTO INTERÉS DE EINSTEIN POR ESTA COMUNIDAD?
Los Hopi son un pueblo indígena americano, con raíces aztecas, del centro de los EE.UU. y cuyos orígenes y tradiciones se pierden en el tiempo, llegando incluso a la prehistoria. En la actualidad es un pueblo pequeño (10.000 habitantes) que habita en las Reservas indígenas del estado de Arizona.
Albert Einstein se interesó en este pueblo por su extraordinaria forma de concebir el mundo: los Hopi no tienen una noción o intuición general del tiempo como un continuo que transcurre uniformemente y en el que todo lo existente en el universo avanza a un mismo paso: un movimiento que avanza hacia un futuro, atravesando un presente y procedente de un pasado. Dicho de otro modo, carecen de una concepción en la que el observador es trasladado constantemente por la corriente del tiempo, alejándolo del pasado y desplazándolo hacia el futuro.
Benjamín Lee Whorf, lingüista americano, y otros pensadores posteriores, concluyeron que lenguaje, pensamiento y realidad están íntimamente relacionados conformando el centro de la cosmovisión específica de cada cultura, y así, la cultura Hopi, expresando su propia metafísica a través de su particular lenguaje, vive y desarrolla un mundo que no contiene palabras, ni formas gramaticales, ni construcciones o expresiones para referirse directamente a lo que nosotros llamamos “tiempo”, es decir, no contiene expresiones para conceptos tales como pasado, presente y futuro, duración…
Pero, ¿cómo expresan los indios Hopi el “tiempo”?
Para un indio Hopi, el tiempo se asimila al espacio- sospechosa semejanza con los conocidos paradigmas de la física cuántica: la historia de la ciencia revela que el universo emergió de un vacío cósmico y con la aparición de este universo, irrumpió, simultánemente, el espacio-tiempo.
No obstante, si en Occidente distinguimos entre espacio y tiempo, los hopi trasladan estas coordenadas a la distinción de "mundo objetivo" y "mundo subjetivo".
Y siguiendo esta distinción, para un Hopi, lo objetivo es aquello que se percibe por los sentidos y se manifiesta en ese preciso momento. Todo lo demás lo abarca el mundo subjetivo: el interior de la persona, el universo de la mente y aquello que situamos en pasado y futuro.
Por lo tanto para un Hopi, cuando algo está por ocurrir, lo expresa como “algo que se acerca”; cuando algo ya ha pasado, “algo que se aleja”.
A este movimiento los Hopi lo llaman “tunátya” y suele ser traducido, generalmente, como esperanza: “está en la acción de esperar, espera, es esperado, piensa o es pensado con esperanza”. No obstante este verbo, “tunátya”, contiene en la raíz de la intención que revela su expresión, la idea asociada a lo que llamamos, “deseo”. Habla, por tanto, de un devenir de “esperanza-deseo”, es decir, un movimiento que refiere a un estado evolutivo o un nivel de manifestación del sujeto.
Así, cuando algo se “acerca”, lo que ocurre es que lo subjetivo se va concretando hasta hacerse objetivo. Y cuando se “aleja”, lo objetivo se disuelve en lo subjetivo. Este proceso es gradual, y a medida que un suceso se hunde en el pasado, va perdiendo objetividad hasta hacerse totalmente subjetivo y, en cierto modo, borroso -pero no por ello menos real-.
La distancia tampoco se expresa en términos absolutos, sino en función del esfuerzo y la complejidad que supone ir de un punto a otro. Es un pensamiento pragmático dónde la trayectoria es descrita por las fuerzas requeridas para realizarlo.
Por lo tanto un Hopi no concebiría expresiones tales como “dentro de 5 años termino una carrera” o “dentro de 6 meses termino un proyecto” con nuestras mismas coordenadas cognitivas porque el tiempo, en su mundo conceptual, no conforma una entidad separada del sujeto que lo expresa. De esta manera, un indio Hopi, aplicando el concepto “tunátya” y siguiendo los ejemplos anteriores, diría: “dentro de cuánto deseo terminarás la carrera” y “dentro de cuánto deseo terminarás el proyecto”.
En este mundo, en que vamos perdiendo, día a día, el rumbo de nuestra Verdad Vital porque aprendimos muy pronto a separar los espacios del hacer y del ser (sentido), el eje tiempo-espacio, indivisible, quedó perpetrado en un señorío de imposible acceso: “No tengo tiempo para atender mi familia, mi proyecto, mi desarrollo personal…mi sueño…”
“Tunátya” nos abre la mirada en una nueva dirección, lanzándonos a un nuevo universo interno, señalando grietas en ese muro en el que todo parecía estar escrito: Ya no es cuestión -de vanos intentos- de manejar forzadamente el tiempo, sino despertar y elevar el deseo, el cual dirigirá convenientemente la corriente del tiempo en la dirección adecuada…sólo así el sentido profundo queda preservado, siempre, en cualquier lugar, porque el sentido del “a dónde” se revelará en el sentido del “por dónde”…
Y en este preciso punto embarcamos, de pleno, en la magia de las enseñanzas profundas de las grandes tradiciones iniciáticas, pero esto forma parte de otro relato…
Dice Jorge Luis Borges que…
“Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible.
Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.
Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo, ante una tumba ya no tiene ningún sentido."
…y, cierto es, que, con el tiempo comprendes que el tiempo no es otra cosa que la vida… y se acaba la vida y se acaba el tiempo…se acaba mi vida, se acaba mi tiempo…
“Tunátya”, el legado de los Hopi… el “tiempo” que había quedado expulsado de nuestro fuero interno, fuera, vagando al mando del capricho ajeno, al margen de nuestra Voluntad Vital, retorna para permitir y facilitar los designios del destino que impecablemente nombramos … y ahora sabemos que la dimensión del “tiempo” refleja la dimensión de nuestro “deseo”…ese tiempo que nunca debió pertenecer a Cronos, aquel que devoraba a sus hijos para no perder su lugar en el trono de los Dioses; aquel a quien, Zeus, el benjamín de la familia, finalmente, reta, sublevándose, liberando a sus hermanos, y aniquilándole para convertirse, así, en inmortal y eterno Rey del Olimpo.
Fuente: Virus de la Mente
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