En
términos kabbalísticos, la certeza es saber con seguridad que, en cada segundo,
el Creador nos está guiando para que alcancemos nuestro máximo potencial. Al
despertar una certeza mayor, podemos también despertar bendiciones más grandes
en nuestra vida.
Existe una
ley espiritual que explica que cuanto más desarrollada espiritualmente sea la
persona, más grande es el oponente interno que la desafía. Cada día esa fuerza
invisible intenta subyugarnos con su gran fuerza, y sin la ayuda del Creador
perderíamos la batalla.
Mientras
más conciencia y claridad tengamos, más requerimos ser desafiados. Al igual que
cuando se entrena en el gimnasio: mientras más fuerte se vuelve el músculo, más
peso requiere para hacer que crezca más. Para apoyar al crecimiento constante
de nuestra certeza y claridad, la duda y la confusión también deben ser más
fuertes de lo que fueron el día anterior. Naturalmente, sucumbiríamos si
nuestro oponente se hiciera más fuerte y nosotros no.
Si después
de una rutina en el gimnasio el músculo no le pidiera al cuerpo crecer y
repararse, no podría soportar el peso mayor la próxima vez. Esta es la razón
por la que debemos hacer que crezca nuestra certeza al pedirle a la Luz que nos
dé un nuevo nivel de certeza.
La única
forma de hacer que crezca nuestra certeza es cuando nuestras dudas crecen día
tras día. La asistencia que el Creador nos da es un nivel de certeza nuevo y
más desarrollado. La certeza de ayer ya no es suficiente como para sustentarme
el día de hoy.
A medida
que nos desarrollamos, el Oponente también requiere ser un poco más
fuerte. Es por ello que tendremos momentos de duda y oscuridad, todos
los días, para estimular el proceso de crecimiento de la siguiente manera:
*
El Creador nos ve y pregunta: “¿Qué nivel de certeza tiene esta persona?”.
*
El Creador entonces calcula de forma precisa cuánta oposición y duda
requerimos vencer cada uno de nosotros.
*
Si hacemos el trabajo y lo pedimos, el Creador nos dará exactamente el
nuevo nivel de certeza que requerimos.
Ya que no
podemos manejar nuestro máximo desafío ahora, el Creador nos da pequeños
desafíos diarios con el fin de fortalecernos. Esta es la razón por la cual,
paso a paso, recibimos pequeñas cantidades de oscuridad, dolor, confusión y
duda.
Algo que
aprendemos de esta enseñanza es a apreciar la perfección del sistema.
Las pruebas que recibimos son perfectas para nuestro proceso. En esto consistía
la vida de Avraham y era así como él percibía los desafíos: el Creador le pidió
que dejara su tierra y se mudara a otro lugar.
Cuando
llegó, ¡había una hambruna y tuvo que mudarse de inmediato nuevamente! Era muy
confuso y no tenía ningún sentido, ni siquiera para Avraham. Finalmente, para
su décima y última prueba de certeza, el Creador le pidió que sacrificara a su
querido hijo, Yitsjak (acción que al final no tuvo que llevar a cabo).
Avraham
sabía que cualquier cosa que está ocurriendo en este momento es
perfecto para mi proceso de despertar duda y confusión. El universo me está
dando el deseo por un nivel mayor de certeza para así poder pedir y recibirlo.
Avraham estaba emocionado y esperaba la duda y la confusión nuevas. Si todo
tuviera sentido, ¡no habría requerido de pedir mayor certeza!
Ese es el
único propósito de los desafíos y del dolor, que podamos darnos cuenta de que requerimos
una certeza mayor cada día. El único propósito de todas las pruebas de Avraham
era despertar más confusión para que así tuviera una vasija para recibir una
certeza mayor.
Así que,
¿cuál es el significado del “sacrificio de Avraham” que le permitió despertar
bendiciones infinitas para el mundo?
Cuando la
duda y la confusión llegaban a él durante cada prueba y su mente le decía: “Esto
no tienen ningún sentido” o “Debería estar triste y molestarme con el
Creador”, Avraham en su lugar decía: “Sacrificaré mi mente lógica y pediré
una certeza mayor”. Él quería los desafíos que le permitirían sacrificar la
claridad y la certeza de ayer para reemplazarlas por niveles nuevos y más
elevados. Esta es la razón por la cual Avraham alcanzó un nivel que nunca nadie
había alcanzado antes. El ejemplo de Avraham nos muestra que nosotros también
podemos alcanzar un nivel que jamás pudimos imaginar que fuera posible de
alcanzar.
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