Ser complacientes: Esclavos del Status Quo.
La complacencia y el servilismo pusilánime conllevan al ser a acostumbrarse a vestir los colores del Status Quo, olvidar el colorido propio y vivir en la predominancia conductual de valores vacuos, por ende, es el mismo ser quién se enamora del yugo de ser un siervo del contexto, de jamás brillar, y de permitir que el medio lo configure íntegramente: Ha renunciado a sí mismo y a su llamado interior. Elije en cada momento, acto, rutina, actitud, pensamientos, día, mes y año, su propia miseria.
El contexto no te define ni te presiona hacia ningún lado, sólo te ofrece una gama de herramientas, y ya sabemos que hasta la más sencilla de ellas, puede ser usada con sabiduría o con precariedad, únicamente estando diferenciado un ser de otro, más que por su determinismo contextual, por su propio fervor interior y su compromiso en pulirse hasta lograr que este salga a flor del vivir de un modo que haga dignas cada una de las áreas del ser, como majestuosa recompensa. Laureles que se llevan hasta el infinito, ya que como todo lo que vale realmente en la vida, son perennes los premios, ya que los llevarás contigo siempre y nadie te los podrá arrebatar, salvo tú mismo.
Es un efecto compuesto, cada vivencia cuenta, y acumulativamente será el como elijas reaccionar frente a ellas lo que esculpirá tu autoimagen, tu autoconcepto, tu esencia y tu personalidad, así por ende tu vida.
Bien dijo James Allen " Las circunstancias no hacen al hombre, lo revelan ante sí mismo", y lo que entrenes más, eso serás, y si no entrenas nada, serás sólo un reflejo pasivo de quién desee subyugar a alguien que se ha forjado para ser oprimido, para no tomar el control y rendirse ante la tentación del ego por caer bien a todos, menos a estar con uno mismo dignamente.
La vida y sus consecuencias vivenciales no son insoportables por el contexto, el zodiaco o el azar, sino por la falta de propositividad, de industriosidad frente a lo que realmente incendia de sentido al ser, no es una opción sino un deber consumar este cometido, pues está en juego no sólo el propio honor y felicidad, sino el edificar un mundo mejor cada día, y eso jamás se logrará lleno de esclavos pasivos, sino con hombres que en vez de llenarse de quejas, enfrentan con virtud cada desafío, que plantan cara a los muros de la vida, y que al caer del otro lado de estos con su propio esfuerzo, se levantan convertidos en alguien más poderoso y digno cada vez.
Amarse no es sólo filosofar sobre como nos amamos, sino dignificarse en cada praxis del vivir, de ser quién se es, no quién todos desean que seamos.
La pasividad inmersa en conductas rutinarias de por vida es una esclavitud indigna, comienza a complacer y será un ritual que te atrapará hasta disolverte en una vida abyecta y carente de sentido, si tus latidos no están anclados en un plan maestro que tenga un propósito en el mundo, entonces tu yo interno estará siempre abatido, serás una oveja sin carácter para decir un sumiso sí cuando no quieres aceptar algo, y no a ser tú mismo por complacer los deseos del medio. El oprimido y el opresor tienen un secreto: Se necesitan el uno al otro absolutamente.
Escoger el propio camino implica un trabajo de por vida, uno que paga maravillosamente con un profundo sentido de propósito, que permite anexar rasgos elevados al carácter, desafiar lo que es injusto con valentía y determinación, llenar el interior de elementos que se atraerán fuera y que configurarán una vida emocionante y llena de desafíos que nos invitan a reinventarnos, evolucionar y desarrollar el arte del crear. Abandonar el miedo a caer y dejar a otros en nuestra senda, inspirados profundamente en lo alto que podemos realmente volar si depositamos esfuerzo y confianza en nuestro ser.
Si te amas, entonces pruébatelo a ti mismo: Conviértete en lo que mereces y deja las excusas.
Infinito Amar,
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