No cualquiera tiene la valentía para vivir su genialidad, la virtud tiene el coste de vivir en entereza cada uno de tus pasos, mientras todos los que no tienen el coraje, el brío de Ser quienes son, ladran. Aún cuando en sus intentos de sabotaje de mordida en mordida, no logren siquiera desgarrar tus talones.
No cualquiera se abalanza sobre la vida para exprimir el néctar de ver lo que es y no lo que la herencia y el entorno nos condicionan a ver, pues saber también tiene un coste, una responsabilidad, y tanto como que libera el alma, como que cierra muchas puertas terrenales, aún que abre las de otros mundos inimaginables para el miedo.
No cualquiera abre los ojos en dirección de la sombra, acepta su propia cojera en vez de vivir ocupado de reír de las distintividades de un otro, pues fácil es caminar bajo el farol que asegura un tránsito expedito y vigilado, aún así existimos algunos que vamos al ojo del huracán en plena noche, esos que conocemos que no todo lo que brilla es oro, y que casi casi siempre el oro, tal como el loto, se encuentra bajo cubos y cubos de fango.
No cualquiera hace en vez de hablar, no cualquiera sabe en vez de creer, no cualquiera dedica cada respiro vital a dilucidar la pureza de sus arquetipos, golpe a golpe, página a página, suspiro a suspiro, desde la soledad a la muchedumbre mil veces hasta encontrarse en lo profundo de sí un precioso y preciado aliado, el amar del sí mismo, inicio de la verdad de verdades, hito escondido no en los murmullos altisonantes, sino en la sagrada disciplina de ser uno mismo y reinventarse mil veces a la luz del saber, y no de la especulación elucubrante.
No cualquiera vive realmente esta vida con los ojos bien abiertos mientras los cierra en lo profundo de la meditación, no cualquiera conoce la verdadera vigilia; aún que la mayoría así lo cree en su absoluto sueño de consensos falaces, muchos muchos confunden respirar con estar realmente vivo, el deber con el Ser, el creer con el saber, el gastar con el adquirir lo real.
No cualquiera se atreve a ser quién vino a Ser y tener el ímpetu de continuar siéndolo dichoso en cada paso de este y todos los caminos. Y desde luego, no cualquiera camina de modo en que su caminar en sumatoria sea una obra de arte digna de sí y del mundo entero, oda y cántico devota para elevar la verdad que esconden los secretos debajo de los sentidos, de nuestra misión única y divina.
No cualquiera vuelve a la fuente con lo que prometió volver.
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